
Los expertos solo hablarán de signos claros de agotamiento cuando se cumplan tres semanas con los registros de los últimos ocho días. Es lo que afirman desde el Comité Científico algunos de los expertos, entre ellos el director del Área de Vigilancia Volcánica del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), Luca D’Auria, que sostiene que está “en una fase de tendencia descendente”, que podría no tener continuidad. Habrán de pasar 13 días más con los mismos registros continuados de estabilidad para hablar de un descenso rotundo de la actividad del volcán. Aunque así fuera, y se diera por extinguido con la medición de cero del dióxido de azufre, del que se siguen registrando miles de toneladas diarias, la emergencia volcánica continuaría por los enormes riesgos que comporta la zona de exclusión.
Para el sector agrario será difícil asimilar la realidad cronológica en el “después de la erupción”, en la que no intervienen ni la voluntad ni las inversiones, sino la realidad geológica de la zona y las mediciones científicas.
Entre cinco y diez años tendrán que transcurrir (dependiendo de la masa, la estructura y la altura de las coladas) para que pudiera pensarse en llevar tierras y convertirlas en fértiles para replantar plataneras o cualquier otro cultivo. El volcán impone su voluntad y deja testimonio de su superioridad con cifras récord: casi 300.000 millones de metros cúbicos de magma, un dato que los profanos en materia volcánica pueden contextualizar si se atiende al registro del Teneguía, que emitió 46 millones de metros cúbicos de magma en 1971. Pero esto no es lo único llamativo de este volcán.
10 millones de metros cúbicos de ceniza
A falta de mediciones más exactas y concluyentes, fuentes autorizadas del comité de expertos señalan a este periódico que “no tiene equivalentes en el registro histórico de Canarias en la emisión de ceniza, superando con mucho los umbrales que conocemos: ya ha superado los diez millones de metros cúbicos”.
Más allá de la sorpresas que causó entre los expertos y los equipos de protección civil la erupción por su fiereza y la urgencia en los tiempos, pocos podían imaginar que llegaría a cruzar el umbral de las 11 semanas. Entre los que sospecharon su virulencia, aunque nunca en toda su dimensión y mucho menos por su capacidad de destrucción, está Luca D’Auria, sismólogo napolitano de 46 años que, con cinco experiencias volcánicas antes del encuentro con este, reconoce que “supera todo lo que habíamos imaginado inicialmente. En los días siguientes a su erupción mostró su verdadera personalidad y se vio con claridad su mala intención”.
Pese a ser un hombre de ciencia, reconoce sin timidez el impacto que le sigue causando ver “el monstruo en que se ha convertido, dominando por completo el paisaje y cambiando para siempre un valle que ha sido cubierto por más de 1.100 hectáreas de lava”. Pese a la humanización de esta gran catástrofe de impacto social,emocional y económico sin precedentes, la erupción que sigue sufriendo la comarca del Valle de Aridane no tiene fecha de finalización y el propio D’Auria explica con claridad que “todo lo que ha ocurrido no es inusual en un volcán de este tipo, aunque sí nos ha sorprendido la cantidad de magma que ha emitido y aún más su intensidad explosiva, que ha alcanzado ya el nivel 3 en una escala de ocho”.
Entre cinco y diez tubos volcánicos.
La erupción estromboliana y fisural ha creado ya, según los primeros datos estimados por los vulcanólogos, entre cinco y diez tubos volcánicos, “algunos colapsados por coladas superpuestas, sepultados, mientras que otros siguen su curso bajo las coladas, alimentando el crecimiento de la fajana”. Entre los temores del comité científico no parece estar la posibilidad de que la fisura del volcán pueda llegar a cruzar hasta Villa de Mazo y Fuencaliente, uno de los temores más exorcizados por el silencio de los vecinos de la comarca este, al otro lado de la Cumbre. Es “bastante improbable” que esa fisura se abriera hasta esa zona de la Isla, y, en todo caso, sería anunciado por terremotos a muy baja superficie, entre uno y dos kilómetros de profundidad, algo que no se ha dado y que confiere “inmunidad” a los municipios donde mayor número de sismos se registran, todos a mucha profundidad.
Pero más allá de eso, la apertura de las más recientes fisuras por donde sigue manando magma en las coladas más al sur constituyen un respiradero para el volcán.