Gustavo Dudamel ofreció anoche en el Auditorio de Tenerife el último de los conciertos que bajo su dirección han brindado en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria la Orquesta del Encuentro y la Mahler Chamber. El XXXVII Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC) afronta el reto de avanzar sorteando las limitaciones de la pandemia, y no ha podido tener mejor inicio al expresar la voluntad de rebasar el periodo de invierno para el que fue concebido con el convencimiento y la esperanza de que vendrán tiempos mejores.
Los más de 60 músicos de la Orquesta del Encuentro, procedentes de 12 países, habían llegado a Tenerife tras ofrecer su primera cita con el público en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Ocho meses antes Jorge Perdigón, director del FIMC, y la Joven Orquesta de Canarias (Jocan), con la dirección de Víctor Pablo Pérez y la atención académica de Korstiaan Kegel, habían contactado con la Fundación Dudamel expresando el deseo de hacer realidad un proyecto que rondaba entre sus objetivos y pronto comprobaron que coincidía plenamente con las propuestas de la entidad creada por el venezolano.
UN GRAN VIAJE
Llevarlo a la práctica no ha sido fácil, dada las incesantes olas de la pandemia. Se diseñó un riguroso protocolo que ha permitido garantizar la seguridad de los músicos, de entre 18 y 22 años, procedentes de Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia Perú, Colombia, Venezuela, Nicaragua, México, Estados Unidos, Portugal y España.
Se aplicaron las mayores medidas de control -PCR, test de antígenos, vacunas-, al tiempo que hubo que superar los complicados trámites inherentes a los visados. La selección previa dio paso al encuentro en Madrid, donde iniciaron los ensayos, en sesiones de más de 12 horas diarias, contando con un excelente plantel de profesores, músicos de las orquestas filarmónicas de Viena y de Los Ángeles y la sinfónica de Gotemburgo. Las obras, La Noche Transfigurada de Schönberg y la Serenata para cuerdas, de Chaikovski, requerían un esfuerzo al borde de lo ilimitado. El encuentro con el público asturiano y sus aplausos vino a serenar los ánimos, al sentirse “sumidos en una especie de nube”, en la que aún están, como dijo uno de los participantes, al ser una experiencia que “viajará en ellos mientras vivan”.
Frente a los jóvenes, entre ellos ocho canarios, miembros de la Jocan, como el lanzaroteño Pablo Araya, que asumió el papel de solista de los segundos violines, Dudamel percibió el renacer de sus primeros años en Barquisimeto, atento a las indicaciones del maestro José Antonio Abreu, del que fue uno de sus más preclaros alumnos, un niño prodigio que afortunadamente no quedó anclado en esa acertada pero muchas veces cáustica consideración.
El impulso juvenil que Dudamel supo imprimir en los ensayos y luego en los encuentros con el público confirmaban el acierto de la fundación que junto a su esposa, la actriz María Valverde, quiere devolver a la sociedad la libertad que le permita asumir el timón de vitalidad que en 1975 puso en marcha Abreu con el Sistema de Orquestas y Coros, que pronto se vio replicado en más de 70 países.
COMUNICAR, SENTIR
El ensayo en el Auditorio de Tenerife, el día anterior al concierto del 27 de junio, culminó con el gesto de admiración hacia el trabajo desplegado por los músicos. Tras el almuerzo, y por decisión del director, dejaron atrás tensiones para disfrutar de la playa. Dos guaguas les esperaban, con las que pusieron rumbo a El Médano. El domingo llegó el concierto y tocaron el cielo con la exquisitez de sus aciertos. Tras este periplo, se llevan una envidiable experiencia y el aliento de extender el mensaje de entregar la música como vehículo de comunicación y sentimientos.
La Fundación Dudamel, con sede en Los Ángeles (EE.UU.), inició en 2018 su cometido. María Valverde comparte la gestión de un proyecto que trata de inspirar y enseñar a una nueva generación de jóvenes, impulsándoles para que sean líderes dispuestos a construir un mundo mejor. El proyecto no es ajeno al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que inició en 1975 el maestro José Antonio Abreu, considerando la música como un arma transformadora ante la adversidad, forjando hombres y mujeres comprometidos con el futuro.
Entre los muchos alumnos del maestro Abreu figura en un lugar destacado Dudamel. El violinista de Barquisimeto integró la primera Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar. Su virtuosismo contó con el arrope necesario para que se acrecentara y desde entonces le acompaña, unido a su encomiable capacidad de sacrificio. Por ello se ha hecho merecedor de los mayores reconocimientos, entre ellos tres Grammy.
ENTUSIASMO
Ayer, con la Mahler Chamber Orchestra, trasladó el sentir de Mendelssohn y el universo mágico de Beethoven con la simpar lectura que supo hacer tanto de la Sinfonía italiana como de la Pastoral. Su vitalidad y entusiasmo, se diría que inagotables, crean un hilo de comunicación directo y sutil. Su cercanía y acierto permiten percibir que siente y disfruta la música como herramienta transformadora. Está en su quehacer con la Filarmónica de Los Ángeles y se ha propuesto imprimirlo en la Ópera de París, como lo hace desde la Fundación Dudamel, que ha desarrollado en México, con el apoyo de Frank Gehry, tareas similares a las que ha hecho en España, su primera estancia en Europa.
El efecto Dudamel ilustra la riqueza musical de América. Su nombre, como el del tenor limeño Juan Diego Flórez, es la expresión más visible de una ingente nómina de valores en la composición, la dirección o la interpretación. Esa riqueza artística de América tiene hondas raíces. Sin descuidar la estética europea, el Nuevo Mundo desarrolló un cauce de identidad musical, en un principio sujeto a la expresión nacionalista con atención a sus raíces, que ha dado numerosas figuras.
Por citar algunas, Carlos Guastavino, Astor Piazzolla, Heitor Villa-Lobos, Lorenzo Fernández, Camargo Guarnieri, Antonio Estévez, Inocente Carreño y Antonio Lauro, Teresa Carreño, Manuel Ponce, Carlos Chávez y Silvestre Revueltas. Daniel Barenboim, con su proyecto integrador de judíos, árabes y palestinos en el West-Eastern Divan, el cubano José White…
Canarias, la primera de las Antillas en el viaje transoceánico, construye su propia historia musical y vive un resurgir con el innegable esfuerzo de conservatorios y escuelas de música. Valores tales como Nancy Fabiola, Jorge de León, Celso Albelo y tantos otros son el referente de un nuevo tiempo. Aquí nació y avanza Barrios Orquestados, con el ingenio de José Brito y su proyección en Honduras, y en idéntica sintonía percibimos a la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, en Paraguay. El Sistema de Abreu ha tocado en el espíritu isleño, tan cercano al de Venezuela. La Orquesta Sinfónica de Tenerife ha contado entre sus músicos con el violinista y director José Luis Gómez, que recientemente dirigió a la OST en un programa dedicado a la zarzuela, y en la actualidad cuenta con su hermano Juan Carlos y con el también violinista Moisés Brito.