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No se vuelvan locos

No se me vuelvan locos con las compras de Navidad; no vale la pena

No se me vuelvan locos con las compras de Navidad; no vale la pena. Yo, por ejemplo, tengo de todo, así que para qué estoy cayendo en la tentación de ir a las tiendas. Consumista compulsivo en el pasado, he dejado de serlo. Le pasó a mi abuelo con el dinero. Era un hombre muy espléndido, pero llegó un momento en que puso el pedal en el freno y no soltaba un duro. Entonces deduzco que lo mío debe ser cosa de familia. Además, no están los tiempos para dispendios. Me quitaron hasta el seguro privado, porque hace tres años me metieron en la UVI, me hicieron un cateterismo cuando lo que tenía era un subidón de azúcar, es decir sin necesidad, y la clínica privada le pasó tal sablazo a la aseguradora que ésta se agarró a un clavo ardiendo para quitarme la tarjeta. No quise recurrir la decisión, ¿para qué? Ahora estoy apuntado al treinta y ocho barra, pero la verdad -y toco madera- es que no lo uso sino para las medicinas: me cuestan dos euros en vez de cincuenta y esto se agradece. Lo que les comento son cosas de espectador de obra a través del agujero en la tela verde para ver si hay agua en el fondo, pero, claro, uno tiene que danzar al ritmo de la edad que le toca. Mi padre era más derrochador: llegó a comprar lotería con letras de cambio al lotero Domingo, que venía de Icod con una maletita. Llevaba siempre corbata negra y era un hombre muy amable. Les hablaré uno de estos días del libro de Cayetana Álvarez de Toledo; vaya mujer interesante, elegante y qué bien escribe. Les recomiendo su libro, que creo que ha agotado su primera edición. Las actuaciones de algunos bobos del PP me hacen sentir vergüenza. Acabarán destrozándose, como se destrozó a sí misma la UCD, que era la esperanza.

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