
Se cumple casi un mes desde que dio comienzo la erupción del volcán de Cumbre Vieja. Desde el pasado 19 de septiembre, no han sido pocos los vuelcos que ha experimentado la sociedad palmera: evacuaciones, confinamientos, nervios, derrumbamientos del cono, nuevos centros de emisión… Y todo ello, en el marco de un evento que, según los expertos, es de los más catastróficos que han tenido lugar en la historia de Canarias. DIARIO DE AVISOS ha hablado con algunas de las personas al frente de la gestión de esta emergencia, a fin de conocer su punto de vista acerca del fenómeno natural que ha obligado a más de 7.000 personas a dejar atrás sus hogares sin la certeza de volverlos a ver en pie.
En apenas una semana, se detectó un enjambre sísmico en torno a Cumbre Vieja, el Gobierno autonómico activó el denominado Pevolca (Plan de Protección Civil y Atención de Emergencias de Canarias por Riesgo Volcánico) y se produjo un explosión en la zona de Cabeza de Vaca, en el término municipal de El Paso, que supuso la génesis de una pesadilla de la que no se vislumbra un final cercano. Y es precisamente la vertiginosidad con la que ocurrieron los acontecimientos, conformando una fase preeruptiva corta, uno de los puntos sobre los que incide la directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, puesto que en el caso del volcán Tagoro (El Hierro, 2011) se manejaron unos plazos más dilatados.
Con respecto a las previsiones de futuro y la duración estimada del evento, señala que no se puede saber con exactitud, teniendo en cuenta que hasta ahora no se había podido observar con tanto detalle en el Archipiélago un suceso de estas características; hoy se hace con una instrumentación que permite monitorizar la sismicidad, la deformación del terreno y el avance de las coladas, siendo la vez que mayores herramientas se disponen. Eso sí, pone de relieve que con los parámetros que se manejan en la actualidad, el marco temporal es de “largo plazo”, descartando el “corto” y “medio”. Unas declaraciones que también realizó en una de sus comparecencias diarias de esta semana, pero que generó una duda entre los habitantes de la Isla Bonita: ¿en qué umbrales nos movemos?
A preguntas de este periódico, Blanco afirma que “cuando hablamos de corto plazo nos referimos a un evento que puede durar días; medio, semanas, y largo, meses”. No obstante, aplicando un criterio de prudencia, asegura que no le es posible ir más allá; en tal caso, se caería en la elucubración.
Igualmente, cabe destacar que un punto de partida son los antecedentes en la comunidad autónoma. De acuerdo con los datos de erupciones históricas, estas se han prolongado, de media, unos 55 días, si bien es cierto que cada estructura volcánica es completamente distinta a otra. Por su parte, el director del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), Nemesio Pérez, admite que “hay dos aspectos que me llaman la atención”. El primero de ellos, explica al DIARIO, es “en términos de emisión de dióxido de azufre”.
Se calcula que el volcán de Cumbre Vieja ya habría superado las 350.000 toneladas de este material, con todos los efectos que esto conlleva: desde el polvo que compromete las estructuras de los edificios y entorpece la operatividad del aeropuerto, hasta el empeoramiento de la calidad del aire. De hecho, esta situación ha obligado a confinar algunos núcleos, sin contar los cuatro barrios de Tazacorte en los que se declaró esta medida de precaución por los gases que emitiría la lava al entrar en contacto con el mar, como así hizo en las proximidades de la playa de Los Guirres.
El otro factor que, a ojos del vulcanólogo, destaca en esta erupción es el de “los daños que están ocasionando las coladas”, con multitud de edificaciones sepultadas -incluyendo el barrio aridanense de Todoque prácticamente por completo- y otras tantas incomunicadas, a las que se unen las infraestructuras viarias y la red de aguas y riego, que amenaza la supervivencias de plantaciones enteras de plátanos -sobre todo- y aguacates. Es por ello que Pérez llega a decir que, con toda probabilidad, nos encontramos, en la apacible isla de La Palma, ante “la erupción más importante de los últimos 75 años en Europa”. Para hacer una afirmación como esa se basa en que las del Teneguía (1971) y San Juan (1949) no son comparables en cuanto a devastación; habría que remontarse a 1944, cuando la ciudad italiana de Nápoles padeció la infernal furia del monte Vesubio.
