Hacía tiempo que no escribía Juan Luis Cebrián en El País, que es como la voz que clama en el desierto. A veces pienso si estas pausas obedecen a que su pensamiento está obsoleto, igual que el mío, y pertenecemos a un mundo cavernoso que ya no tiene sentido y del que hemos sido barridos por el desparpajo con que se presenta lo tecnológico más que por el mantenimiento de la pureza ideológica. Las ideologías han sido contaminadas por las prácticas de que disponen para lograr sus objetivos. Lo principal es la democracia, lo otro son los vehículos necesarios para desarrollarla, aunque esto no parezca estar muy de moda. Recuerda a mi admirado Juan Linz, que ya empezaba a ser emérito cuando lo conocí y ahora tiene que ser desempolvado de los anaqueles del olvido, como nos debe pasar a nosotros sin que nos demos cuenta. Analiza Cebrián en su artículo las debilidades del sistema a nivel planetario. Yo creo que el planeta ha pasado a tener un protagonismo excesivo en este aspecto de la política. Lo que parece ser un mal genérico, aparecido después de dos importantes crisis, en España se concreta en un riesgo para el sistema provocado por una escasa lealtad constitucional. No solo contempla el tema catalán como el más preocupante para descuidar la observación de los principios de la Carta Magna, sino que también lo hace con las actitudes de sus señorías en el parlamento nacional y con las relaciones y apoyos para conformar el Gobierno de coalición. Al respecto dice lo siguiente: “Los manuales de ciencia política, en la medida en que la política sea una ciencia, explican que hay dos causas fundamentales para la inestabilidad de los gobiernos en las democracias: la deslealtad de la oposición (en alguna parte dice que Sánchez ha contagiado a Casado con su no es no) y la incorporación al poder de partidos antisistema, dispuestos a ocupar el régimen para destruirlo desde dentro. No se puede decir que tengamos una oposición leal cuando sigue pendiente el acuerdo sobre el relevo en el Consejo del Poder Judicial, o cuando se niega arbitrariamente a votar a favor de una reforma laboral consensuada, que paradójicamente refrenda en gran medida la que el propio Partido Popular propició. Ni es leal el Gobierno a la Constitución y a su propio compromiso democrático cuando insiste en incorporar a su mayoría parlamentaria partidos abiertamente contrarios a la propia existencia del Estado, y que se jactan de su incumplimiento de las leyes sin que el poder ejecutivo central ampare las decisiones de los tribunales ni los derechos de los ciudadanos”. El articulista reparte la exigencia de responsabilidades a ambos lados del espectro en que se basa nuestra representación democrática, recordando que sin uno de ellos el sistema no sería posible, a pesar de que pretendan aniquilarse el uno al otro. Este escrito es un ejemplo más de que ese periódico da una de cal y otra de arena, ilustrando a las declaraciones de su directora vendiendo transparencia que, según ella, consiste en enseñar las tripas de las encuestas. También lo hace el CIS de Tezanos y no sirve más que para que los expertos puedan detectar las contradicciones entre los datos de las muestras y las conclusiones. Tiene razón, señor Cebrián, tiene muchísima razón. El problema consiste en que de las deslealtades expuestas una de ellas es una insensatez y la otra un mal necesario. Mientras sigamos afirmando que las acciones del Gobierno de coalición y de la mayoría parlamentaria que lo sustenta no pueden ser otras que las que son, por mor de la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas, seguirá existiendo un desequilibrio inasumible en cuanto a la fidelidad a los principios constitucionales, en el que unos tendrán patente de corso, justificado por el “no había otra”, y los otros, los que son malos por naturaleza, deben llevarse los palos como la bruja en los gorgoritos. Menos mal que Cebrián dice que la democracia es joven y se está perfeccionando, y que de esta saldremos para incorporarnos a un sistema con mejores garantías. Todo se andará. Yo mantengo la esperanza porque tengo los años suficientes para saber que los temporales pasan y terminan engrosando el listado de registros que les sirve a los ingenieros para dimensionar los diques que nos protejan de inundaciones venideras.