
“Uno de los intelectuales más sólidos del panorama español y seguramente el semiótico de referencia en nuestro país”. De esa manera definían el lunes en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) a uno de sus profesores más singulares, el palmero Jorge Lozano, tras conocerse la noticia de su fallecimiento, a los 69 años.
Director del Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), catedrático de Teoría de la Información en la UCM, exdirector de la Academia de Roma y secretario de redacción de la Revista de Occidente entre 1986 y y 1991, entre otras muchas responsabilidades e inquietudes, Jorge Lozano era especialista en semiótica de la moda y de la cultura y en el análisis del discurso. Precisamente, entre sus numerosas publicaciones figuran los libros El discurso histórico (Alianza Editorial, 1982) o Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual (una obra realizada conjuntamente con Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril, Cátedra, 1982).
UNA DISCIPLINA ELEGANTE
A la pregunta de si la semiología es una ciencia, Jorge Lozano contestaba al periodista Eduardo García Rojas, en una entrevista publicada en 2018 en El Perseguidor, el suplemento cultural que coordina en DIARIO DE AVISOS, que los semiólogos suelen decir, “con cierta coquetería, que es una disciplina con vocación científica”. Y entraba en detalle: “Es una disciplina extraña en el sentido de que, como decía Umberto Eco, tiene más de 2.000 años, y luego es muy reciente, porque funciona con más fuerza e intensidad en los años sesenta [del pasado siglo]. Diría que se trata de una disciplina elegante, porque gracias a ella se han descubierto muchas cosas y nadie lo menciona. Es imposible estudiar la imagen sin la idea de cómo se construyeron los signos y qué significa el observador como actor del mismo cuadro, como pasa en Las meninas. O el autorretrato o lo que significa un pronombre. Los estudios semióticos y lingüísticos sobre los pronombres aclaran muchas cosas acerca de la ideología contemporánea”. “[…] Nos ocupamos de los sistemas de significación, porque nosotros no queremos saber cuánto vale una cosa, sino qué significa, y creo que eso es una preocupación que sirve a todas las ciencias humanas y sociales. Muchas de las cosas que se escriben sobre comunicación de masas no se hubieran descubierto sin la semiótica”, apostillaba durante la entrevista.
“Jorge Lozano era una persona de enorme presencia en la vida cultural española”, subraya a este periódico el periodista y escritor tinerfeño Juan Cruz Ruiz. “Tenía una gran relación con Italia, y en buena medida fue el responsable de que en un tiempo celebrásemos en España la periódica venida de gente tan ilustre como Umberto Eco o Paolo Fabbri, los grandes semiólogos italianos. Era muy generoso: no solo no ocultaba a sus amigos, sino que se esforzaba para que los pudiéramos conocer, aprendiéramos y nos sintiéramos muy cercanos a ellos”, precisa Juan Cruz.
Un rasgo de carácter, el de la generosidad, que también menciona Martín Rivero, promotor cultural y periodista, al recordar a Jorge Lozano: “No tenía nada que ver con esa imagen del intelectual encerrado en su despacho y absorto en sus investigaciones. Además de su incuestionable erudición, estaba muy interesado en dinamizar la actividad cultural y, en ese sentido, era una persona muy proactiva, siempre dispuesta a brindar su colaboración”.
INQUIETUD CULTURAL
“Para mí fue todo un descubrimiento conocerlo”, recalca Rivero. “Un día alguien nos contó que en la Complutense había un filósofo palmero, un semiólogo muy interesante que además era muy amigo de Umberto Eco”, precisa. “A partir de ahí, contactamos y vino a Tenerife para participar en una iniciativa que estábamos organizando. Recuerdo incluso que intentamos, por medio de él, que Umberto Eco, que por aquel entonces había publicado la novela La isla del día antes, viniese a Tenerife. Él puso todo de su parte para lograrlo, pero finalmente ese proyecto no llegó a fraguar”, agrega Martín Rivero.
“Jorge Lozano era a su vez íntimo amigo de un amigo mío, el economista José Luis Rivero Ceballos”, detalla el profesor y escritor Domingo-Luis Hernández. “Lo conocí en Madrid y luego, cuando llevábamos a cabo en el Archipiélago una serie de encuentros con intelectuales, consideramos imprescindible contar con su presencia. Nos ofreció unas charlas estupendas. A mi juicio, es el semiólogo español más importante”.
“Es cierto que no era extravertido. Sin embargo -puntualiza Domingo-Luis Hernández-, cuando conseguías llegar a él, se revelaba como una persona muy afable, se daba y compartía. Era una personalidad que dialécticamente resultaba muy interesante. Poseía una altísima cultura, forjada en esa escuela italiana con Umberto Eco, Massimo Cacciari o el extraordinario Gianni Vattimo, y podías hablar con él de infinidad de temas”.
“Todas las cosas le entusiasmaban”, asevera Juan Cruz. “Sus gustos eran tan amplios que parecía que estabas ante alguien que cada día estuviese descubriendo el universo por primera vez”, agrega. “La última ocasión que lo llamé para que escribiera un artículo en El País -apostilla-, a la vez que me decía que no tenía tiempo para hacerlo, me iba contando el artículo con todo detalle. Hasta que en un momento dado le dije: “Pero Jorge, si el artículo ya lo tienes, solo has de ponerte a escribirlo. Tenía mucha gracia para contar las cosas”.
En el plano personal, Juan Cruz describe a Jorge Lozano como “un hombre de una enorme simpatía ceñuda”. “Era simpático y a la vez cascarrabias”, explica. “Tenía una risa de niño grande. Era alguien extrañado de haber crecido y daba la impresión de que siempre iba a tener la edad de los adolescentes. Un sentimental y una buena persona que siempre buscaba ternura y él también la daba”.
BUSCADOR DE OBJETOS Y DE HECHOS
El escritor y periodista nacido en el Puerto de la Cruz señala que su primer encuentro con el semiólogo canario tuvo lugar en Madrid. “Tardé algún tiempo en saber que era de La Palma, porque él no alardeaba de ser de ningún sitio. En realidad, parecía un italiano de La Palma que vivía en Madrid”, describe Juan Cruz, quien, al abordar la disciplina a la que dedicó sus investigaciones, define a Jorge Lozano como un “semiótico puro”. “Era un buscador de objetos y de hechos. Todo lo que contaba tenía que ver con cosas que se veían y siempre estaba muy pendiente de los objetos de su tiempo. En sus columnas de opinión de los últimos años realizaba una especie de crónica de los inventos contemporáneos. Era, en definitiva, un semiólogo de la actualidad”.