Google dice que la distancia que hay entre Lubumbashi, en la República Democrática del Congo, y Rabat, en Marruecos, es de 9.426,9 kilómetros. Una cifra que nos revela tanto -o tan poco- como la de los 508 kilómetros que el buscador de Internet afirma que hay entre Troya e Ítaca, un itinerario que Ulises tardó 10 años en cubrir para regresar a casa, según Homero. De lo que quizás se deduce que los números por sí solos no se atreven a contar historias.
Kabwende Nsungu Gori (Bukunga, República Democrática del Congo, 1998) ha vivido su propia odisea. La que le llevó siendo un niño a abandonar la aldea en la que nació para recorrer, entre 2012 y 2014, un total de 11 países del continente africano: República Democrática del Congo, Zambia, Tanzania, Etiopía, Burkina Faso, Ghana, Costa de Marfil, Senegal, Mali, Argelia y Marruecos.
APRENDER
Este viaje fue, sobre todo, un itinerario de supervivencia, de fuerza de voluntad y de rebelión contra un destino que se presentaba como nada propicio. Pero también estuvo movido por uno de los elementos que caracterizan a la mejor versión que podemos alcanzar como seres humanos: el deseo de aprender.
Tras llegar a Marruecos y cursar el bachillerato, el joven congoleño consiguió matricularse en la Universidad Mohammed V de Rabat para estudiar Derecho Público, especializándose en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. El año pasado obtuvo la licenciatura y ahora, en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cursa un máster sobre relaciones hispanoafricanas.
SALIOU TRAORÉ
Todo ello lo relata Kabwende Nsungu Gori en su libro Lo que la noche le debe al día (Editorial Milenio y Casa África, 2021), aunque antes también se hizo eco de esta historia la periodista Carla Fibla García-Sala en la revista Mundo Negro, con un reportaje, En África antes que en Europa, con el que obtuvo en 2020 el II Premio de Periodismo en Español sobre África Saliou Traoré, que convocan Casa África y la Agencia EFE.
Kabwende Nsungu Gori estuvo esta semana en el Real Casino de Tenerife, con el apoyo del Rotary Club de Santa Cruz de Tenerife, y conversó con DIARIO DE AVISOS acerca de su vida y de un volumen cuyo título quizás juega a establecer un paralelismo con la novela del argelino Yasmina Khadra (Lo que el día debe a la noche, 2008).
“Nací en 1998 en una aldea que se encuentra muy lejos de cualquier ciudad. Tengo cuatro hermanos y una hermana. Soy el más pequeño de todos y mi madre murió al darme a luz”, explica a este periódico. “Mi padre no pudo soportar la pérdida de su mujer y se hizo alcohólico. Él siempre me culpó de su muerte y no se ocupaba de mí ni de mis hermanos. La vida en Bukunga era muy difícil”.
LA GUERRA
En aquel tiempo el país, presidido por Laurent-Désiré Kabila y tras su asesinato, en 2001, por su hijo, Joseph Kabila, se hallaba inmerso en la Segunda Guerra del Congo [oficialmente, de 1998 a 2003, también conocida como Guerra Mundial Africana o Guerra del Coltán].
“Las milicias Mai Mai [paramilitares de diverso origen que, en función de sus intereses, luchaban a favor o en contra del Gobierno] estaban en todo el país. Convirtieron a mi pueblo y las aldeas vecinas en una de sus bases y los militares congoleños empezaron a matarnos. El Ejército nos hacía cómplices de los Mai Mai y no distinguía entre los que formaban parte de las milicias y los que no”, subraya Kabwende Nsungu Gori.
Entonces, sin apenas cumplir 10 años, decide abandonar su aldea, cuya población había quedado diezmada por los asesinatos cometidos por las Fuerzas Armadas de la República del Congo, al margen de toda la población que se vio forzada a escapar del terror. Primero estuvo en Lubumbashi, la segunda mayor ciudad congoleña tras Kinsasa, la capital, y luego, ya fuera del país, en Zambia. En todo este recorrido, para salvar los trámites burocráticos que conllevaba su situación irregular, Kabwende Nsungu Gori aprendió a mentir y a tomar prestados múltiples orígenes y nombres que le sirvieran para cumplir su sueño de contar con una formación académica.
“La primera experiencia que me marcó -afirma- fue la generosidad de la gente. En Tanzania, una familia me acogió y por primera vez me sentí amado. Nunca había tenido el amor de un padre o de una madre, pero allí me encontré con papá Msomi y su familia, que me aceptaron y me amaron mucho. Me hicieron sentir como si fuera su hijo”.
Del mismo modo, Kabwende Nsungu Gori valora de su recorrido el tener la oportunidad de acercarse a las diferentes culturas africanas: “De África Central me fui a África Oriental, de allí, a África Occidental y luego a África del Norte. Aquí, en Europa, se suele hablar de África como si todo el continente fuera lo mismo, pero no es cierto. Somos africanos, somos subsaharianos…, pero no somos iguales. En cada lugar la gente piensa de una manera distinta, culturalmente existen muchas diferencias”.
EUROPA
Al contrario que otras personas en circunstancias parecidas a las suyas, este congoleño jamás tuvo como meta trasladarse a Europa. “Nunca fue mi objetivo”, asegura durante la conversación. “De hecho, cuando de niño estaba en mi país solo oía hablar de Bélgica, de Estados Unidos, de Francia o de Rusia. Esa era mi visión del mundo entonces. No fue hasta que llegué a Senegal cuando comencé a escuchar a gente que hablaba de Europa, de España, de Italia…”, revela.
“En Zambia -agrega el autor de Lo que la noche le debe al día– encontré a un policía que me dijo que Marruecos ofrecía una educación gratuita de calidad y desde ese momento mi único sueño fue llegar allí”.
Pero tras ese deseo de contar con una educación, que en la actualidad se está cumpliendo, Kabwende Nsungu Gori no oculta que hay otro mucho mayor: “Me gustaría servir a mi pueblo, ayudar a reconstruirlo y contribuir a que lo que pasó allí no se repita”. “Cuando lo abandoné, la situación no era fácil y sigue sin serlo. No soy el único niño que pasa por todo esto. En la República Democrática del Congo la gente migra, huye de sus aldeas porque pasa hambre, los niños no pueden recibir educación, no hay dinero… Se sufren muchas carencias”.
En varios sentidos, Lo que la noche le debe al día forma parte de ese plan de ayudar a salir adelante a sus compatriotas: “He escrito este libro, sobre todo, para que lo lean los niños que se hallan hoy en una situación tan desesperada como la mía, para mostrarles que es posible luchar por nuestros sueños”.