El pasado 20 de julio se cumplieron 53 años del alunizaje del Apolo 11, la primera ocasión en la historia en la que la humanidad pisaba otro cuerpo celeste distinto a la Tierra, cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin plasmaban las huellas de sus botas en el polvo de la superficie lunar. La efeméride fue aprovechada por la NASA para anunciar las fechas previstas para el lanzamiento de Artemisa 1, la primera misión del programa del mismo nombre con el que la agencia espacial pretende volver a llevar astronautas a caminar sobre la Luna para, posteriormente, crear una presencia humana sostenible mediante bases, tanto en su superficie (concretamente, en el polo sur lunar), como en la órbita.
Los días 29 de agosto, 2 y 5 de septiembre han sido los propuestos para el esperado lanzamiento de Artemisa 1. La misión supondrá el estreno del lanzador pesado SLS y de la nave Orion, que recupera el diseño de tipo cápsula del programa Apolo. Las similitudes en planteamiento y diseño de ambos programas no son pocas —salvando las distancias— y, pese al más de medio siglo de diferencia, resulta inevitable establecer ciertas comparaciones.
La misión
Artemisa I enviará a la nave Orion hasta la órbita lunar, aunque en esta primera ocasión irá sin tripulación. El objetivo será poner a prueba tanto el lanzador como la propia nave y demostrar la viabilidad y seguridad del sistema. Dependiendo de cuél sea la fecha de lanzamiento escogida entre las tres propuestas, algo que dependerá de la climatología, la duración de la misión podría oscilar entre 39 y 42 días.
Habrá que esperar hasta Artemisa II, previsiblemente a mediados del año que viene, para ver la primera misión tripulada del programa y que en esa ocasión llevará a cuatro astronautas a bordo de la nave Orion, aunque, nuevamente, la misión se limitará a orbitar la Luna, sin llegar a descender hasta su superficie.
No será hasta Artemisa III, aún sin fecha definida, que por fin veremos un alunizaje tripulado, más de medio siglo después de la última vez que hubo presencia humana en la Luna, en diciembre de 1972 con la misión Apolo 17, la última del programa antes de su prematura cancelación.
Para que Artemisa III sea posible es imperativo que antes termine el desarrollo y pruebas del vehículo alunizador, que ha sido subcontratado a Space X. La nave Orion no tiene capacidad para alunizar, por lo que será una variante específica para el alunizaje de la nave Starship de Space X, actualmente en fase de pruebas, la que se hará cargo de la labor de transportar tripulaciones y carga hasta la superficie lunar.
El futuro
Tanto el SLS como la Orion han sufrido grandes retrasos en su desarrollo, lo que ha demorado todo el programa Artemisa y las fechas que en un principio se habían anunciado. Por otra parte, y como viene siendo habitual en los grandes proyectos de la exploración espacial, los sobrecostes también han alcanzado de lleno a Artemisa, superando con creces las previsiones presupuestarias.
El programa ha consumido la friolera de 93.000 millones de dólares. Sin embargo, resulta incluso más preocupante el coste de cada lanzamiento, que se calcula en 4.100 millones cada vez que el SLS despegue del suelo. No se han hecho esperar las voces críticas contra el programa, que consideran absolutamente insostenibles unas cifras tan abultadas y opinan que, si la agencia no consigue recortar drásticamente el coste de las misiones, es más que probable que la continuidad del proyecto se vea seriamente cuestionada más pronto que tarde.
Aunque para la NASA y, por ende, para EE.UU., Artemisa se ha convertido en una cuestión de prestigio y orgullo, habrá que ver si el Congreso estadounidense sigue apoyando el programa en los próximos años, habida cuenta de que la industria espacial privada y especialmente Space X trabaja a marchas forzadas en sistemas de lanzamiento con las mismas capacidades —y mayores—, pero a una fracción de su coste por lanzamiento gracias a su estrategia de reutilización.
No deja de ser llamativo que, antes incluso del primer lanzamiento, la sombra de una espada de Damocles parezca cernirse amenazadora sobre la cabeza de Artemisa. Lo cierto es que el programa tiene poco tiempo por delante para lograr cumplir los objetivos para los que fue concebido, muchos grandes retos aún por superar y no pocos escollos que salvar para lograr garantizar su propia supervivencia.
En cualquier caso, el lanzamiento será una gran ocasión para disfrutar una vez más de los logros del ingenio humano y los imparables avances de la exploración espacial y las tecnologías implicadas. Supondrá, además, en el caso de la misión Artemisa II el próximo año, que por fin el ser humano volverá a aventurarse más allá de la órbita terrestre. Algo que nunca debió haberse hecho esperar durante tanto tiempo.
¡Buena suerte, Artemisa!