tribuna

De Madrid

La victoria de las derechas en Madrid es incontestable; la derrota de las izquierdas como bloque, también. Resulta aplastante el triunfo del PP de Isabel Ayuso, que duplica ampliamente sus escaños; y la extrema derecha se mantiene. Más relevante cuando se produce en una jornada electoral con una participación récord (76,25%), doce puntos más que en los comicios autonómicos de 2019. Las izquierdas, una vez más, fracasan globalmente en la capital del Reino, con consecuencias en la política estatal que comenzaron a plasmarse en la propia noche tras conocerse los datos definitivos que arrojaban las urnas, después de una campaña muy crispada.
Pocos dudaban de la amplia victoria de Ayuso. Solo quedaba por resolver la incógnita de si lograba gobernar en solitario, alcanzando una improbable mayoría absoluta, y su grado de dependencia respecto a la bancada de Vox. La candidata para repetir al frente de la presidencia de la Comunidad de Madrid se hizo con los 26 escaños de Ciudadanos y con más votos, procedentes del incremento en la participación y, probablemente, de otros partidos, como el PSOE, lo que confirmarán los estudios postelectorales.
Su victoria es la de un modelo ultraliberal que cuestiona a los servicios públicos y que ahonda en las desigualdades sociales y en la desprotección de los más débiles. Insistiendo en bajadas de impuestos a los más pudientes que ya no defienden ni el presidente de Estados Unidos ni el FMI. Adobada con populismo y confrontación permanente con el Gobierno central. Su discurso, irresponsable en muchos casos, de priorizar la economía a la salud, le ha dado réditos en diferentes estratos sociales. Así, uno de sus aciertos fue centrar el debate en la gestión económica de la crisis escondiendo la pésima gestión sanitaria.
Ciudadanos desaparece de la Asamblea de Madrid, donde hasta la convocatoria electoral cogobernaba con Ayuso. Pasa de 26 a cero escaños, al no llegar siquiera al 4% de las papeletas, cuando la barrera de acceso en esa comunidad es del 5%. Supone otro gran retroceso para el partido de Arrimadas tras el sufrido en Cataluña el pasado 14 de febrero, cuando pasó de 36 a 6 actas. Un declive acelerado que pone seriamente en cuestión su propia existencia como partido.
El resultado del 4-M junto al fracaso de la moción de censura en Murcia, las deserciones internas y la opa hostil que le ha lanzado el PP hacen muy difícil que lleguen a las próximas elecciones generales con posibilidad de constituir grupo propio en el Congreso. El discurso durante la campaña de su candidato, Edmundo Bal, empeñado en volver a gobernar con Ayuso ayudó a los electores a elegir el original frente a la copia. Situado al borde del abismo, Ciudadanos ha dado un paso adelante. El PSOE sufre un batacazo sin paliativos. Su peor resultado histórico en la comunidad. Con un candidato, Ángel Gabilondo, que ganó las elecciones de 2019 (aunque la alianza PP-Cs le dejó sin poder gobernar) y que fue incapaz de erigirse como referencia de la oposición los dos años que duró la legislatura, papel que le quitó, por méritos propios, Mónica García. Gabilondo llevó a cabo una campaña errática enredándose en la fiscalidad, en un intento de moderación pensado para atraer a los votantes del partido de Bal, lo que evidentemente no funcionó. O liándose, asimismo, respecto al grado de entendimiento que tendría con las otras dos fuerzas de la izquierda madrileña, unos días reconocidas como imprescindibles aliadas, otros excluyéndolas de un futuro gobierno.
Unidas Podemos salva los muebles, tras temer quedarse fuera de la Asamblea. Pero situar a Pablo Iglesias al frente de su candidatura no ha tenido, ni mucho menos, el efecto esperado: últimos, por detrás de Vox, y con menos de la mitad de los votos y escaños que obtuvo el errejoniano Más Madrid. Es muy posible que la presencia de Iglesias estimulara mucho más a la participación de los votantes de derechas que a la movilización de los de izquierdas. Los acontecimientos precipitaron la dimisión y el abandono de la política por parte de Iglesias.
