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Nancy Fabiola Herrera: “Si eres capaz de conservar la curiosidad, nunca acabas de crecer como intérprete”

La dramaturgia de Federico García Lorca se convierte en música en el Auditorio de Tenerife. La capital tinerfeña será escenario los próximos días 19, 21 y 23 (19.30 horas) de este ejercicio de alquimia con 'La casa de Bernarda Alba'
Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano
Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano
Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano. Miguel Barreto

La dramaturgia de Federico García Lorca se convierte en música en el Auditorio de Tenerife. La capital tinerfeña será escenario los próximos días 19, 21 y 23 (19.30 horas) de este ejercicio de alquimia con La casa de Bernarda Alba, en el que la música de Miquel Ortega y el libreto de Julio Ramos transforman en una ópera contemporánea el título del poeta andaluz. La mezzosoprano canariovenezolana Nancy Fabiola Herrera encarnará a la protagonista de este drama.

-¿Resulta muy diferente afrontar una ópera como ‘Bernarda Alba’, que antes de convertirse en partitura ya era uno de los clásicos del teatro español?
“El que ya existiera esta obra te aporta numerosas referencias sobre la historia que vas a interpretar y puedes profundizar en los diferentes puntos de vista con los que se ha abordado en un teatro. Te permite leerla y releerla, para profundizar en tu personaje, en su historia. Pero también esta circunstancia se presta mucho más a las comparaciones. Por eso te tienes que poner las pilas, porque hay numerosos referentes, y muy buenos, y sobre todo porque has de procurar, de alguna manera, añadirle tu propio sello. Sin imitar a nadie, sino procurando expresar qué es lo que la obra te está diciendo. Todo eso lo convierte en un gran reto”.

-¿Y cómo es ese encuentro entre las palabras de Federico García Lorca y la música de Miquel Ortega?
“El autor del libreto, Julio Ramos, respetó totalmente el texto de Lorca. La ópera lo reproduce casi en su integridad. De manera que vamos a encontrarnos con una propuesta muy fiel a la original. La manera en la que Miquel Ortega ha musicalizado ese texto ha sido, a mi juicio, brillante. Con su música ha sabido retratar muy bien la personalidad de cada una de estas mujeres. Incluso en el caso del personaje masculino que no aparece, Pepe el Romano, pero del que todas hablan. Miquel ha hallado el leitmotiv preciso para cada una de estas personalidades y la ópera funciona de una manera que considero espectacular. Ya el propio texto de Lorca es muy potente, es maravilloso, con lo que se producido así un matrimonio fantástico entre letra y música”.

-Precisamente, el propio Miquel Ortega es el director musical de esta producción en el Auditorio de Tenerife. ¿Qué le aporta como cantante ser guiada por el autor de la música que va a interpretar?
“Tenemos la inmensa fortuna de que el compositor dirija a la orquesta y los cantantes. Esto para cualquier artista es un auténtico placer, pues lo habitual es que interpretemos obras de compositores que ya no están, sobre todo en la ópera. En este caso, contar con ese privilegio de poder hacer la obra de un compositor vivo y que encima te dirija, es un plus muy grande. Porque entonces se produce una construcción del personaje, tanto en lo vocal como en lo interpretativo, de acuerdo a lo que el autor persigue, más allá de que haya un director de escena que también ofrezca su visión y enriquezca la propuesta”.

-Usted ya ha tenido la oportunidad de encarnar a Bernarda Alba en otras ocasiones. Ahora mismo se encuentra inmersa en los ensayos para las representaciones en Tenerife. ¿Llega a evolucionar el personaje, cambian los matices, a medida que lo interpreta?
“Sí, sin duda. Vas asumiendo la vocalidad de esa partitura cada vez más como algo propio. Se trata de una partitura bastante compleja, tanto a nivel musical como vocal, que también es el reflejo de la complejidad de la obra teatral. Cada vez que retomo este rol van aflorando cosas nuevas y se van asentando otras. Es un proceso de enriquecimiento a medida que lo interpreto y lo voy sintiendo más como algo propio, como una segunda piel”.

