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Es la guerra

La guerra de Ucrania comienza a parecerse a todas las guerras modernas

La guerra de Ucrania comienza a parecerse a todas las guerras modernas. Zelenski, el presidente ucraniano, contrata a un francotirador canadiense llamado Wali, veterano de Afganistán e Irak, que es capaz de abatir una persona a 3,5 kilómetros de distancia. Ya ha sido cazado un general de división y han caído en los combates otro general, también de Putin, y un coronel que mandaba una columna de tanques rusos. Y Putin reclutará a 15.000 mercenarios para mandarlos al frente. Casi al mismo tiempo, el Gobierno de Ucrania ha contratado a expertos españoles en artillería moderna -ex soldados- y a especialistas en energía nuclear. Se va a montar una gorda, mientras dos millones y medio de ucranianos han abandonado su país. Tres centenares de ellos permanecen refugiados en Canarias. Igualito que en la guerra de los Balcanes, cuyas ruinas visité, años después. Desde las montañas cercanas a Dubrovnik, en Croacia, lanzaban los hermanos/enemigos cohetes sobre la ciudad, algunos de los cuales atravesaron hasta las farmacias, con los mancebos dentro. En Sarajevo, Bono se sacó de la manga su canción del concurso de las misses, celebrado entre ruinas. Las guerras son todas tramposas, traicioneras y cobardes, aunque en esta de Ucrania -o “en” Ucrania, como dicen los puntillosos puristas de la información- haya un culpable asesino llamado Putin. Todo el que agrede es culpable. Pero no todos los rusos son culpables y, como en todas las guerras, ya están pagando justos por pecadores. Al final lo que se producirá será otro Afganistán, otro totum revolutum que sólo el tiempo y los muertos serán capaces de parar. Porque nada hay más irracional y más absurdo que una guerra territorial, en la que nadie quiere sentarse ante una mesa para aportar soluciones, sino para echar más leña al fuego. Ahora se produce una masacre, pero imagínense dentro de un mes. No habrá sitio donde enterrar a los muertos.

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