el charco hondo

Vértigo periférico

Este país sufre un episodio de vértigo periférico, mal asunto. Los síntomas se multiplican. En el calendario de sesiones del Congreso no está prevista la celebración de un pleno después del cuatro de mayo; nada se dice, ni está, ni se espera, para los días del después de la jornada electoral en la Comunidad de Madrid. Si el Gobierno cambiara de opinión, y con la campaña madrileña ya liquidada optara por impulsar la prórroga del estado de alarma, la presidenta del Congreso debería que convocar un pleno extraordinario. El Consejo de Ministros tendría que tramitar el decreto ley, enviarlo posteriormente al Congreso para su aceptación por la Mesa y llevarlo a pleno para —acto seguido, y en su caso— aprobarlo con el voto favorable de la mayoría simple. El Gobierno no dará pistas hasta que cierren los colegios electorales de Madrid. No hará movimiento alguno ni se abrirá a una hipotética prórroga hasta el cinco de mayo, a solo cuatro días de la finalización del estado de alarma. Y no lo promoverá porque Ayuso, madre de dragones, tapas y cañas, acusaría a los socialistas de cenizos, tristes y carceleros. Hasta el cinco de mayo nadie abrirá la caja de los truenos, habría que tirar de magia parlamentaria (desafiando al espacio, a la velocidad y al tiempo) para despertar el diez de mayo con el estado de alarma en pie. Podría el Gobierno desmentirse, y argumentar que ha cambiado de parecer porque los expertos, esto, lo otro, tú sabes, fíjate tú, pero no, claro que no, no dirían que han reculado porque las Comunidades Autónomas les han metido presión. Si el Gobierno se desdice, y rescata el estado de alarma, el diez de mayo amaneceremos a un país sin prórroga, porque no habrá dado tiempo. Y si mantiene lo anunciado, y lo da por finalizado, ese lunes nos encontraremos con que ni una cosa ni la otra, ni prórroga ni restricciones autonómicas, y será porque entretenidos con el debate de si debe o no prorrogarse se les olvidó definir qué hacer, cómo hacerlo y quiénes deben hacerlo. El vértigo periférico tiene a los gobiernos autonómicos resoplando, acojonados -no es el caso de Canarias, al menos de momento-. Las comunidades están sorprendentemente aterrorizadas ante la posibilidad de recuperar la mayoría de edad, y la responsabilidad que conlleva. Mala cosa. Espabilan o el diez de diciembre estaremos, como tantas veces, en tierra de nadie, acampados en el vacío o, en su caso, atascados en un despiste monumental.

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