tribuna

Un 2021 muy africano

En este último artículo del año me gustaría hacer a modo de cierre unas reflexiones sobre lo que este 2021 ha supuesto para África, un ejercicio en el que la pandemia, como no podía ser de otra manera, lo ha marcado todo. Mi empeño sigue siendo que Casa África sea una institución que permita conocer también el día a día de lo que pasa en el continente, y por lo tanto no podemos renunciar a analizar con criterio propio lo que sucede y ser críticos cuando corresponda. El mundo vive un espiral de cambios y mutaciones en los que África ha dejado de ser un testigo sin arte ni parte.   

LA PANDEMIA 

Recuerdo que leí sobre una encuesta en el pasado mes de abril que decía que 2/3 de los virólogos del mundo (era una encuesta amplia por profesionales de todo el planeta) afirmaban estar convencidos de que en menos de un año ya podría haber variantes que desafiarían las vacunas ya creadas. La clave, sostenían, era que en partes del mundo, especialmente África, no vacunar suponía facilitarle eso al virus.  

La conclusión de ese trabajo era reclamar una vacuna para el pueblo, y que la existencia de una vacuna dejase de verse como el negocio de unas grandes empresas que habían sido capaces de acertar en la investigación. Ahora que cerramos el año, en pleno estallido de esta sexta ola y de la llegada de la variante ómicron, pienso que es más que evidente que el mundo no ha querido aprender de la lección y han ignorado el aviso que tanta gente daba.  

A día de hoy, poco más de un 7% de la población africana ha sido vacunada con dos dosis, seguimos leyendo titulares bienintencionados de donaciones masivas de COVAX para  el continente, pero no ha habido acciones contundentes, osadas y decididas para conseguir que ya varias fábricas en el continente estén produciendo la vacuna. Hay quien dice que ómicron es solo un ensayo (mucha capacidad de contagio pero con menor capacidad de hacer daño a los vacunados) de lo que una nueva variante resistente a las vacunas podría hacerle al mundo. Y por la velocidad que hemos visto es capaz de expandirse esta nueva variante, hablamos de todo el mundo, no solo de los países con pocos vacunados.  

En términos sanitarios, pues, ha sido un año decepcionante para África, al ver que no llegaban las vacunas prometidas inicialmente ni se cedían los derechos para poder fabricarla en el continente (aunque Sudáfrica camina hacia ello ahora mismo con la vacuna de Janssen). Lo hemos estado siguiendo a diario desde nuestra institución mediante la edición de un boletín que a diario ha llegado a más de un millar de receptores. La única buena noticia en este campo ha sido el anuncio de una vacuna para la malaria.  

(MALAS) NOTICIAS 

El año 2021 para África (y en esto es algo que la pandemia ha tenido mucho que ver) ha sido prolífico en malas, algunas muy malas, noticias. La estabilidad de países que creíamos referentes ha temblado por varios factores.  

Hemos visto a un Nobel de la Paz, el etíope Abiy Ahmed, alardear de dirigirse al frente de batalla para combatir contra los rebeldes Tigray, en un conflicto del que sabemos muy poco porque, principalmente, no se ha permitido la entrada de un solo periodista. Qué importante está siendo la desinformación y las llamadas ‘fake news’, los bulos y la ausencia de filtros en las redes sociales, en tantos países africanos, un tema que desde Casa África hemos empezado a trabajar y seguiremos haciéndolo en 2022.  

Además del pésimo escenario que vive Etiopía, 2021 ha sido un año terrible para las democracias africanas. Golpes de Estado o tentativas de los mismos que han recordado antiguas épocas en que nos habituamos a las noticias de los ‘coup d’Etat’ africanos. Sucedió en Mali, en Guinea, en Sudán y en Chad.  

El próximo año, 2022, tendrá que encararse a algunos retos importantes. Kenia, un país que es faro y guía democrático para toda la región del este de África, afrontará unos comicios trascendentales, por ejemplo.  

SAHEL  

No debemos olvidar que este fue el año en que dos periodistas españoles (David Beriaín y Roberto Fraile) fueron asesinados por yihadistas en Burkina, en el Sahel, la región a la que un hecho como éste volvió a recordarnos que debemos prestarle más atención. 

