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El hotel que encendió las alarmas por el “virus chino”

El mundo miró a Tenerife en febrero de 2020 a raíz del confinamiento de un millar de personas en el H-10 Costa Adeje por el primer contagio de COVID en la Isla. “Éramos una piña”, recuerdan sus trabajadores
Fachada del Hotel H10 Costa Adeje Palace, que permaneció rodeado de un cordón de seguridad policial y sanitario durante 14 días. Sergio Méndez
Fachada del Hotel H10 Costa Adeje Palace, que permaneció rodeado de un cordón de seguridad policial y sanitario durante 14 días. Sergio Méndez
Fachada del Hotel H10 Costa Adeje Palace, que permaneció rodeado de un cordón de seguridad policial y sanitario durante 14 días. Sergio Méndez

La mayor tormenta de arena que ha sufrido Canarias en el último medio siglo no barruntaba buenas noticias. Aquel denso polvo sahariano que asfixió al Archipiélago entre el 22 y 23 de febrero de 2020 y que obligó al cierre de sus aeropuertos durante varias horas por problemas de visibilidad se confirmaría como un mal presagio. Al día siguiente, cuando Santa Cruz celebraba en la calle su lunes de carnaval, la noticia saltaba en un hotel de La Caleta, en el municipio de Adeje. 


A última hora de la noche, el H-10 Costa Adeje Palace, de cuatro estrellas, cerraba a cal y canto sus puertas y la Policía tomaba sus alrededores después de que uno de sus clientes, un médico italiano que disfrutaba de sus vacaciones en el sur de Tenerife, se infectara de lo que entonces se denominaba coronavirus a secas. Nada más conocerse el primer contagio en la Isla -segundo de España tras el positivo de un turista alemán en La Gomera tres semanas antes-, las autoridades sanitarias decretaron el confinamiento inmediato del establecimiento hotelero con casi 900 clientes alojados y una quincena de empleados que a esa hora se encontraban trabajando.


La medida, calificada inicialmente como “exagerada” desde algunos sectores políticos y empresariales, situó al complejo hotelero bajo el gran foco mediático internacional. Por primera vez se confinaba un hotel completo por una razón sanitaria, lo cual suponía también lanzar un mensaje al mundo sobre la gravedad de la situación. Hasta aquel momento, el virus de Wuhan solo había golpeado en Europa al norte de Italia, además del caso de La Gomera, y la Organización Mundial de la Salud meditaba si elevaba la epidemia a categoría de pandemia, decisión que demoraría casi 20 días más.


La expectación mediática se disparó y de la noche a la mañana se plantaron frente a la fachada del hotel, blindado por un espectacular despliegue policial, una docena de cámaras de televisiones europeas, nacionales y locales. Unidades móviles, radios, periódicos y digitales dirigían sus objetivos a las carpas del hospital de campaña levantado en tiempo récord en el mismo hall de recepción y hacia cualquier balcón en el que se detectara algún movimiento de turistas.

Hotel de Adeje en aislamiento por casos de coronavirus


Nieves López, jefa de sector de bares y una de las quince personas que trabajaba aquella noche, reconoció a este periódico en un reportaje publicado con motivo del primer aniversario del suceso, que el escenario en el interior del hotel era el de “una batalla continua, pero todos dimos un paso adelante y dijimos: tenemos que salir de esta como sea”.  


Belén Tubío, camarera de bar, retornó a su puesto de trabajo como voluntaria: “Me dio mucha tristeza ver todo el hotel cerrado y la gente sin poder salir. En la entrada reinaba el caos, pero dentro mis compañeros eran una piña”.


A Ruth Jiménez, presidenta del Comité de Empresa, la noticia le cogió en su casa. “Era festivo y cuando desperté vi el teléfono lleno de mensajes en los que me decían que pusiera la televisión. Cuando vi aquello me senté en la cama y me bloqueé”. Poco después reaccionó y se dirigió al establecimiento. “Me asusté al ver tanto periodista, el dispositivo que se había montado era impresionante y cuando entré sentí impotencia”.
Vanesa Méndez, cocinera, recuerda que “en aquel momento no se hablaba de COVID, sino de un virus chino que se había expandido y que había llegado a Italia, pero no sabíamos ni cómo se propagaba ni cómo se producían los contagios”.


A pesar del aislamiento, Nieves, Belén, Ruth, Vanesa y el resto de trabajadores eran conscientes de que el mundo mantenía su mirada en el hotel, pero no tenían su cabeza en eso. “Veíamos fuera a periodistas con carteles con números de teléfono para que los llamásemos y nos llegaban mensajes de televisiones, pero dentro no lo vivíamos así, no nos daba tiempo. Ni veíamos la televisión, ni entrábamos en Internet, ni atendíamos a las redes sociales. Vivíamos en un campo de batalla”.


