Escenas de pánico en una tienda de Shanghái este fin de semana. Después de notificar un contacto estrecho con un positivo por COVID-19, las autoridades sanitarias ordenaron el cierre de una tienda de Ikea para poner en cuarentena a todos los allí presentes.
Para no acabar confinados, los compradores, avisados de que se iba a proceder al cierre de la tienda, acabaron huyendo del establecimiento antes de que se bloquearan las puertas. Así lo muestran imágenes de gente corriendo y gritando que se han difundido en redes sociales.
Desde el inicio de la pandemia, China ha llevado a cabo una política sanitaria de Covid cero con fuertes medidas restrictivas.
Tras conocerse que había un positivo en la tienda, las autoridades anunciaron “medidas de control temporales”. Se trataba de un contacto estrecho de un niño de seis años asintomático. No se especificó cuánto estuvo el contacto en la tienda.
Los 25 millones de habitantes de esta metrópolis oriental china conocen muy bien la política sanitaria del Gobierno. En primavera, de hecho, las duras medidas llevaron a los ciudadanos a enfrentarse a la policía.
El lunes se registraron 2.312 nuevos contagios en China: es la primera vez en más de tres meses que se superan los 2.000 casos durante tres días consecutivos en China. La ampliación del brote está demostrando que ningún lugar es seguro, incluidas las zonas turísticas en las que los residentes esperaban relajarse o las regiones que han salido recientemente de los peores brotes.
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