Todos los años se celebra, cada 11 de febrero, el Día de la Mujer en la Ciencia, en reconocimiento de todas aquellas féminas que, superando el techo de cristal y el suelo pegajoso, se han hecho un hueco en el empirismo. Y entre las que más despuntan en la vulcanología está Carmen Solana, una tinerfeña que no se lo pensó dos veces y, al registrarse el enjambre sísmico en la Isla, dio parte al Involcan de su interés por estudiar todo lo concerniente a la actividad volcánica de La Palma, como colaboradora internacional de la entidad que es. Así, al estallar el volcán de Cumbre Vieja, aprovechando el periodo vacacional de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), donde imparte clases, se desplazó a La Palma para analizar las coladas, su especialidad.
Solana reconoce que es “difícil ver las consecuencias” que la materia a alta temperatura está ocasionando, destruyendo viviendas y fincas. Aunque, pese a lo trágico, dice que a priori, desde el punto de vista científico, “las lavas parecen normales, tanto por comportamiento como por morfología”, si bien remite a sus compañeros petrólogos para ahondar más en cuanto a la composición de las rocas. Además, recuerda que, a pesar de que pueda haber momentos en los que sale flujo de la chimenea principal, pero aparentemente esta no esté discurriendo por ningún lugar, puede significar que se está canalizando por tubos volcánicos, como ha venido ocurriendo en las últimas semanas.
Si algo ha caracterizado a las instituciones públicas, medios de comunicación y sociedad en general -con excepciones puntuales- durante el proceso eruptivo es el sentimiento de unidad. La parte política ha dejado los colores a un lado para hacer un frente común y atajar la emergencia, estableciendo mecanismos de seguridad, poniendo a disposición sus recursos y buscando fórmulas para definir la logística concerniente a la recepción y entrega de las donaciones de ropa y alimentos llegadas desde distintos lugares de España y el extranjero. Posteriormente, se harían públicos unos números de cuenta para realizar aportaciones monetarias, que es lo que, en última instancia, han solicitado las autoridades.
Y no es menos reseñable que en la parte científica también se han hecho esfuerzos para poner el foco en lo importante. Ha sido la erupción palmera la que ha provocado que Nemesio Pérez y el experimentado geólogo Juan Carlos Carracedo aparcaran su histórica rivalidad para, haciendo valer sus dilatadas trayectorias, guiar las decisiones en torno al suceso. Un compañerismo del que dejaban constancia con una fotografía de ambos posando con sendas sonrisas dibujadas. Este último profesional, Carracedo, que es uno de los padres de la vulcanología en España, recuerda con nitidez el Teneguía, pues fue uno de los encargados de tomar muestras de lava para analizarla. De hecho, hace unos días fue inmortalizado por El País en el mismo lugar donde era captado por las cámaras del NO-DO (el noticiero franquista) en 1971 recolectando rocas calientes.
Este volcán, el de Cumbre Vieja, “ya ha durado más que el Teneguía y lanza mucho más magma”. El experto indica que “la desgracia de este volcán es que las bocas se han situado muy al norte, afectando a un zona llena de asentamientos, el Valle de Aridane, y muy llana”, lo que favorece al avance de las coladas y a veces a su ensanchamiento.
“Afortunadamente -dice-, se han evitado pérdidas humanas”, pero no puede obviar que “las casas y los recuerdos no se pueden recuperar”, lo que constituye la verdadera tragedia de este fenómeno, al menos hasta la fecha. Y se suma a las voces que no auguran un final rápido, en la medida en que “tiene mucho vigor y está echando mucho magma y muchos gases”; para que pudiera esbozarse un futuro más esperanzador, al menos estos indicadores deben mostrar una tendencia a la baja.
Eso sí, frente a la especulación por los movimientos sísmicos entre Mazo y Fuencaliente, Carracedo aclara que “pueden tener que ver con una realimentación”, es decir, otro síntoma más de la gasolina con la que cuenta. Para el geólogo, el volcán demuestra un comportamiento “estromboliano típico, sin ninguna anomalía”, y reivindica, al hilo del manifiesto que lanzaban las principales organizaciones sociales y económicas palmeras, que “La Palma es una isla segura; no ofrece peligro ninguno”, pues la situación se halla bajo control: los perímetros están delimitados y la zona de exclusión abarca un área muy amplia. “Dentro de unos años, La Palma seguirá siendo la Isla Bonita. Lo único irrecuperable es el sufrimiento de las personas”, concluye.