en la frontera

El espacio del centro

La primera vuelta de las presidenciales en Chile pareciera certificar la crisis del espacio del centro y el auge de las ideologías cerradas. Es decir, de nuevo ante nuestra consideración preguntas acerca de si el centro existe, si es necesario, si ante la polarización ideológica reinante no hay más remedio que bascular por los extremos. Que el espacio del centro es relevante lo certifica que ahora los candidatos, como pasara en Ecuador hace no mucho tiempo, intentan que sus proyectos y propuestas atraigan al electorado moderado pues se piensa con razón que en ese espacio se jugará la batalla política en la segunda vuelta. Vaya por delante que, en mi opinión, el centro es un espacio que tiene caracterización propia, que tiene significado sustantivo y que no es fundamentalmente el punto equidistante entre izquierda y derecha. Tampoco es, según me parece, la indefinición o la absoluta relatividad. Nada tiene que ver con la cosmética y menos con el teatro. Más bien, tal espacio se caracteriza, como escribí hace ya más de veinte años, en un libro con prólogo de Adolfo Suárez, por una mentalidad abierta, capacidad de entendimiento, sensibilidad social, racionalidad, realismo y, sobre todo, compromiso congruente con los derechos de todos, especialmente de los más débiles y de los que tienen menos o ninguna posibilidad de salir adelante por si mismos.

La capacidad de entendimiento es otra característica bien relevante del espacio del centro. Esto significa, no solo la tendencia a abrir puertas, a tender puentes, al diálogo sincero, sino, sobre todo, la convicción de que es posible mejorar la propia posición, que es posible aprender de los demás en el diálogo. La política democrática mucho tiene que ver con el diálogo, con el encuentro, con la conciliación, con la integración de diferentes posturas o posiciones. Si se tiene mentalidad abierta y se persigue sinceramente el bienestar general de los ciudadanos, la búsqueda de soluciones es relativamente fácil. Ahora bien, cuando la primera consideración, o la única, es el mantenimiento del poder, entonces la realidad se difumina y se imponen los criterios tecnoestructurales.

La sensibilidad social, que afortunadamente ya no es hoy un patrimonio de la izquierda, porque así lo demuestra la realidad, es, por supuesto, una fundamental característica del espacio de centro. En efecto, desde el espacio del centro se practican políticas sociales que van más allá de la pura y dura subvención que compra voluntades, políticas que posibilitan un mejor ejercicio de la libertad solidaria, políticas sociales que permiten un desarrollo personal más genuino y libre. Las políticas centristas son políticas racionales. Todo se debe explicar, todas las políticas a emprender, o a criticar, pueden y deben ser objeto de estudio, de análisis. Desde el espacio de centro se hace pedagogía política sin caer en la tentación de la crítica destructiva como regla. En otras palabras, desde el espacio del centro se recomienda dedicar tiempo a formar equipos que proporcionen ideas y contenidos sobre los que basar los proyectos. La racionalidad y la contemplación de la realidad en todas sus dimensiones nos llevan de la mano a la comunicación. Para el espacio del centro la comunicación, sin ser el fin, es uno de los medios más importantes de la acción política. Una política de comunicación centrista es una política de comunicación que siempre está a la vanguardia, que lleva la iniciativa, que está pegada a la realidad, que sabe convertir los fracasos en éxitos, que reconoce los errores cuando se cometen sin demoras y, sobre todo, que procura hacer llegar al pueblo mensajes inteligibles, claros y positivos.

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