Pedí cita telefónica para vacunarme de la gripe hace tres días. Me la dieron para ayer a las 13,05 en el Hospital del Norte (Icod). 17 kilómetros, llegué, aparqué cómodamente, entré, me atendieron a los cinco segundos, me condujeron a la sala de vacunas y en el brazo izquierdo me pusieron la Pfizer, como refuerzo de la Jannsen, y en el derecho la de la gripe, porque yo había pedido allí mismo que me administraran la dosis “extra” contra el covid-19. En total, menos de cinco minutos. Diez minutos de reposo por lo de la reacción, que no la hubo, coche y vuelta a casa. ¿Quién dijo que nuestra sanidad funciona mal? Desde luego, para mí no. Recomendación del enfermero: si siente molestias, paracetamol de un gramo cada ocho horas. “Y no se preocupe de nada”. Bueno, pues ya tengo todas las vacunas y sus refuerzos, pero no dejaré de colocarme la mascarilla en el interior de los sitios a los que vaya. Y cuando acudí a la farmacia a buscar las pastillas de Mini para que no se rasque, la farmacéutica me dijo: “Hay gripe, o sea que lo mejor que hiciste fue vacunarte”. A uno le da todo esto tranquilidad y siguiendo las normas de la autoridad sanitaria yo creo que no hay nada que temer. Nos hemos vuelto más obedientes ante los peligros y eso es bueno. Transgredir las normas no sirve para nada, porque quienes las dictan saben más que uno. Así que mi vieja rebeldía se ha quedado olvidada en el fondo de un armario y ahora soy escrupuloso con las advertencias de la autoridad sanitaria. Ya digo, todo muy cómodo. Si este es un ejemplo de cómo funciona la sanidad canaria, se trata de un buen ejemplo. A ver si cunde y la gente cumple.