tribuna

Rara moderación, extraña concordia

*Por Rafael Torres.

Como moderador no tiene precio Pablo Casado. Ejerciendo supuestamente de tal en Ávila, en un acto organizado por el PP, uno de los dos intervinientes a los que moderaba llamó “hijo de puta” al primer ministro holandés, y el otro hizo una arrebatada apología de la sublevación fascista del 36, culpando de esta al Gobierno legítimo de la República Española, imagino que por haber tenido la osadía de ganarse esa legitimidad en unas elecciones libres y limpias. El debate, por llamarlo de algún modo, versaba nada menos que sobre Concordia, y Casado, impermeable al parecer al significado de esta, lo moderó respondiendo con sonrisas cómplices a las burradas que se iban soltando a sus flancos.

El que tan mejorable concepto tiene de Mark Rutte, el primer ministro de Holanda, era Arias Salgado, el que fuera ministro con Aznar, y cosechó grandes carcajadas del auditorio con su fabla tabernaria, en tanto que el otro ponente, que antaño hubiera aterrorizado a los niños con su apellido, Camuñas, ese día espantó a los adultos, o cuando menos a los adultos que conocen la historia, con las cosas que dijo sobre la génesis del episodio más cruel y traumático de la de España, aquel Golpe de Estado que, por su fracaso en las principales ciudades, devino en una terrible y devastadora Guerra Civil, bien que merced a la decisiva ayuda militar a los rebeldes de Hitler, de Mussolini y de las hordas de mercenarios de África.

Pero si como moderador no tiene precio Pablo Casado, como adalid de la Concordia menos precio todavía. Le vino a decir a Camuñas que no se preocupara, que cuando él mande liquidará la recién aprobada Ley de Memoria, y la sustituirá por una de Concordia, que ya anda preparando. Si algún día Pablo Casado gobierna, y no digamos si lo hace al alimón con Vox (Camuñas fundó Vox), como no podrá ser de otra manera, España va a tener Moderación y Concordia por un tubo. O por un túnel, el túnel del tiempo.

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