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Cómo conducir en la Luna

Se cumplen 50 años de la misión Apolo 15, la cuarta del programa en lograr alunizar con éxito y la primera en llevar un vehículo todoterreno diseñado para circular en la superficie y ampliar el alcance de las exploraciones
James Irwin junto al róver lunar en la primera de las tres salidas que se llevarían a cabo durante la misión. NASA

La cuarta misión del programa Apolo en lograr el alunizaje, la primera de tipo J, disfrutó de considerables mejoras respecto a sus predecesoras que hicieron posible alargar la permanencia del módulo de alunizaje en la superficie gracias a su mayor capacidad de oxígeno y carga, permitiendo una estancia de tres días en la Luna. Por otra parte, la evolución de los trajes espaciales permitió casi doblar el tiempo que los astronautas podían pasar realizando actividades en el exterior, incrementándose su autonomía de cinco horas a nueve. Sin embargo, el adelanto más destacable sería la inclusión de un vehículo de cuatro ruedas (el LRV, Lunar Roving Vehicle) que daría a los astronautas la capacidad de desplazarse con facilidad para poder explorar áreas a mayores distancias del sitio de alunizaje.

El LRV fue propuesto por la NASA para su desarrollo a una treintena de empresas, de las cuales solo cuatro fueron capaces de presentar proyectos viables. Finalmente, la agencia optó por el planteamiento ofrecido por Boeing con la ayuda de General Motors para idear y fabricar el vehículo en un tiempo récord de 18 meses bajo unas especificaciones extremadamente estrictas en cuanto a sus características, funcionalidades y medidas de seguridad. Así, el LRV debía tener tracción eléctrica 4×4, capacidad para transportar a dos astronautas con su equipo, cargar 40 kg de herramientas e instrumentos científicos y 30 kg de muestras lunares y ser capaz de encarar pendientes de hasta 25 grados.

Las especificaciones exigían también que fuera plegable para poder alojarlo en el reducido espacio disponible en el módulo de alunizaje, que sus dos baterías le dotaran de autonomía suficiente para realizar al menos cuatro salidas de 30 km cada una y que su peso total en vacío no excediera los 180 kg. De hecho, esta limitación de peso hacía que el vehículo fuera tan endeble que en la Tierra el peso de un solo astronauta habría hecho que el ligero chasis de aluminio se doblara y las cuatro ruedas de maya de acero cedieran, pero en la gravedad lunar, seis veces inferior a la terrestre, la resistencia estructural del LRV era más que suficiente para cumplir con su cometido a plena carga. Otra de las exigencias ineludibles detallaba que todos los sistemas debían ser redundantes, de modo que una avería en cualquiera de ellos no inutilizara el vehículo ni pusiera en riesgo a sus ocupantes. A pesar de las dificultades que hubo que afrontar en su desarrollo y fabricación, el LRV fue entregado en la fecha prevista, abril de 1971, y cumplió con el presupuesto asignado: 19 millones de dólares de la época. El vehículo permitió a los astronautas recorrer un total de 28 km en las tres salidas que efectuaron.

Desde la izquierda, David Scott, Alfred Worden y James Irwin durante uno de sus entrenamientos para la misión. NASA

El FALCON ESTÁ EN LA LLANURA

La tripulación del Apolo 15 estaba compuesta por el comandante David Scott, veterano de las misiones Gemini 8 y Apolo 9, el piloto del módulo lunar (denominado Falcon) James Irwin y el piloto del módulo de mando (denominado Endeavour) Alfred Worden, ambos sin experiencia previa en el espacio.

El lanzamiento tuvo lugar el día 26 de julio de 1971 a las 13.34 horas (UTC) desde la rampa 39 A del Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida. El vuelo hasta la Luna y todas las maniobras necesarias hasta el descenso del Falcon a su superficie transcurrieron sin mayores incidentes que los previstos en todo vuelo espacial, que fueron resueltos sin dificultad a medida que se produjeron.

El sitio escogido para el alunizaje, que tuvo lugar el 30 de julio a las 22.16 horas (UTC) fue decidido por la NASA en base a las oportunidades científicas que ofrecía su geología, con la esperanza de que los materiales del lugar aportaran nuevos conocimientos acerca del proceso de formación de la Luna y, por ende, de la Tierra. El objetivo, en el borde oriental de Mare Imbrium, era una pequeña llanura situada entre los montes Apeninos y el barranco Hadley. Esta ubicación exigía al Falcon sobrevolar altos picos para luego dejarse caer en un vertiginoso descenso hasta el lugar previsto, en la que fuera la maniobra más arriesgada de cuantos alunizajes llevó a cabo el programa.

