Lo que ha escrito mi admirada Cayetana Álvarez de Toledo en su libro, Políticamente indeseable (ed. B), es un lamento por España. España, el país sin pulso, como la definió Francisco Silvela, cuya actualidad de los últimos años relata esta mujer inteligente y brillante con una claridad de amanecer y una valentía impropia de político. Contradijo Cayetana a Cánovas en aquello de que “son españoles los que no pueden ser otra cosa”, porque ella pudo ser francesa, argentina y no sé qué más, para ser española. Y sus memorias recientes están construidas sobre un cimiento de grandísima sinceridad. No sé si callará mucho, pero también dice mucho en las páginas de un libro que yo he devorado y que revela verdades como puños. No puede ser de otra manera. La crónica de España es todavía negra, porque negro es el color de las traiciones, los pisotones, las maledicencias y las calumnias. Ay, las calumnias. Aquí se calumnia constantemente, sin piedad, para que quede algo cuando se descubra la mentira. Para que se perpetúe (y más con las redes) la sombra de la duda. España, el país de Dios, “…como si Dios fuera un buen señor que no tiene otra cosa que hacer sino ayudar a los españoles…”, dijo Eugenio Noel. El fragor difuso y torticero de la izquierda, las contradicciones de la derecha, los intentos vanos del centrismo, todo eso, en su etapa más reciente, tiene cabida en el libro de Cayetana, una mujer enormemente interesante, culta y que escribe como los ángeles, en el caso de que los ángeles existieran. Lean el libro quienes quieran a España y quienes deseen otra España que el país lamentable en que vivimos. Quienes deseen ver desenmascarados a los bárbaros que han convertido a España en un basurero. No se salva nadie, ni de un lado ni de otro. Porque culpables somos todos, no digamos los medios de comunicación. ¡Bravo, Cayetana!