la palma

El volcán: espectáculo y desolación en Aridane

Sentimientos contrapuestos ante un fenómeno natural muy poderoso, que no deja de sorprendernos
Foto: Naim y Noa G. Y.

*Por Francisco García-Talavera.

Sentimientos contrapuestos ante un fenómeno natural muy poderoso, que no deja de sorprendernos. Los palmeros, y todos los canarios, aún recordamos el “volcán amable” del Teneguía. En aquella ocasión (1971) la Dorsal de Cumbre Vieja se portó bien y dio salida al magma en una de las zonas en las que menos daño podía hacer. Fue bajo el pueblo de Fuencaliente donde “reventó”, junto al Roque de Teneguía -al que respetó- con sus conocidos grabados rupestres guanches. Y de ahí para abajo, hasta el mar, solo algunos viñedos, pajeros y pequeñas bodegas.

Pero este nuevo volcán, mucho más potente, ha sobrepasado con creces -en la magnitud de sus centros de emisión y, sobre todo, en la extensión de sus destructoras coladas- a todos los de la serie histórica de los últimos cinco siglos.

Si hacemos una retrospectiva de las siete erupciones anteriores de La Palma, de las que se tiene noticia –todas de tipo fisural y estromboliano, con alguna fase de vulcaniano-, observamos que han tenido lugar a lo largo de la dorsal del cono sur de la isla que, curiosamente, es su parte más reciente y joven, a pesar de llamarse Cumbre Vieja.

Si en base a estas cifras hacemos una comparativa con este nuevo volcán (sin nombre aún, aunque se han propuesto algunos), vemos que es demoledora en lo que respecta a su capacidad destructiva.

Características de esta erupción

Como se ha venido repitiendo a lo largo de la historia del vulcanismo de La Palma, esta es una erupción fisural, de tipo estromboliano, en la que una parte explosiva -en la zona más alta del cono principal (aunque también por otras bocas secundarias)- emite al aire gases (SO2, CO2, vapor de agua, y otros) y piroclastos (bombas, escorias, lapilli, cenizas); y otra efusiva, más baja, que emite lava basáltica, más o menos fluida, que discurre pendiente abajo formando coladas (y tubos volcánicos incluidos en ellas), las cuales al enfriarse y superponerse unas a otras, alcanzan una potencia considerable (hasta 20 o 30 metros de altura), sepultando y destruyendo inexorablemente todo cuanto encuentran a su paso en su camino hacia el mar.

Como ya hemos comentado, este volcán sin nombre se ha mostrado como el más destructivo y desolador de todos, tanto por el volumen de lava emitida (unos 160 millones de metros cúbicos), por la superficie sepultada por las coladas (unas 1.200 hectáreas) como por la ceniza (unos 20 millones de metros cúbicos), la cual, al ser transportada por el viento, ha cubierto gran parte de la isla, tanto más cuanto más próxima al volcán.

En esta erupción -monitorizada desde el principio por la más avanzada tecnología que controla constantemente los tres parámetros fundamentales (sismicidad, volumen de SO2 y deformación del terreno), y seguida por todo tipo de medios de comunicación-, hemos contemplado impactantes imágenes inéditas hasta ahora en una erupción volcánica. Gracias a los drones y a la constelación de satélites Copernicus, se ha visto perfectamente cómo iba evolucionando el proceso eruptivo, con el periódico cambio en la morfología del cono volcánico debido a la inestabilidad del edificio, sus diferentes bocas de emisión, el discurrir de las coladas ladera abajo, las bombas volcánicas, la formación de canales lávicos y tubos volcánicos… Imágenes y sonidos que se magnificaban durante la noche. También pudimos apreciar y hacerle un seguimiento a la evolución de las coladas, y cómo, desgraciadamente, iban engullendo todo tipo de construcciones y fincas agrícolas en su camino hacia el mar, sumiendo a la población de El Paso, Los Llanos y Tazacorte en la angustia y la desgracia, y haciendo prácticamente desaparecer a barrios enteros como Todoque.

Algunas coladas consiguieron llegar al mar, tras precipitarse por los acantilados de Tazacorte, haciendo crecer en decenas de hectáreas (unas 50) la superficie de la isla y formar, lo que se conoce en La Palma como una nueva fajana, en la zona de Los Guirres, y más tarde otra en la Costa del Perdío, aunque de mucha menor extensión. Otras coladas también se descolgaron sobre la antigua Fajana de Las Hoyas, formada durante la erupción del volcán de San Juan (1949), aunque debido a la gran extensión (150 hectáreas) y a la poca pendiente de su superficie, en este caso no ha conseguido alcanzar el mar y agrandar así la superficie de dicha fajana.

