La mayoría de los actores españoles no son buenos ejemplos de buenos actores: no saben interpretar sino un solo personaje, que son ellos mismos, y, por supuesto, ni vocalizan ni saben qué hacer con los brazos mientras actúan. En esa línea, Tony Cantó no es un actor ni bueno ni malo, sino todo lo contrario, pero como político es todavía peor. Transmite una imagen frívola de la política, instalado en los lugares comunes y los elogios fáciles a sus jefes, e, igual que su correligionaria Rosa Díez, practica el abandono de los barcos que se hunden y que él mismo ha contribuido a hundir. Pues bien, cuando un personaje así se encuentra con otro mal político, en este caso Pablo Casado, pasa lo que tenía que pasar. Sin tener en cuenta que Cantó no suma sino a los que ya han sumado, y, sin embargo, hay un serio peligro de que reste, el presidente popular primero lo presentó como candidato a la Asamblea de Madrid sabiendo que se había empadronado fuera de plazo, por lo que los tribunales lo apearon de la lista, y ahora se lo ha impuesto a la presidenta madrileña.
Isabel Díaz Ayuso logró formar Gobierno sin contar con este personaje, pero todo indica que ahora Génova se lo ha impuesto y ella lo ha colocado en una llamada Oficina del Español, que ha figurado en sus dos programas electorales –al actual y el de hace dos años- con la vaga misión de convertir a Madrid en la capital europea de la lengua española, cualquier cosa que eso signifique porque, de hecho, ya lo es. No parece que se trate de sustituir al Instituto Cervantes, a la Real Academia y a tantos y tantos estudiosos y especialistas en nuestra lengua, ni tampoco de combatir los planes de estudios de los colegios madrileños en donde sus alumnos simultanean el español con el inglés, un modelo pedagógico que, por ejemplo, incentivó y apoyó Esperanza Aguirre. La presunta amenaza del catalán queda demasiado lejos, y el propio Cantó ha fomentado la impresión de que la tal Oficina es una cáscara vacía de contenido cuando, preguntado por sus tareas y objetivos y en un estilo marca de la casa, contestó que ya estaba pensando al respecto y que en la próxima fiesta nacional de octubre había que “sacar a desfilar al español”.
El nombramiento de Cantó es un error político, el primero de importancia que cometen Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, solo entendible por la presión de Casado y su miopía política, que le costará las próximas elecciones generales; y, entre otras cosas, alimenta gratuitamente a las fieras políticas y mediáticas de la izquierda. Una Oficina del Español desempeñada por un funcionario irrelevante con unas funciones y objetivos igual de irrelevantes puede incluso dar votos. Una Oficina del Español desempeñada por Cantó, en el foco permanente de socialistas, comunistas y demás, y diciendo ocurrencias y haciendo naderías, es una bomba de relojería electoral que puede llegar a afectar a la propia presidenta. Y todo eso sin ninguna necesidad.
Díaz Ayuso es el mayor –y mejor- activo electoral de los populares, aunque, lamentablemente, su candidato dentro de dos años será Casado. No obstante, tienen que asegurar, al menos, que, por esas fechas, ella repita en las urnas su aplastante victoria. Y no ponerla en peligro con errores de libro, celos de liderazgo y tonterías innecesarias.