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Elfidio

El otro día tuve ocasión de compartir mesa y mantel con mi amigo Elfidio Alonso. Cuando yo empecé a escribir en los periódicos, Elfidio hacía las mejores crónicas de baloncesto –deporte que practicó—, firmadas con el seudónimo de Basket. Y también publicaba los mejores artículos de política internacional –de la nacional era más difícil escribir, porque vivía y mandaba Franco–. Elfidio mantiene una mente lúcida y una rapidez envidiable para coger al vuelo las claves de la conversación. Tiene 85 años y la ilusión de un niño y todavía actúa con Los Sabandeños, banda que él fundó y a la que yo tuve el honor de presentar uno de sus discos en El Corte Inglés, en la noche de los tiempos. Ahora va a salir otro disco, de vinilo, con boleros, lo cual me llena de alegría porque yo sostengo que el mejor producto de los de Sabanda es A la luz de la Luna. Elfidio tampoco está en la Academia Canaria de la Lengua, lo cual no es de extrañar porque en la Academia de la Lengua predominan los magos y ya se sabe lo rencorosos que son. Excluyo a algún mago bueno. Con Elfidio estuve años peleado pero una vez me lo encontré en el Mencey con su tía María Rosa y le di un abrazo; ninguno recordaba el motivo del enfado. Imaginen la gravedad del distanciamiento si nos habíamos olvidado de él. María Rosa me elogió mucho en algunos de sus artículos, lo cual le agradecí tanto. A mí me encantaba hablar con ella, igual que con el padre de Elfidio, don Elfidio, que era médico y periodista y dirigió el ABC republicano. Nadie de aquí aceptó su biblioteca y se la donó me parece que a San Sebastián, ¿o fue a Irún? Comí con don Elfidio y con su hijo una vez en Arzak, en el Alto de Miracruz. Y mira que comimos bien. El otro día lo pasamos de puta madre, ¿eh, amigo?

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