En este contexto podemos apreciar el constante proceso geológico de construcción-destrucción que se genera durante la formación de una isla joven como La Palma (unos dos millones de años). El propio acantilado, de casi 100 metros, nos está indicando que durante un largo periodo de tiempo (en el Cuaternario), esa zona de la isla pasó por una fase de calma eruptiva, durante la cual el poder destructor de las olas fue machacando y erosionando, a la vez que hacía retroceder a esa costa formando una pequeña plataforma insular, al tiempo que iba creciendo en altura el acantilado.

Fajanas

El término fajana es un canarismo derivado del portugués fajã. Este vocablo hasta hace poco tiempo no figuraba en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), mientras que en el Diccionario Histórico del Español de Canarias de Corrales y Corbella se define como: “terreno llano, al pie de laderas o escarpes, formado comúnmente por materiales desprendidos de las alturas que lo dominan”. En nuestra opinión, esta definición está incompleta, pues no recoge a las fajanas costeras producidas por aportes de lava, que son la mayoría en las islas volcánicas de la Macaronesia. El ejemplo más característico lo tenemos en la isla de San Jorge, en Azores, pues contorneando su costa encontramos más de 60 fajanas, en su gran mayoría formadas por coladas lávicas que se precipitaron al mar, como Fajã dos Cubres, Fajã da Caldeira, Fajã Entre Ribeiras, Fajã de San Joao, Fajã do Cavalete y tantas otras.

El vocablo fajana está especialmente arraigado en La Palma. Tan solo en la costa noreste (con una gran influencia histórica portuguesa) encontramos los siguientes topónimos: La Fajana de Franceses, La Fajana de Barlovento, La Fajanita, La Fajaneta, Fajana Correa y Fajana Camacho. Con esto siento contradecir a un conocido filólogo que afirma rotundamente que las fajanas canarias están todas en el interior de las Islas.

Efectivamente, hay algunas en el interior producidas por desprendimientos en escarpes, pero la gran mayoría están en la costa, al pie de acantilados, y formadas -casi todas- por coladas lávicas.
Calderas

El célebre naturalista alemán Leopold von Buch, uno de los ‘padres’ de la geología del siglo XIX, estudió en la escuela de Frieberg junto a su colega y amigo Alexander von Humboldt, que era unos cinco años mayor que él. Y es precisamente esta amistad la que lo conduce a visitar Canarias en 1815. Humboldt ya había estado unos años antes (1799) en La Graciosa y Tenerife, y le recomendó que no dejara de visitar el Pico del Teide.

Una vez cumplido ese deseo, von Buch se dirigió desde Tenerife a La Palma con el fin de estudiar sus características geológicas. Se fijó especialmente en la extraordinaria estructura de Taburiente, y al preguntar a los lugareños cómo la llamaban, le dijeron que era “La Caldera de Taburiente”. Y le pareció tan apropiado el descriptivo nombre que le daban los palmeros, que lo reflejó en su publicación (1825) sobre los resultados de sus investigaciones geológicas y vulcanológicas en Canarias, intentando darle una explicación a su teoría neptunista de los cráteres de elevación. Y a partir de ahí, aunque no fuera su intención, la denominación de caldera para estas espectaculares estructuras volcánicas fue adoptada y registrada para siempre en la terminología vulcanológica mundial. Y así tenemos la Caldera Halemaumau en Hawaii, la Caldera de La Cumbre, en la isla Fernandina (Galápagos), la Caldeira de Sete Cidades, en la isla de San Miguel (Azores), o la Caldeira de la isla de Fogo (Cabo Verde), entre otras muchas repartidas por el mundo.

A la vista de que a La Palma le cupo el honor de haber acuñado con éxito un nuevo término para la ciencia geológica universal, y dado que el volcán ha puesto a esta isla en el foco mediático mundial, creo que sería un buen regalo y un pequeño homenaje a los sufridos palmeros -que de alguna manera compense en parte tanto sufrimiento-, el que también el término fajana quedara para siempre incluido en el registro científico mundial a la hora de describir este tipo de formaciones costeras como, en su momento, se hizo con La Caldera, que también es un portuguesismo (caldeira) castellanizado.

Jedey y la maldición a La Palma

La misma tarde en que “reventó” el volcán propuse – recordando mi experiencia con el Teneguía y desconociendo el enorme daño que iba a causar esta erupción- el nombre de Jedey en base a que según la evolución del enjambre sísmico, era la zona más probable entre las que se barajaban como posible afloramiento (de hecho se han producido allí varias -una a última hora- amenazadoras deformaciones del terreno a lo largo de esta erupción), y, además, porque detrás de ese nombre había una historia muy interesante, y poco conocida.