Nieves no olvida los momentos en los que el ánimo flaqueaba en medio de tanta tensión. “Cada ratito que podíamos nos sentábamos, llorábamos, nos abrazábamos por los pasillos, había compañeros con niños en casa malitos, otros que echaban de menos a sus bebés… todos añorábamos a alguien, pero nos dio fuerza estar muy unidos. Por los pasillos nos animábamos unos a otros. Nos conjuramos: de esta salimos, repetíamos. Formamos un gran equipo y eso nos dio mucha fuerza”.


La profesionalidad que demostraron los empleados -tanto a los que el cierre sorprendió trabajando como al resto de la plantilla que se incorporó en los días sucesivos- generó constantes muestras de afecto por parte de los clientes. Además del ánimo que les transmitían en los pasillos, comedores, jardines y piscinas, también recibían notas de agradecimiento y hasta dibujos de niños con mensajes de gratitud que aparecían colgados en las columnas del hotel.

Cuarentena en un hotel de Adeje donde se alojó un paciente italiano con coronavirus. Fran Pallero


Mientras, por fuera, los medios de comunicación montaban guardia día tras día, desde que despuntaba el sol hasta que se escondía detrás de La Gomera, pendientes de los relevos en los turnos de los trabajadores, a la caza de alguna declaración, y de la entrada y salida de vehículos policiales, ambulancias y camiones de reparto de comidas y bebidas. Así durante 14 días. Una rutina amenizada cada hora en punto por el Himno de la alegría que sonaba en el campanario de la iglesia de San Sebastián.


El número total de afectados por COVID-19 en el hotel fue de siete (seis ciudadanos italianos del núcleo familiar y de amistades del primer positivo y una británica), lo que puso de manifiesto el acierto de la estrategia empleada para contener los contagios del equipo sanitario formado por 13 médicos, 42 enfermeros, 10 técnicos de gestión logística y 4 auxiliares administrativos a lo largo de las dos semanas de aislamiento.


Belén guarda un imborrable recuerdo del último día de cuarentena. “A la medianoche, cuando acabó el confinamiento, vinieron muchos clientes al bar, se quitaron las mascarillas y las tiraron al aire todos a la vez en señal de alegría. Luego salieron a dar un paseo aplaudiendo a los sanitarios y a la Policía Nacional que montaban guardia y que respondieron con más aplausos. Fue una imagen preciosa”. Muchos de ellos calificaron a los empleados de “héroes” y aseguraron que volverían “con los ojos cerrados”.


“Hemos sido una gran familia de casi mil miembros”, señaló, en sus primeras declaraciones en la misma puerta del hotel nada más finalizar el confinamiento, Jesús Oramas, director del hotel H10 Costa Adeje Palace, que destacó la profesionalidad del personal sanitario y de los trabajadores del complejo vacacional ante una situación inédita, así como las muestras de cariño de los huéspedes. “Ibas por los pasillos y los clientes te abrazaban, nos animaban y llorábamos juntos. ¡Venga, que esto no es nada, ya queda menos!”, nos decían.


La coordinación de las salidas no resultó nada sencilla. Ultimar con embajadas y consulados el dispositivo gradual de evacuación de los huéspedes, de hasta 24 nacionalidades, generó numerosas complicaciones y propició retrasos a la hora de abandonar el hotel. “Cada Gobierno quería repatriar de una manera diferente y cuadrar con cada cónsul desde el Ministerio de Sanidad hacia abajo no fue fácil”, reconoció la coordinadora general del dispositivo sanitario y directora médica de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife, Clara Gironés Bredy, que no olvidará –y así lo subrayó a este periódico- “el mejor de los regalos que nos llevamos: la sonrisa de la gente y su mirada de confianza hacia nosotros”.


Marcela Posca Maina, directora del Servicio de Urgencias Canario en Santa Cruz de Tenerife, explicó que al principio reinaba un clima de cierto temor entre los coordinadores del operativo por el posible rechazo de los huéspedes hacia ellos a causa del confinamiento decretado. “Pero fue todo lo contrario. Pronto entendieron la situación y la relación fue muy fluida entre todos. Verlos salir aplaudiéndonos fue muy emocionante”, manifestó.

Cuarentena en un hotel de Adeje donde se alojó un paciente italiano con coronavirus. Fran Pallero


Ramón Pinto, director de Enfermería de Atención Primaria, resumió en dos palabras el estado anímico de este colectivo: “Orgullo y felicidad”. De sus ojos se escapó alguna lágrima al despedirse del personal del hotel: “Lo pasaron muy mal, y tanto ellos como nosotros dimos todo, los equipos respondieron de forma maravillosa”.
El confinamiento del H-10 Costa Adeje Palace sirvió de laboratorio de ensayo nacional a la hora de frenar la propagación del SARS-CoV-2 y acabaría por enseñar el camino de la prevención a España, que apenas tres semanas después decretaba el estado de alarma y encerraba a toda la población durante tres meses ante la rápida transmisión de la enfermedad y sus efectos letales sobre el sistema respiratorio, especialmente entre los mayores. Después de dos años, seis olas y hasta tres vacunaciones a la población, el virus sigue entre nosotros, pero los turistas ya no dejan de entrar y salir del hotel de Adeje.

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