
“Alfonso Delgado entendía el arte como comunicación y creía que debía ser accesible a toda la ciudadanía. Era un artista comprometido e innovador, cuya creatividad y energía se incrementó con el paso del tiempo. Su obra interroga al público y también a los jóvenes artistas con ganas y fuerza para continuar haciéndose preguntas. Es un punto y seguido”.
Estas palabras de Paloma López-Reillo, mujer de Alfonso Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1955-2019), bien puede ser una de las formas de acercarse a la muestra retrospectiva que se halla hasta el próximo viernes, 9 de julio, en el Museo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. La exposición, comisariada por López-Reillo, reúne una selección de la obra de este artista plástico, performer y escritor que el público pudo contemplar por primera vez en el Ateneo de La Laguna (1977), para iniciar un periplo que incluyó lugares como Madrid, Barcelona, México D.F., París, Lieja o Montpellier.

“Siempre estuvo en constante diálogo con el contexto social, político, cultural y artístico en el que se desenvolvía -detalla López-Reillo- y, también, en el que se generaban las vanguardias”. “Este aspecto tiene más relevancia en su obra en el final de los años 80 y principios de los 90, momento en el que mantiene una estrecha relación con otros artistas plásticos, con poetas y escritores como Leopoldo María Panero, Luis Antonio de Villena o Vicente Molina Foix, y con performers y artistas de la danza como Rosa Galindo, Pedro Garhel o Mónica Valenciano, con quienes compartió proyectos artísticos”.

La comisaria de la retrospectiva detalla que Maribel Nazco, Premio Canarias de Bellas Artes 2021 y profesora de Alfonso Delgado, en su visita a la exposición destacó “el gran dominio de la técnica, de la composición, del color…, y la valentía en sus propuestas, que resolvía con total solvencia”. Y es que, recuerda Paloma López-Reillo, “Alfonso tuvo una sólida formación que siempre fue ampliando a través de la investigación, el estudio, la innovación y el trabajo”.
El pop art y el cómic fueron las primeras influencias en la obra del artista de los años 70. Luego, sobre todo desde mediados de la década de los 80, y fruto de ese diálogo artístico y social permanente que mantuvo, se adentra en el posmodernismo. Al referirse a los trabajos de esa época, Leopoldo María Panero los definía como “impresionismo de línea”. “Su pintura de mitos y ensueños refleja perfectamente el clima de la más radical realidad cotidiana”, apuntaba Luis Antonio de Villena.

Progresivamente, como se indica en la información que acompaña a la muestra, las figuras se van fundiendo con los fondos hasta llegar a desaparecer a comienzos de los 90. Con el inicio del nuevo siglo, y durante su primera década, Alfonso Delgado se halla inmerso en el expresionismo abstracto. En 2006 emprende la elaboración de una serie escultórica en terracota esmaltada “que diseña con la meticulosidad de un ingeniero ensamblando un sueño”. A partir de 2010, el artista afronta su época “más introspectiva, pero más rica y expresiva a la vez”, donde confluyen el japonismo, el arte bizantino y el africano, al tiempo que se siente interesado por el arte urbano y “los objetos cotidianos se convierten en lienzos que comunican emociones”.