La situación de Unidas Podemos, pese a su evidente gravedad, no es, en principio, tan dramática como la de Ciudadanos. Pero su etapa reciente -fracaso electoral en Galicia, donde quedaron sin representación, y un fuerte retroceso en Euskadi, así como con graves problemas internos en muchas comunidades, como Andalucía-, junto con la retirada de su dirigente fundacional, le sitúa en el momento más crítico desde su nacimiento. Debilitándoles, además, en la coalición de Gobierno estatal. Yolanda Díaz, designada por Iglesias como nueva líder de UP en el Ejecutivo, y la que parece será futura secretaria general, Ione Belarra, tienen una ardua tarea por delante.
En definitiva, las dos fuerzas que hicieron tambalearse al bipartidismo y que llegaron a obtener muy buenos resultados electorales en el pasado reciente (71 escaños Podemos en 2016, a 14 del PSOE, soñando con el sorpasso; 57 Ciudadanos en abril de 2019, a solo 9 del PP, pensando en sustituir al PP como referencia de la derecha española) se encuentran en medio de una grave crisis. UP, situada frente al riesgo de quedar reducida al peso electoral que tenía en su momento IU. Y Ciudadanos, a punto de ser absorbido por el PP.
En el ámbito progresista, Más Madrid obtiene un digno resultado, mejorando modestamente sus datos del 2019, y superando en votos al PSOE con el que empata en escaños. Algo tiene que ver su candidata, Mónica García, que, sin duda, fue estos dos últimos años, la líder de la oposición a Ayuso en la Asamblea de Madrid. Y que, inteligentemente, se negó a la propuesta de Iglesias de concurrir a estos comicios en una lista conjunta. Su defensa de los servicios públicos y de un espacio ecologista, feminista y con relevancia de los cuidados a las personas dependientes, con determinación, pero sin sobreactuación, ha suscitado el apoyo de una parte importante de la ciudadanía madrileña, especialmente entre los jóvenes.
Pero no debemos olvidar que el Estado español es algo más que Madrid. Una comunidad en la que ha gobernado el PP los últimos 26 años, en varias legislaturas coincidiendo con presidentes socialistas en La Moncloa. Las nacionalidades y regiones tienen sus propios comportamientos en las elecciones. Los ecosistemas electorales son distintos en Navarra, Euskadi, Madrid o Galicia. En Cataluña, hace apenas tres meses, el PP sacó 3 escaños de 135, por detrás de Vox, y el PSOE 33, en una Comunidad con mucha más población que Madrid. Igual que sucede en Canarias, donde las derechas estatalistas representan hoy 13 de los 70 escaños en el Parlamento y las encuestas no le auguran más de 15, eso sí con la sustitución de Ciudadanos por Vox.
Ahora bien, lo ocurrido en Madrid claro que influye en el conjunto del Estado. Está produciendo movimientos sísmicos de imprevisibles consecuencias en el PSOE. Los ha ocasionado, y de enorme calado, en Unidas Podemos. Facilita aún más, con el hundimiento y la más que previsible desaparición de Ciudadanos, la próxima unidad de la derecha en torno a la casa común del PP. Y, de alguna manera, la recuperación de un bipartidismo imperfecto, PSOE y PP, con dos formaciones de menor tamaño a izquierda y derecha, UP y Vox.
Y, en medio de la polarización y el ruido, que han llegado a ser intolerables y muy nocivos para la convivencia democrática, persistirá la importancia del papel de los diferentes nacionalismos periféricos en la política estatal, que, en el peor de los casos, aglutinamos un mínimo de 40 escaños. Tercera opción, cuyos integrantes bien haríamos en acumular fuerzas para consolidar, incluso ampliar, un espacio propio diferenciado frente al guerracivilismo estatalista. Para que las singularidades territoriales sobrevivan a la tendencia centrípeta de la política españolista. A que todo se vea desde la deformante óptica de Madrid. Porque el Estado español es, afortunadamente, muy diverso y plural.

  • Vicepresidente y consejero de Hacienda, Presupuestos y Asuntos Europeos del Gobierno de Canarias

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