
El cementerio de Las Manchas, desaparecido bajo la colada que emanó de una nueva herida del volcán, se suma a los iconos materiales destruidos por la voracidad de la erupción, uno de los más potentes referentes emocionales en un duelo colectivo de miles de familias que continúa. Más allá de la pérdida emocional, la de recuerdos y visitas en un camposanto inaugurado en 2006 y lugar de reposo de miles de restos mortales, supone, además, un problema logístico al que hay que buscar solución, otra más en un escenario en el que cada día aparecen nuevas consecuencias, pérdidas y afecciones sobre un revestimiento vital de tristeza.
Cada mes fallecen en Los Llanos de Aridane una media de 12 personas, según los datos del Consistorio llanense. Desaparecido el único horno crematorio de la Isla, donde se ha despedido a miles de familiares en los últimos 15 años, y sin camposanto, incluso la normativa municipal ha tenido que ser readaptada a los pulsos y al recorrido del volcán, saltándose el precepto de que los muertos deben recibir sepultura en el municipio en el que están empadronados.
No entiende el volcán de misericordia ni de fronteras ni de recuerdos, y los hombres y mujeres de la comarca del Valle de Aridane, excepto los de Tazacorte, están siendo trasladados a municipios de la comarca este de la Isla en un recorrido que a las familias, nos cuentan, se les hace más fatigoso, casi insoportable.
Esta solución transitoria tiene fecha de caducidad. La escasez de nichos impedirá dar cobertura durante mucho más tiempo a las defunciones que se registran en el Valle. Lorena Hernández Labrador, concejala de Seguridad del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, afectada también por este nuevo ataque del volcán, habla de cómo ha trasmitido a todos los vecinos que ha podido el esfuerzo para “pensar más que nunca en las almas”. Desde su posición como responsable municipal, sabe que hay que buscar soluciones urgentes, entre las que figura, como lo más viable, la opción de habilitar un crematorio para dar cobertura a estas necesidades, aunque está por determinar dónde. Algunas familias, pocas, optaron en las primeras semanas de la crisis volcánica por retirar los restos de sus difuntos y trasladarlos a otros cementerios.
Esa opción fue viable hasta días antes de que el ahora desaparecido Cementerio de Las Manchas pasara a formar parte de la zona de exclusión. Las semanas, que en medio de la crisis volcánica parecen años, dieron paso a un profundo arrepentimiento y al deseo de dar marcha atrás en el tiempo para evitar que la lava sepultara para siempre el camposanto, y con él, los restos mortales de más de 3.100 difuntos, pero ya no era posible. Incluso personal de la emergencia llegó a tener restringido el acceso a la zona por los riesgos que entrañaba.