erupción en la palma

La Laguna, otro barrio para la reconstrucción emocional

La tristeza de los afectados, el testimonio sobre una tragedia prolongada en el tiempo que obliga a dar apoyo psicológico
La Laguna, otro barrio para la reconstrucción emocional
La Laguna, otro barrio para la reconstrucción emocional

Macarena, Juan, Marcelino y Verónica son solo algunos vecinos del barrio de La Laguna que en la mañana de ayer asistían con pavor a la pérdida de sus casas. Testimoniar la tragedia cuando se cumplen 31 días de erupción y destrucción no es fácil. Las lágrimas y la tristeza impiden a los afectados mantener una charla, siquiera hablar, mucho menos contestar preguntas. Es quizás esa impotencia y la mirada perdida ante la que nadie se atreve a hablar, el testimonio humano más puro y necesitado de empatía. El ensanche de la colada, que sigue creciendo en altura, que se derrama sobre sí mismo y que sigue devorando, no cesa.


La alcaldesa de Los Llanos de Aridane, Noelia García Leal, decía ayer, haciendo un esfuerzo de contención de la emoción, que “parece que puede haber un desbordamiento de la colada”, lo que se traduciría en la amenaza de más destrucción sobre más metros de carretera, sobre más casas y apenas a unos 30 metros de la gasolinera de La Laguna, vaciada como medida de prevención. Frente a tanto miedo, la esperanza para los vecinos se encuentra solo en las informaciones que llegan del Plan de Emergencias Volcánicas y de su director, Miguel Ángel Morcuende, tras informar en la tarde de ayer que no había seguridad de que la colada llegue a este centro urbano por la orografía del terreno, en la que hay “un par de vaguadas que pueden servir para canalizar esa colada más hacia el suroeste”. Pese a todo, los que ya tienen poco espacio para el optimismo explican que “tuvieron esa misma esperanza, viendo la colada detenida y pensando en que no podría pasar en el barrio de Todoque, y ya no existe”.


Otro vecino de La Laguna se conforma con que “por lo menos fue posible durante la tarde del lunes vaciar toda la casa”, la que fue de su madre, y unos apartamentos vacacionales producto de años de trabajo.


La alcaldesa Noelia García señalaba la necesidad de acometer “una reconstrucción no solo material, sino vital, porque si tenemos a la población destrozada, de nada servirá la reconstrucción”. Para eso, el Gobierno de Canarias ha firmado un contrato con el Colegio de Psicólogos de la provincia tinerfeña, quienes, en un primer momento y durante semanas, han trabajado como voluntarios. A partir de ahora, se integrarán en el plan de atención a la emergencia para prestar apoyo a los damnificados y “tratar de evitar que la catástrofe tenga más secuelas traumáticas”, explicó la alcaldesa. La psicóloga Alicia Pérez Bravo, voluntaria en la atención a los afectados, indicó que entre las reacciones de quienes lo han perdido todo o temen perderlo, a veces existe la imposibilidad de expresar verbalmente la tristeza. “La gente que ve su casa amenazada es consciente de que no están salvados, cada uno sufre lo suyo y mantienen la incertidumbre de si la lava va a llegar o no”.

Asimismo, advierte que “no solo sufren por lo que está pasando ahora, en el presente, sino por lo que vendrá, porque muchos se plantearán si van a recibir lo que consideran que tenían y que les ha quitado el volcán”. Por esa razón, recomienda que “todas las personas que están pasando por esta situación y que no expresan lo que sienten por no preocupar a sus hijos, a sus padres o a sus abuelos, deben acceder a un apoyo psicológico”.

Pérez Bravo, que durante años fue la psicóloga de la Unidad Contra la Violencia de Género en La Palma, explica que “la prolongación en el tiempo de esta situación tan dolorosa, por muchas herramientas que algunos afectados tengan, puede provocar que se vengan abajo, que se vean superados por la situación”.

“La naturaleza no entiende de justicia o injusticia”


En el mismo día y bajo el mismo cielo, pero durante horas dentro de la zona de exclusión, el portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), David Calvo, reveló que uno de sus compañeros perdió su casa. Calvo explicó que “en el contacto con la población, nos señalan caminos de acceso y ves el dolor y la pérdida, y sufrimos por ello, pero tratamos de digerirlo, porque se impone la naturaleza y el planeta hace lo suyo, no sabe de misericordia”. El portavoz, que ha visto cómo “se comía 600 viviendas y urbanizaciones completas el volcán Kilauea”, considerado uno de los más activos del planeta y uno de los más recientes de Hawái, reflexiona sobre el poder del universo: “El volcán no sabe de piedad ni de empatía, la naturaleza es implacable y no entiende de justicia ni injusticia”. Los condicionantes emocionales no se inhiben tampoco en los científicos, incapaces de emanciparse 24 horas al día de la pena de la población. “Algunos afectados llegan a mirar las coladas y no pueden ubicar dónde estaba su casa porque todo está cubierto por la lava, han perdido su referente y eso es muy duro”, dijo Calvo.

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