El escenario en nuestro patio trasero es cada vez más complejo, el golpe de Estado de Mali fue un varapalo y la geopolítica empieza a jugar fuerte en esta región. La llegada de mercenarios rusos a Mali y la retirada francesa anticipan un escenario aún más complicado, en el que vuelve a hablarse de un peligro sobre el que desde Casa África hemos reflexionado mucho: la posible expansión de los yihadistas a los países costeros de África occidental, en busca de lo que muchos temen, una salida al mar (y por lo tanto, puntos de aprovisionamiento marítimo).  

Al respecto, y si bien esto no es una reflexión que verse directamente sobre el Sahel, otra de los escenarios que reclaman una reflexión urgente es el Golfo de Guinea, donde ante el auge de la piratería es necesaria una misión similar a la de Atalanta (participada por la Armada española), que tantos éxitos ha dado en el Cuerno de África, al dejar reducido a cero cualquier ataque en las aguas de Somalia. Quizás ahí hay que lamentar la lentitud de la Union Europea para tomar decisiones en unas aguas de grandísima importancia para Canarias. 

MUCHA GEOPOLÍTICA 

Este año será recordado precisamente por esto, por el de los movimientos geopolíticos que han acabado por poner (de nuevo) al continente africano en el centro del mundo. Países como la mencionada Rusia, Turquía o la omnipresente China siguen avanzando en la firma de acuerdos y presencia militar (incluso en la implantación de nuevas bases), los Estados Unidos han retomado las relaciones tras el vacío que en la práctica les hizo Donald Trump y Europa, que sigue siendo el primer donante y socio en la cooperación, aún no ha celebrado la esperada Cumbre UE/UA. Esta importante reunión se espera para dentro de solo dos meses, en febrero de 2022 (en Bruselas) salvo que la pandemia lo vuelva a impedir.  

Es urgente que nuestros vecinos africanos vean en la Unión Europea a un socio que le trata de tú a tú, sin paternalismos ni rasgos coloniales. Sin embargo, es también fundamental que sigamos fieles a nuestros valores, y que las relaciones con los países africanos siempre pongan en primer lugar el respeto a los Derechos Humanos y la defensa de la democracia. Algo que, sin duda, no hacen ni los rusos, ni los turcos ni tampoco los chinos.  

En el aspecto de la pandemia, la diplomacia de las vacunas también está siendo un elemento a tener muy en cuenta. Ejemplos recientes como que Nigeria ha tenido que destruir un millón de vacunas porque se recibieron casi al borde de caducar son ejemplos de lo que no debe hacerse y, tengamos muy claro, que los africanos no olvidan.  

SIEMPRE NOS QUEDAN LOS LIBROS  

No todo es triste o duro o difícil en este año que termina. El 2021 que ahora despedimos también fue el año en que la literatura africana se hizo un hueco en nuestros informativos. La mozambiqueña Paulina Chiziane recibió el Camões, la máxima distinción de las letras en portugués, mientras que el prestigioso Neustadt fue a parar a las manos de nuestro querido Boubacar Boris Diop, al que cerramos el año publicando de nuevo desde Casa África un muy recomendable libro en el que, a través del género epistolar, reflexiona sobre Mali y el Sahel en compañía de la también reconocidísima Aminata Traoré.  

Su compatriota, el senegalés Mohamed Mbougar Sarr, se alzó con el Goncourt, el premio de las letras francesas por excelencia, y el sudafricano Damon Galgut, con el Booker. Por si todo eso fuera poco, el tanzano Abdoulrazak Gurnah recibió el premio Nobel de literatura, recordándonos que el continente africano también escribe, lee y crea, algo que tendemos a olvidar en los resúmenes de fin de año de los medios especializados que proponen lecturas, por ejemplo. 

No querría terminar este artículo sin recomendarles, precisamente, que lean sobre, de, desde, con y en África. Se acaban de editar libros de poesía de Warsan Shire y Léopold Sedar Senghor, hay ensayos brillantes como el que mencioné apenas y las novelas se acumulan en nuestras librerías, mostrándonos historias que desafían a nuestros prejuicios y nos ensanchan y mejoran el mundo. Lean, por favor, a los autores que les propongo y también, cómo no, a Namwali Serpell, Tierno Monenembo, Oyinkan Braithwaite, Akwaeke Emezi, Yaa Gyasi, Armand Gauz o Wole Soyinka. Les hará bien, les confortará y les acompañará en un año nuevo que presagio también muy africano y por tanto, indudablemente intenso y hermoso.  

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