Nos comenta nuestro cronista Abreu y Galindo, que en 1447 Guillén Peraza, el hijo del señor de Las Islas en aquel momento, Hernán Peraza, ‘el viejo’:

(…) “Partió de Sevilla con tres navíos de armada y 200 hombres ballesteros” con el ánimo de conquistar la isla de La Palma, o al menos hacer una buena presa de esclavos. Hizo escala primero en Lanzarote y Fuerteventura, en donde embarcaron 300 hombres de guerra más, y luego fueron a La Gomera. (…)”. “Y de allí pasó a La Palma, tomando puerto en el término de Tihuya, señorío de Chedey (posiblemente Puerto Naos). Metiose la tierra adentro. La isla de la Palma es muy alta y áspera de subir y andar, y la gente que llevaba Guillén Peraza de Las Casas, no usada a semejantes asperezas, y los palmeros al mando de Chedey y Chenauco su hermano, diestros y ligeros en ella, poniéndose en los pasos más ásperos y dificultosos, acometieron a los cristianos de tal manera que los desbarataron. Y mataron más de doscientos cristianos, y entre ellos a Guillén Peraza, el cual quiso detener a su gente, que iba huyendo; y poniéndose delante, le dieron una pedrada de que murió, según oí afirmar a los antiguos. (…) Y los demás que escaparon del furor de “los barbaros” y pudieron embarcarse, se fueron a La Gomera”.

Histórica victoria de los guanches palmeros (los hawara) sobre los invasores, por cierto con muchas similitudes, y equiparable, en proporción a los participantes, a la obtenida medio siglo después, en la célebre batalla de Acentejo, por los guanches de Tenerife.

A consecuencia de estos luctuosos hechos, poco después se comenzó a escuchar en la isla colombina la siguiente endecha:

Llorad las damas, si Dios os vala
Guillén Peraza quedó en La Palma
La flor marchita de la su cara
No eres palma, eres retama
Eres ciprés de triste rama
Eres desdicha, desdicha mala
Tus campos rompan tristes volcanes
No vean placeres sino pesares
Cubran tus flores los arenales
Guillén Peraza, Guillén Peraza
¿Do está tu escudo? ¿Do está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza

Como podemos observar, estos versos suenan a una maldición volcánica a la isla que vio morir a este ambicioso andaluz. Maldición que cobra actualidad con esta erupción, pero que ya se había hecho efectiva en las siete anteriores, aunque no con tanta virulencia.

Ehedey era el señor de uno de los doce cantones en que estaba dividida La Palma antes de su conquista. Y Tihuya o Tahuya es precisamente la zona por donde están discurriendo mayormente las potentes coladas de lava de esta desastrosa erupción, que está sepultando, en su camino hacia el mar, centenares de edificaciones y fincas, y con ello acabando con el proyecto de vida y los recuerdos de miles de personas.
Y volviendo al topónimo Jedey, que es una corrupción del antropónimo Chedey o Ehedey, muy bien pudiera ser todo un símbolo de la resistencia de los palmeros ante la adversidad. En aquel caso, los hawara frente a la invasión extranjera de su isla, y en éste ante un destructivo fenómeno natural.

Mirando al futuro

Estoy seguro de que La Palma resurgirá de sus cenizas, cual Ave Fénix, y que los sufridos habitantes del Valle de Aridane se repondrán de este duro golpe, como ya lo han hecho en anteriores ocasiones.

Pero a la hora de afrontar la planificación para la recuperación del valle, y de la isla toda, tras este desastre natural, es fundamental no volver a cometer errores del pasado. Repensar y reinventar, en lugar de reconstruir lo que se hizo en lugares inadecuados, sin haber tenido en cuenta el riesgo volcánico. Por supuesto que habrá que reparar algunas infraestructuras indispensables (carreteras, tendido eléctrico, red de aguas, etc.), pero teniendo bien presente que la amenaza de la dorsal de Cumbre Vieja sigue ahí. Las actuaciones sobre el territorio y los PGO de los municipios de El Paso, Los Llanos y Tazacorte sería deseable que se enfocaran hacia el norte, hacia el territorio y el suelo que yace bajo las vertientes de Cumbre Nueva, donde desde hace miles de años no ha habido ninguna erupción. Se debería liberar suelo para uso urbano e industrial, y replantearse el urbanismo de manera que las nuevas construcciones se lleven a cabo en lugares con menos riesgo.

También sería buena idea aprovechar los productos que en tan grandes cantidades ha aportado el volcán (cenizas y lapilli para la agricultura y como áridos para la construcción). Al igual que las propias lavas, volviendo a sorribar parte de ellas, según se decida su uso, y como recurso turístico, reservando una parte como espacios protegidos en los que se investigue y se haga un seguimiento del proceso de recolonización de los ecosistemas terrestres y marinos (en el caso de la fajana de Los Guirres) afectados por la erupción. Otro recurso que se podría aprovechar, una vez que se reactive el turismo en la isla, serían los tubos volcánicos, simas y jameos que se hayan formado, acotando algunos tramos visitables como ya se hizo con la Cueva de Todoque o de Las Palomas, formada en la erupción del San Juan, en 1949.

En definitiva, la vida sigue, y un futuro esperanzador aguarda al laborioso, tenaz y emprendedor pueblo palmero.

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