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Antropoceno

El Antropoceno es la época geológica iniciada luego de la última Edad de Hielo, hace 11.700 años, donde aparecieron las primeras sociedades agrarias. Conforma la unidad estratigráfica de tiempo, donde las acciones humanas han tenido efectos notables sobre la tierra y sus ecosistemas. El término fue propuesto en el Congreso de Cuernavaca (Méjico, 2000), por Paul Crutzen (1934-2021), especialista en química atmosférica. Premio Nobel de Química 1995 por sus descubrimientos desde la globalización de los gases CFC, gases freón, sobre la capa de ozono. Su prohibición, en 1996, recuperó la capa protectora de los rayos ultravioleta. La UICG (Unión Internacional de Ciencias Geológicas) propuso en 2019, dictamen a la Comisión Internacional de Estratigrafía, para fijar su nomenclatura.

No debemos entender el clima ligado solo a lo antrópico, por cuanto en él inciden cinco grupos de factores enlazados entre sí: sucesos catastróficos, vulcanismo terrestre, evolución geodinámica, fluctuaciones de las órbitas terrestres y la biosfera ligada a la acción del hombre. Hoy carecemos de la tecnología para modelar el clima, su interpretación y efectos. Nos enfrentamos en él al conflicto entre los catastrofistas y los negacionistas. Dialéctica iniciada en la Edad Contemporánea por Malthus en 1798, negando el espíritu de la Ilustración, anunciaba el colapso de la civilización en 100 años. Los negacionistas rechazan el problema y se descuelgan de los acuerdos globales. En la era digital los neomaltusianos convergen con los neomarxistas y convierten el clima en instrumento político contra el orden liberal, fundamento para intervenir en la esfera privada y subir los impuestos. Tesis arrastrada desde 1972, cuando el Club de Roma, apostaba por el crecimiento cero, que aparece renovado a cada crisis. La sostenibilidad exige valorarlo como problema científico, fomentando innovación social, tecnológica y compromiso efectivo público y civil; cuando China, India, EE.UU. y Rusia, los grandes contaminadores, se mantienen al margen de los retos del clima.

El alarmismo ante el clima es una nueva religión, donde los apocalípticos se han apropiado del ecologismo. Michael Shellenberger (1971), americano, en su polémica obra No hay apocalipsis:Por qué el alarmismo medioambiental perjudica a todos (2019), defiende el cambio climático desde el desarrollo tecnológico. Su ecomodernismo, apuesta por la energía nuclear como transitoria para descarbonizar la economía, donde polarización y tribalismo centran el debate político y sociológico. Asumir el modelo de cero residuos, las economías circulares verde y azul, requieren gestión de largo recorrido, ingrata en resultados electorales. Hoy estamos bajo el Marco de Naciones Unidas por el Cambio Climático, 1991; el Protocolo de Kioto, 1998; los Acuerdos de París, 2015, y el Pacto Verde Europeo.

Localmente, Canarias se acerca al clima en clave catastrofista, como asume este Gobierno en su Anteproyecto de Ley Canaria de Cambio Climático y Transición Energética (2021), donde culpa a la “acción humana en mayor medida del cambio climático”, y nos ofrece como solución desarrollar las actividades con recursos mínimos, si no cero. La estrategia climática se desliza a través de una sinfonía legislativa, hacia un intervencionismo extremo que somete a su dictado todas las políticas territoriales y sectoriales, burlando la Bolkestein europea de liberalización de servicios. Territorio, Urbanismo y Costas. Política Presupuestaria y Contratación Pública. Política Energética. Transportes y Sostenibilidad. Todos los Planes Sectoriales y el control climático sobre la Gobernanza, Transparencia, Evaluación y Participación.
Vamos hacia el colapso administrativo climático y siquiera resolvemos el ciclo del agua, que la UE nos exige.

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