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Mircea Cartarescu: “Así como el mundo se refleja en una gota de rocío, al escribir sobre ti escribes sobre todos”

El poeta y novelista rumano clausura la edición de 2021 de 'Puerto de Letras. Escritura en diálogo'
El poeta y novelista rumano estuvo esta semana en el Puerto de la Cruz. / Fran Pallero

Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) es un poeta rumano que escribe novelas. La palabra poética no ha dejado de visitarle desde que comenzó a ejercer el oficio de escritor y en aquellos años, los 80, en Rumanía, frente al régimen comunista (“que de hecho era fascista”, subraya) de Nicolae Ceausescu la poesía era sobre todo un arma cargada de presente. Y también una forma de respirar en medio de un paisaje opresivo. La editorial española Impedimenta ha publicado este año su Poesía esencial, en una traducción de Eta Htrubaru y Marian Ochoa de Eribe. Esta última, también escritora y profesora, ha acompañado a Cartarescu en una charla con DIARIO DE AVISOS que transcurre del rumano al español. Mircea Cartarescu ha sido esta semana el protagonista del último encuentro del año propuesto por Puerto de Letras. Escritura en diálogo, el proyecto auspiciado por el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz que coordinan Antonio López Ortega, Rafael-José Díaz y Nela Ochoa. De cuando en cuando, Mircea Cartarescu aparece en esos recurrentes pronósticos que se formulan cuando se acerca la fecha de la concesión del Nobel de Literatura. Una singular, al tiempo que inevitable, apuesta que, en todo caso, quizás no hace justicia a la obra de las escritoras y los escritores si estamos de acuerdo en que la literatura expresa lo inefable y se escapa de cualquier cálculo.

-A los 30 años dejó de escribir poemas. Ahora la editorial Impedimenta ha publicado en España su ‘Poesía esencial’. ¿Qué siente cuando tiene la oportunidad de acercarse a sus versos?

“No recuerdo la mayoría de mis primeros poemas, pero en ocasiones releo algunos de estos antiguos libros de poesía y me gusta haberlos escrito. Aprendí muchísimo escribiendo poesía, pero hoy me alegra haber sido capaz de pasar luego a esa otra profesión que es la prosa”.

-Usted ha dicho que en realidad toda su obra literaria esta construida a base de versos. ¿De qué manera la poesía tiene presencia en sus novelas?

“Leonard Cohen afirmaba que tras cada uno de sus poemas estaba la sombra de una guitarra. Lo mismo me ocurre a mí: detrás de cada libro en prosa hay un poema. Soy poeta. Nunca me he definido de otra manera. Porque para mí escribir prosa es otra manera de hacer poesía. La poesía continúa siendo mi forma esencial de hacer literatura y también mi forma esencial de vivir”.

-¿Cómo fue ese paso, esa transición hacia la novela que podría ejemplificar, por ejemplo, su libro ‘El Levante’?

“Después de escribir siete volúmenes de poesía, sentí que era suficiente. No quise nunca, y no quiero tampoco ahora, realizar una carrera como poeta. Tengo compañeros que ya llevan escritos 30 volúmenes de poesía. Yo, en cambio, creo que ya dije lo que tenía que decir con esos siete libros. Así pues, en esa edad, en torno a los 30 años, establecí conmigo mismo que no iba a volver a escribir poemas”.

La editorial Impedimenta ha publicado este año la ‘Poesía esencial’ de Cartarescu. / Fran Pallero

-Y entonces tuvo que afrontar un cambio en la forma de expresarse a través de la literatura.

“Sí, así es. No pasé directamente del verso a la prosa, sino que busqué caminos intermedios. Uno de esos intentos fue el largo poema El Levante, un libro escrito en 7.000 versos alejandrinos. Otro fue hacer una poesía actual, la que se realiza hoy en día: una poesía prosaica. Solo a partir de ahí tuve el valor de ponerme a escribir prosa con toda mi alma. Y desde entonces la prosa es mi gran amor”.

“La poesía es mi forma esencial de hacer literatura y mi forma esencial de vivir; aunque escriba novelas, soy poeta”

-La generación de la que usted forma parte, la de los Blue Jeans, podría entenderse como una mirada hacia fuera, hacia la idea de libertad, desde un país, Rumanía, que no la tenía en ese momento. ¿Cómo vivía ese contraste entre la dictadura y su vocación de poeta?

“En el mundo real todos vivíamos en medio de una dictadura que se llamaba comunista, pero que de hecho era fascista. Probablemente los españoles de cierta edad que vivieron la época de Franco sepan a qué me refiero. Era la misma situación, la misma tiranía, aunque creo que en la de Rumanía había más pobreza y más carencias. Frente a ello, mis compañeros y yo vivíamos sobre todo en la literatura. Para nosotros lo más importante era conservar la libertad interior. Porque en aquel momento el hecho de que desapareciera la dictadura comunista nos resultaba imposible. La Unión Soviética parecía eterna y tenía una frontera enorme con Rumanía. Así que lo único que podíamos hacer era ofrecer a la gente libertad interior, libertad de pensamiento. Y eso era lo que hacíamos con la literatura que escribíamos”.