-Verdi, Rossini, Donizetti; Händel, Mozart, Gluck; Stravinsky, Piazzolla o Falla. Durante su carrera ha interpretado la música de un amplio número de compositores, pero ¿existe algún rol o algún autor en concreto que le gustaría afrontar en el futuro?
“Siempre hay cosas pendientes de hacer. He tenido la suerte de desarrollar una carrera dilatada y de ser muy curiosa musicalmente. Siempre me ha gustado abordar diferentes autores, desde los clásicos a los contemporáneos, por lo que me gustaría profundizar en otras obras y otros compositores. Con el tiempo, la vocalidad va cambiando, va madurando, y afrontas nuevos roles. Quisiera, por ejemplo, seguir profundizando en Verdi. También me considero una gran mahleriana, Gustav Mahler me fascina y considero que es un autor para interpretarlo en la madurez de la vida, porque en esa etapa lo entiendes de otra manera y la vocalidad es mucho más rica en este momento. No he incursionado tanto en la música alemana y me gustaría hacerlo, por ejemplo, con Richard Strauss. He tenido la suerte de interpretar a Herodías en Salomé y es otro territorio, muy diferente al que yo recorro de manera habitual. Me siento mucho más como pez en el agua con el repertorio francés e italiano, pero me encantó sumergirme en ese otro mundo y quisiera seguir explorándolo. Espero continuar siendo curiosa, tanto en el mundo sinfónico como en el de la ópera y la zarzuela, hasta el día que me vaya. Si uno está dispuesto a ello, nunca se acaba de crecer como intérprete”.

-¿Cómo está viviendo este tiempo tan raro condicionado por una pandemia, en el que se prescribe el confinamiento, alguien como usted, que se dedica a un oficio en el que la cercanía con el público es esencial?
“Esta siendo reto enorme, pero también un gran aprendizaje en muchos sentidos. Ha habido momentos de todo tipo. De incertidumbre, de estar ocho meses sin poder trabajar, pero también de no parar de hacerlo desde septiembre del año pasado. Cuando la vida nos pone ante una situación como esta, siempre he pensado que uno tiene que fluir. Más allá de esa incertidumbre, el confinamiento lo viví bastante bien. En ningún momento me aburrí ni me sentí mal dentro de casa. Lo aproveché para hacer otras cosas para las que no encontraba tiempo cuando estaba en la carretera. También empleé ese tiempo para no hacer nada en determinados momentos. Parece que te has de sentir culpable por ello y, sin embargo, creo que en ocasiones de ahí surgen grandes ideas. De igual modo, han sido momentos para priorizar las cosas de manera diferente, para darme cuenta, precisamente, de cómo navegar ante situaciones imprevistas como las que se nos presentan, para saber que no todos los huevos puedes ponerlos en la misma cesta con el fin de que, por ejemplo, tu economía no dependa de un único ingreso… He repensado mucho si realmente lo que estaba haciendo era lo que me apasionaba o no… Más allá de todo lo negativo de esta pandemia, también creo que nos ha traído cosas positivas”.

-¿Y desde el escenario llega a sentir una mayor expectación o, si lo prefiere, una mayor gratitud, entre el público, por poder al fin asistir a un espectáculo que la pandemia había convertido en excepcional?
“Sí que lo siento. Recuerdo cuando me subí en Madrid a un escenario, después de ocho meses sin poder hacerlo. La gente acababa de comenzar a salir a la calle. Y la emoción era, y aún lo es, muy grande. Todo eso lo sientes. Es como una corriente de ida y vuelta entre el público y los artistas. Hace un año, cuando terminé de cantar un aria, obtuve el aplauso más grande de mi vida, no el más largo. Creo que la respuesta del público tuvo que ver con su inmenso deseo de escuchar música en vivo, de recuperar una cierta normalidad, de poder disfrutar del arte. Una práctica que aplico desde el fin del confinamiento, y que a mí me sirve mucho, es levantarme cada día y mostrar mi agradecimiento por todo. A menudo damos por hecho muchas de las cosas que tenemos, pero esta pandemia nos ha enseñado a ver las orejas al lobo, a no dar nada por sentado. De modo que intento disfrutar de cada momento y valorarlo, dentro y fuera del escenario”.

-¿Queda mucho trabajo por hacer, a su juicio para que la ópera, la zarzuela, la música clásica se despoje de los prejuicios que a menudo la alejan de eso que llaman el gran público? ¿Qué cree que se están perdiendo quienes no suelen acudir a estas propuestas?
“Creo que se trata de un proceso que debe seguir evolucionando. De alguna manera, deberíamos copiar los recursos que utiliza, por ejemplo, el pop, que sabe llegar a millones de personas. Desde la música clásica tenemos que sacarle más partido al marketing y también a la creatividad. Y no considerarla como un reducto específico para cierto tipo de personas. Hemos de lograr quitarle esa telaraña que aprecian muchos y que la gente sienta a la música clásica como algo suyo, como lo pueden ser el rock o el pop latino, por ejemplo. De ahí podríamos tomar muchas cosas para que incorporemos la música clásica a nuestras vidas, porque, sin duda, es una vivencia completamente diferente a cualquier otra. La energía que mueven los músicos o los cantantes que no utilizan micrófonos sobre el escenario es algo insustituible que mucha gente no conoce. La música clásica nos mueve el alma como ninguna otra. También creo favorecería mucho este objetivo, en todas las artes, que existiera en España una ley de mecenazgo eficaz, como la hay en otros países. Así, toda la carga cultural no descansaría casi mayoritariamente en las administraciones públicas, sino también en el sector privado”.

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