A pesar de ello, la experiencia acumulada en las anteriores misiones, las mejoras tecnológicas y de navegación incorporadas al Falcon y la propia pericia de los astronautas lograron posar la nave con éxito no demasiado lejos del punto asignado. “Falcon está en la llanura en Hadley”, suspiró aliviado por radio Scott. Sin embargo, la poca visibilidad en los últimos metros del descenso debido al polvo levantado por el motor y las condiciones de iluminación del momento habían propiciado que posara la nave en el borde de un pequeño cráter, quedando el Falcon peligrosamente inclinado 10 grados respecto a la horizontal. Una inclinación mayor podría haber dificultado o incluso imposibilitado el posterior despegue del módulo de ascenso para que los astronautas volaran a su encuentro en órbita lunar con el Endeavour y su compañero Worden, lo que hubiera dejado a Scott e Irwin abandonados y condenados a muerte en la Luna sin posibilidad alguna de rescate.

Uno de los sobres de contrabando matasellados en la Luna. DA

LA ROCA DEL GÉNESIS Y GALILEO

Durante la segunda excursión a bordo del róver, Scott vio en un pequeño cráter llamado Spur una roca de un color notablemente más claro que el resto. La formación en geología que los astronautas recibían como parte de su entrenamiento le permitió suponer que se trataba de una roca ígnea formada durante el enfriamiento del magma primigenio, por lo que se apresuró a recogerla. Su análisis en la Tierra confirmó su intuición y dató el origen de la roca de 269 gramos en 4.000 millones de años, apenas medio millón de años después de la formación del Sistema Solar. Esta antigüedad, la mayor de cualquiera de las muestras recogidas hasta ese momento en las misiones Apolo, la hizo merecedora de pasar a ser conocida como “la roca del Génesis”. Multitud de fragmentos de la misma fueron distribuidos a laboratorios de todo el mundo para su análisis y estudio.

Al finalizar la tercera y última excursión, Scott protagonizó en directo frente a la cámara de televisión un experimento para confirmar una teoría de Galileo postulada casi cuatro siglos antes en referencia a la caída de objetos en campos de gravedad. El comandante dejó caer al mismo tiempo una pluma y un martillo para demostrar que, efectivamente, en ausencia de atmósfera y actuando sobre ambos objetos únicamente la fuerza de la gravedad, tanto la pluma como el martillo caían a idéntica velocidad y llegaban al suelo al mismo tiempo. “Una de las razones que nos han traído hoy aquí es que un caballero llamado Galileo, hace mucho tiempo, hizo un significativo descubrimiento acerca de la caída de objetos en campos de gravedad. Qué mejor lugar que la Luna para confirmar su hallazgo…”, sentenció Scott ante la cámara a la vista de millones de atónitos telespectadores.

CONTRABANDO LUNAR

Antes de volver al Falcon para despegar rumbo al reencuentro en órbita con el Endeavour, Scott e Irwin se dedicaron a matasellar cien sobres postales conmemorativos de la misión franqueados que la NASA les había proporcionado a tal fin. Sin embargo, paralelamente a este encargo y a espaldas de la agencia, los astronautas llevaron consigo de contrabando otros 300 sobres franqueados después de haber llegado a un acuerdo con Hermann Sieger, un conocido filatélico que pretendía venderlos en el mercado de coleccionismo por un alto precio debido a su carácter histórico y, literalmente, extraterrestre. Cada uno de los tres tripulantes del Apolo 15 recibió 7.000 dólares, una cantidad más que jugosa para la época, como parte del acuerdo alcanzado con Sieger respecto a los sobres de contrabando.

Finalmente, la agencia se enteró del asunto y sus consecuencias acabarían con las carreras de los tres astronautas. Aunque en un principio Deke Slayton, Director de Operaciones de Vuelo del programa y jefe directo de todos los astronautas, apoyó a Scott, Irwin y Worden (principalmente debido a que todas las tripulaciones habían llevado objetos personales a la Luna con el fin de conservarlos como recuerdos históricos), el carácter premeditadamente lucrativo y extraoficial de la acción del trío del Apolo 15 llegó a las instancias superiores de la NASA y les valió ser apartados de la rotación de tripulaciones, lo que en la práctica significaba que nunca volverían al espacio. Cuando la sanción se hacía efectiva, gran parte de los sobres de la discordia circulaban ya entre los más pudientes coleccionistas filatélicos de medio mundo.

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