-Precisamente por desarrollarse en esas circunstancias la poesía brindaba esperanza.

“Éramos subterráneos, marginales. A duras penas eramos tolerados por el régimen. Pero la gente, sobre todo los jóvenes, disfrutaban mucho con nuestros textos. En Rumanía existían en aquel tiempo unas pocas islas de libertad: cuatro o cinco grandes grupos de rock, varios círculos literarios estudiantiles, bastantes artistas visuales… que no se subordinaban a la política de Estado. Creo que esto fue muy importante para los rumanos en aquel preciso momento”.

Cartarescu protagonizó la clasura de ‘Puerto de Letras’, el proyecto literario que coordinan en la ciudad turística Antonio López Ortega, Rafael-José Díaz y Nela Ochoa. / Fran Pallero

-Usted, junto a otros compañeros, decidió en esos años sacar la poesía a la calle. Si en ese momento fue una herramienta para defenderse de un régimen opresivo, ¿qué papel debería desempeñar hoy la poesía?

“Quizás paradójicamente, el arte, las artes, es algo que resulta más necesario para los individuos en etapas como esa, de dictadura. Ahí todos los artistas se convierten en héroes, en disidentes, en críticos abiertos al régimen, y asumen todos los riesgos que eso conlleva. En épocas de democracia da la impresión de que el sentido que posee la poesía disminuye. Sin embargo, no es así. Es tan solo una apariencia. Las artes impregnan todo el tejido social”.

“En el mundo real, en Rumanía había una dictadura fascista, pero yo elegí vivir en la literatura, en la libertad interior”

-Aunque su valor resulte menos evidente.

“Hoy la poesía no la encontramos solo en los libros de poemas. Está en todas partes, en los anuncios publicitarios, en las películas, en los videojuegos… Facebook y el resto de las redes sociales están llenas de poetas. Incluso demasiados [sonríe]. Así pues, aunque la poesía haya perdido ese prestigio social, sigue siendo importante para la gente”.

-Alguna vez usted ha hablado de su pasión, por ejemplo, por Julio Cortázar. ¿Qué otros autores en lengua española le han interesado y le siguen atrayendo?

“De los escritores españoles me gusta mucho, entre otros, Javier Marías, algo que seguro que comparto con numerosas personas. Entre los autores de América Latina tengo una gran lista de favoritos: Lezama Lima, el propio Cortázar, Borges, Sabato, García Márquez… Viví la época en la que eran muy traducidos en Rumanía y, de hecho, cuando era joven me nutrí, me alimenté, con sus obras. Cuando conocí a Mario Vargas Llosa en Bucarest me parecía estar viendo a un dios griego. Era un gran ídolo para mí y no me podía creer que estaba hablando con él. En general, me gusta la literatura imaginativa, novelas con tendencia hacia lo fantástico, lo onírico, lo surrealista… Y encontré en los autores latinoamericanos todo lo que yo necesitaba”.

-Para escribir la novela ‘Solenoide’, uno de los principales materiales que empleó fueron sus diarios. ¿De qué manera lo autobiográfico impregna las ficciones que escribe?

“Leonardo da Vinci decía que cada pintor se pinta a sí mismo. Gustave Flaubert afirmaba que Madame Bovary era él. Esto demostraría que un autor solo puede escribir sobre sí mismo. Pero así como el mundo se puede reflejar en una gota de rocío, también se puede reflejar en la mente de un escritor. Al escribir sobre ti, escribes sobre el mundo. Yo parto de las experiencias personales para luego extenderlas, generalizarlas, en torno a los temas que deseo exponer”.

“Como Alejandría para Durrell o Buenos Aires para Borges, Bucarest es mi referencia, mi ‘alter ego”

-Confiesa haber tenido siempre una relación de amor y odio con Bucarest. ¿Ahora mismo cómo es ese vínculo? ¿Hay más amor o más rechazo hacia la ciudad en la que nació?

“Mi relación con Bucarest es verdaderamente compleja. En los años 80, cuando comencé a escribir literatura, no albergaba ninguna esperanza de poder salir del país. Rumanía era una cárcel, no se podía viajar. Ni siquiera teníamos pasaportes. Todo lo que conocíamos estaba en el interior de la frontera. Y en aquella época estaba sinceramente convencido de que Bucarest era la ciudad más bonita del mundo. No teníamos un elemento de comparación. En 1990, en mi primer viaje, llegué directamente a Manhattan. Se puede imaginar el shock cultural que sufrí”.

-Fue su caída del Telón de Acero particular.

“Ciertamente, me desperté en la realidad, pero Bucarest sigue siendo mi ciudad de referencia. No, como me dije muchas veces, la ciudad más bella del mundo, pero sí como un alter ego. De la misma manera que Alejandría era el alter ego de Lawrence Durrell o Buenos Aires lo era para Borges. También yo, como ellos, he asumido mi ciudad. Una ciudad que es muy vitalista, con una vida nocturna muy intensa y con muchos enigmas. Me gusta utilizar Bucarest en mis textos porque es muy diferente a las grandes metrópolis de acero y cristal. Es precisamente esa parte que tiene de ruinas melancólicas lo que presenta un mayor interés para mí”.

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