
El exdirector del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá, Julio Cañero, experto en historia y cultura de los EEUU, estaba descansando en la sierra de Madrid cuando se enteró del asalto al Capitolio y se puso a mirar el ‘New York Times’. “Lo peor es que muchos piensan que están salvando al país de un supuesto golpe de Estado por parte de los quienes están certificando la victoria de Joe Biden en las elecciones”, escribió en un grupo de WhatsApp sobre los asaltantes de Washington, envalentonados poco antes en un mitin por el propio Donald Trump, que hablaba de nuevo sobre un supuesto fraude electoral desmentido por todos los tribunales. Cuatro años después de llegar al poder polarizando al país, Trump se resiste a abandonarlo sin deteriorar antes al máximo las instituciones de EEUU. Y algunos parecen empeñados en acompañarle.
“Yo creo que ahí había gente de todo tipo. Estaban los de QAnon [conspiranoicos de extrema derecha] y la ‘alt-right’. Pero también estaba el ‘americano medio’. Mucha gente piensa que EEUU es la de Los Ángeles o Nueva York. Y no es así, es la de Kentucky, es la de Tennessee y la de las dos Dakotas. Y lo que ha ocurrido es que un individuo con ese discurso nacionalpopulista, que usa un lenguaje que llega bien a mucha gente, ha derivado en un radicalismo inaudito en la historia de los EEUU”, explica Cañero.
“Como dice el pensador estadounidense Cornel West, Donald Trump es tan americano como Martin Luther King o Bernie Sanders”, afirma Fabián Orán, especialista en Estudios Norteamericanos y profesor de la Universidad de La Laguna. Para Orán, es muy llamativo ese componente “antisistema” que anida en una parte de la derecha estadounidense. A lo largo de este siglo, explica, ha ido avanzando una extrema derecha ultralibertaria alérgica al Gofierno federal, con derivas milicianas, propensa a todo tipo de tipo de conspiraciones, incluida la de que existe un ‘deep state’ [un poder oculto] que lo maneja todo y favorece a gente como Hillary Clinton y los demócratas. “Estos movimientos vieron en Trump una ventana de oportunidad. Muchas de sus teorías, hace una década, habrían sido consideradas una locura. Y hoy son relativamente ‘mainstream’”.
Ataviados con pieles de animales en la cabeza, barbas imposibles, gorros de lana, chaquetas para el frío y sudaderas deportivas, muchos de estos individuos que estaban hace dos días en el Capitolio no recuerdan para nada al facha de cabeza rapada, sino a un excursionista subido de peso, una devota de la vida en las montañas o a un cazador de patos.
“Es un fenómenos muy líquido, de gente relativamente joven que no conoce la militancia tradicional y que se ha polarizado en redes sociales. Que viene de sistemas educativos fragmentados y a quienes la globalización se ha llevado por delante. Que probablemente no hayan tenido más de dos trabajos seguidos”.
Lejos de los que algunos sostienen, Orán defiende que la clase trabajadora blanca, en general, no se hizo trumpista. “Como dice Corey Robin, el votante medio de Donald Trump es el votante medio de Mitt Romney en 2012 o John McCain en 2008. Lo que ocurre es que, en 2016, Trump ganó en Pennsylvania, Wisconsin y Ohio, tres estados tradicionalmente demócratas muy azotados por la desindustrialización, el aumento del consumo de drogas y el deterioro de la comunidad, pero no es el conjunto de la clase trabajadora blanca”. De hecho, estos estados han vuelto a votar demócrata en estas últimas elecciones. El poder de Trump se asienta más en los blancos de zonas rurales, muchas veces menospreciados desde las élites urbanas, como denuncia Jim Goad en ‘Manifiesto Redneck’. “Esa clase pobre, rural y blanca ya está en el Huckleberry Finn de Mark Twain, que tiene comportamientos racistas con Jim, el esclavo negro, a pesar de que es la única persona que le muestra amor. Lo que pasa es Huck es un niño y se le puede perdonar mientras aprende, pero no a los adultos de una sociedad”, reflexiona Isabel González Díaz, profesora de Literatura Estadounidense de la Universidad de La Laguna.
Para Orán, la radicalización de la derecha estadounidense ha sido posible gracias a la complicidad del ‘establishment’ del Partido Republicano con estos grupos de iluminados extremistas. “Siempre se ha destacado el rechazo que el senador John McCain [fallecido en 2018] sentía por Trump. Pero no podemos olvidar que, en 2008, McCain eligió a Sarah Palin, exgobernadora de Alaska, como candidata a vicepresidenta. A nivel discursivo y de políticas públicas, Palin fue muy similar a lo que es Trump en temas de desregulación del petróleo de retórica nativista bastante racista. Ese fue un momento crucial”. De hecho, Sarah Palin fue una de las defensoras del Tea Party, movimiento libertario dentro del Partido Republicano. “Y lo que decía el Tea Party en 2009 es lo que dice ahora Trump”, explica Orán. “Incluso los que se pueden sentir incómodos con Trump, un individuo que se ha casado varias veces, que dice lo que dice sobre las mujeres, han mirado para otro lado, porque luego ha conseguido que tres jueces conservadores lleguen al Tribunal Supremo, con asuntos tan polémicos como el aborto en el futuro inmediato”, afirma. “Además, más allá de la retórica, Trump ha hecho una política muy parecida a la de otros presidentes republicanos en materia fiscal o migratoria. Incluso el tema de los aranceles, que algunos han visto como una especie de proteccionismo nacionalista es, en realidad, algo muy parecido a las guerras comerciales de la época de Reagan”.
“Lo que ocurrió hace dos días días en el Capitolio es una ofensa muy grave a unas bases democráticas que considerábamos muy arraigadas en EEUU”, afirma González Díaz. “Si no se aplica la enmienda 25 [que permite destituir al presidente], Trump habrá ganado una parte de la batalla. Porque, ¿ dónde quedarán entonces los principios que inspiraron la Declaración de Independencia? En el fondo, las heridas de la guerra civil estadounidense todavía no se han cerrado, con ese Sur donde muchos nunca aceptaron la derrota”.
“Yo estoy decepcionado, nunca hubiera pensado que iba a ver esas imágenes en EEUU”, afirma Julio Cañero. “Como han dicho algunos, es de república bananera. Se ha generado una semilla de división y odio donde una parte de la sociedad solo escucha a quienes opinan lo mismo que ellos”.