visiones atlánticas

Democracia contra multiculturalismo

La historia da vueltas para llegar siempre al mismo sitio, aunque el humo y los estruendos del volcán no dejen atravesar la verdad. Vivimos en sociedades complejas, en la era de la comunicación, que nos sitúan en el conflicto entre las democracias liberales y el “multiculturalismo”, que esconde los neocomunismos y los populismos nacionalistas, ahora asociados. Se eleva el drama en España, cuando se suma a la polarización, el conflicto de la nación como causa. Con la que los gobiernos se vuelven inoperantes y por lo tanto incapaces de abarcar los grandes temas de estancamiento económico, social, cultural y tecnológico. Quedan relegadas, la transición digital, la transición verde, la demografía y pensiones, las nuevas formas del trabajo, cuya solución exige de amplios consensos mantenidos en el tiempo, ahora sin acuerdo. Los partidos acaban convertidos en “ecosistemas cerrados”, que funcionan bajo el principio de obediencia, renunciando al mérito. Circunstancia que la actual sociedad sin rumbo integra, conforme a la estadística. Desde el Eurobarómetro, el 75% de la “masa” social desconfía del gobierno y del Parlamento, y el 90 % opina que los partidos los han abandonado. La guerra cultural se da entre las democracias liberales y el “multiculturalismo”, que no es exclusivo de los gobiernos democráticos y ha invadido el mundo occidental. En España con singularidades que polarizan la democracia liberal, sostenida en principios de igualdad, libertad y fraternidad, contra las desigualdades adjetivas que defiende el “multiculturalismo”. Lo principal contra lo secundario, derechos asignados al margen del individuo. En cuya arquitectura se soportan las últimas leyes en España, deconstruyendo la Constitución, que avanzan sigilosamente ante la impavidez de tantos. La Ley de Memoria Histórica, ahora Democrática, se reescribe contra los hechos. La ley de Educación Celaá, ataca el idioma español, los modelos educativos y el mérito como núcleo de las sociedades de clases medias, donde hasta los votantes de Podemos se oponen en desacuerdo mayoritario. Las leyes de identidad de género, eutanasia y aborto, introducen múltiples conflictos de identidad y valores, que no se asumen, en un momento y en temas de largo recorrido, que precisan de más acuerdo que enfrentamiento. Se opta por centrar el debate en “burbujas mediáticas”, que trasladan los conflictos sin abordar ninguno de ellos. Que obligarán a las derechas a superar sus complejos culturales, al “tornaviaje” constitucional y competencial. Tres ejemplos para ilustrarnos. Sánchez viaja tres veces a La Palma para apagar el volcán. El único sitio de España donde no le abronquen en público. Mérito del magma y de los “palmeros” crecidos en la adversidad. Defensa de valores segmentados que deben centrarse en el ciudadano. Democracia volcánica. El Papa Francisco olvida el mensaje cristiano, “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Reescribe la historia de América, con valores que son de hoy. Apuntándose a la “leyenda negra” de los Virreinatos Hispanos, modelo civilizador como demuestran las Leyes de Indias, la pervivencia de razas y la unidad del español. El Papa blanquea al “César Obrador”, al tiempo que diluye los abusos de los Legionarios de Cristo. Demasiado terrenal. Clara Campoamor, hace 90 años, en las Cortes Republicanas de 1931, abogada en el Partido Radical de derechas, defendió el voto femenino que negaban desde el Partido Radical Socialista, Victoria Kent y Margarita Nelken, plegando la igualdad femenina al voto para el partido. Lo sustantivo a lo adjetivo. Como hoy, feminismo de izquierdas dividido en dos y respondido al costado derecho. Democracia contra multiculturalismo.

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