cultura

“El teletrabajo tiene mucho de ese experimento de hiperproductividad”

La escritora Remedios Zafra presenta en TEA su libro 'Frágiles', donde analiza la precariedad laboral en la cultura contemporánea del "hacer todo el tiempo", sin espacio para "el tiempo propio"
La escritora Remedios Zafra e Izaskun Legarza. / DA

Por Nicolás Dorta

La escritura de Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) recuerda al rizoma que planteaba Deleuze. Crece hacia los lados, conecta territorios, ideas, disciplinas, saberes, en ese salir permaneciendo que deja, por suerte, un espacio para la posibilidad, para la esperanza, desde la autoconciencia de un mundo mejor, más humano. Esperanza es la última palabra que escribe la filósofa en Frágiles (Anagrama 2021), presentado en TEA, dentro del ciclo Diálogos de escritura, dirigido por la librera Izaskun Legarza. La escritura de Remedios Zafra interpela al pensamiento, tiene la potencia de una flecha que da en la diana del neoliberalismo y sus sutiles instrumentos de dominación, visibles e invisibles, que azotan al mundo contemporáneo en la cultura, el trabajo, las relaciones entre las personas, la vida. De toda esta amalgama de procesos arropados por la tecnología surge una fuerza que agota y anula al sujeto, lo hace cosa, lo convierte en una parte más de la cadena productiva de la que ya habló Marx y otros pensadores como Adorno, Marcuse, Horkheimer, Bauman, Byung-Chul Han y que continúa Remedios Zafra.

En esos procesos de vida, del “hacer todo el tiempo” y donde se elimina el “tiempo propio”, dijo Zafra en TEA, el teletrabajo, con la manida frase de ha llegado para quedarse, “tiene mucho de ese experimento de hiperproductividad”. La nueva manera de estar conectado con nuestra oficina “todavía proyecta formas de implicarnos, inmersivas, donde casi no tenemos tiempo de inflexión entre la pantalla del trabajo y nuestro tiempo”, comentó la escritora.

Hay en los trabajos creativos (periodistas, profesores, dramaturgos, escritoras, becarias, opositores) una “precaria actividad incesante” con el espejismo de la autorrealización y de un hacer lo que realmente nos gusta. Escribe Zafra en Frágiles: “Nada hace sentir más frágil a un trabajador creativo que exponerse en su trabajo, y hacerlo, como hoy, en escaparates tecnológicos sin párpados, esos que nunca descansan. A priori, no extraña entonces que esas vidas-trabajos sostenidas sobre la explotación estallen en una ansiedad normalizada”.

ANALOGÍA CAPITALISMO-PATRIARCADO

Frágiles es un ensayo escrito a modo epistolar, como contestación, y a la vez cuestionamiento, a una mujer que se identificó con ese sujeto precario, con vida permanentemente conectada, arrastrada por la pasión creadora en el trabajo de la era digital, descrito por Zafra en El entusiasmo (Premio Anagrama de Ensayo 2017). Desde su posición feminista, la filósofa establece una analogía entre la autoexplotación laboral o autoalienación (de la que tanto ha hablado Byung-Chul Han) y el patriarcado. “Una de las claves de la autoexplotación es hacer responsable a quien trabaja de su propia subordinación”, dijo. Y en esta dirección, “el patriarcado ha convertido a las mujeres en responsables de su propia opresión, como la enemistad entre ellas”, añadió. Esta enemistad, en el contexto capitalista, se resume en la rivalidad de los trabajadores. Así: “Si se agota al trabajador solitario convirtiéndole en un competidor toda su vida, lo que buscará será lo suyo, nunca lo nuestro”, escribe Zafra en Frágiles.

La desconfianza hacia el otro no construye un panorama mejor, pese a que estemos en un mundo hiperconectado y pretendidamente global. “La vida no es una guerra ni una competición”, subraya Zafra en su último libro, que aboga por el cuidado mutuo, por el “cuidarnos entre todos”, frente al mito del “desapego como norma”. En este sentido, la filósofa propone una amistad real, una philía (diría Aristóteles) como “la cercanía de quien es capaz de alegrarse con lo bueno que al otro le pasa y de sufrir cuando el otro sufre”. Ese tipo de amistad es la bondad. La bondad que se intuye en Zafra. Su voz es suave, conciliadora, pedagógica, posibilista. Suscribe a Adorno en la dedicatoria de Frágiles: “En el desvío de lo siempre igual, de donde habita la esperanza” Y traza dos líneas que son un horizonte, quizá la parte de un rizoma, donde se lee: primavera 2021.

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