la matanza de acentejo

La mujer que sana con el ajedrez y las palabras

En sus 27 años como fisioterapeuta, Estrella García está convencida que a veces las dolencias de sus pacientes no son solo musculares, por eso dialoga mucho con ellos, los incita a pensar con piezas y jugadas y ha escrito un poemario cuyos beneficios los destina a la investigación de enfermedades como el alzheimer y la esclerosis
Estrella García es una enamorada de las palabras, el ajedrez y su profesión, la fisioterapia
Estrella García es una enamorada de las palabras, el ajedrez y su profesión, la fisioterapia. Fran Pallero

El mayor problema de Estrella García es que adora las palabras y “es más grave” de lo que parece, porque para ella, la palabra de una persona es sinónimo de muchas cosas en una época en la que están sobrevaloradas y no se respetan.

Por eso habla tanto con sus pacientes mientras los trata de sus dolencias, aunque sabe que para algunos no es lo correcto porque van a tratarse la espalda y lo que quieren es relajarse. “Pero a través de las palabras también se sana. A veces el problema no es solo muscular, va más allá y creo que es de buen profesional intentar indagar”, sostiene.

El paciente neurológico, que tiene una determinada discapacidad y al que ella se dedica, es el que más necesita de las palabras, “porque se agarra a todo”. Recuerda que hace muchos años, cuando trabajaba en un centro, una mujer con una discapacidad visual y una enfermedad muy importante que la llevó a los 19 años a terminar en una silla de ruedas, le dijo algo que la dejó marcada para siempre.

Se despidieron, Estrella le dijo ‘hasta mañana’ y ella le contestó: “Tú ahora vas, subes al coche coche, llegas a tu casa y ves a tu hijo. ¿Sabes cuál es mi tarde? Me viene a buscar la ambulancia, me lleva a casa, me dan de comer y me quedo mirando por la ventana”.

En ese momento no supo qué decirle pero nunca se olvidó de esas palabras porque se dio cuenta que la discapacidad limita mucho la vida de una persona “y la gente que está a nuestro alrededor no se cuenta”.
A ellas les dedicó Pelos, uñas y palillos, su primer libro de poemas, en el que recopila parte de sus vivencias. “Ya que la ciencia no pudo sacar a tiempo un fármaco o una vacuna que los salvara, creí que era el momento de devolverle algo a personas que habían pasado por mi vida y que ya no están, entre ellos, muchos pacientes con esclerosis múltiple, lateral amiotrófica (ELA) o alzheimer y otras enfermedades degenerativas”, cuenta.

Editado por Círculo Rojo, la primera edición está agotada y sus beneficios, que no son muchos, los ha destinado a asociaciones que se dedican a investigar y ayudar a pacientes con estas enfermedades. Su nombre responde a que en el momento de nacer, los pelos y las uñas comparten las mismas características, son frágiles, y sin embargo, a la hora de morir, son antagónicos: las uñas se vuelven muy fuertes pero el pelo se cae o simplemente, se pierde. “Y los palillos son porque al final de la vida o de una enfermedad casi no tienes fuerza ni para coger un palillo”, aclara.

Esto último decidió ponerlo el día que un paciente le pidió que le rascara la nariz. “No había sido consciente que una incapacidad te impide hasta eso y que hay momentos en los que piensas que puedes estar muy mal pero sin embargo puedes estar mucho peor”, añade.

Estrella se dedicó a la fisioterapia más por casualidad que por vocación. Al terminar el bachillerato en el IES La Matanza, tenía nota suficiente para estudiar lo que quisiera. Se apuntó en psicología y en magisterio. Un día acompañó a una amiga a hacer su matrícula para enfermería. Fue allí donde vio un cartel que decía Escuela de Fisioterapia. Le pareció una palabra muy “chula”, dejó la matrícula y la aceptaron aunque sin saber bien “donde se metía” porque era una carrera relativamente nueva y no había internet para informarse.

Apostó por la profesión y no se arrepiente pese a que hay meses en los que no tiene la certeza de cuánto dinero va a ingresar en su casa porque es autónoma. Su empresa es casi pionera, su coche es su centro de trabajo. Hasta hace un año atendía a domicilio pero ahora únicamente se desplaza en caso de que el paciente lo requiera dado que la camilla tiene un peso considerable y además, ha tenido que soportar vivencias y situaciones límites en casas particulares que no le gustaría que se volvieran a repetir. “Cuando vas a un domicilio no conoces el perfil de esa persona, por eso solo me he quedado con mis mayores”, asegura.

También atiende a personas que se encuentran encamadas y no pueden pagar una sesión. Sobre todo, vecinos y vecinas de La Matanza cuya problemática social conoce porque nació allí. Eso sí, aclara que “no es una ONG permanente” y por eso adapta el precio o hace trueque.

Ni siquiera para beneficio propio, sino para sortear los productos y conseguir fondos para Caissa Enroque, el primer club de ajedrez del municipio que fundó hace dos años -previamente estuvo en otro- y que mezcla el nombre de la diosa griega del ajedrez con el del único movimiento que un jugador puede hacer con dos piezas a la vez.

Además de ser una amante de las palabras también lo es de este deporte mental, que aprendió ya de mayor buscando una actividad para sus hijos Jimena y Saúl que “los hiciera pensar” y que le aportó la tranquilidad que necesitaba en ese momento para superar una situación que define como “caótica”.

“Cada jugada que haces te obliga a una serie de pensamientos. Si es mala, perdiste la partida, por eso es tan importante la toma de decisiones. Los jugadores de ajedrez son personas que deciden de manera concienzuda, porque saben que no se puede volver para atrás. A diferencia de la vida, en este juego puedes empezar otra vez, por eso me encanta, porque cada cosa que haces es importante”, y así se lo enseña a los alumnos de su escuela.

Se preparó para ser monitora FEDA (es el título a nivel nacional que otorga la Federación Española de Ajedrez) y árbitro autonómica, porque para organizar torneos de niños y niñas hay que pagar árbitros. El club no tiene recursos suficientes para ello y sus miembros no han tenido otra opción que formarse para cubrir este tipo de necesidades, como ser monitores titulados para poder dar clase.

Esta mujer menuda pero con las ideas muy claras y que brilla con luz propia, también aprovecha el ajedrez para trabajar la prensión con enfermos que han sufrido un ictus, por ejemplo, y se quedan con las manos pléjicas. “Cuando hay una enfermedad o problema neurológico no es fácil conseguir la pinza”, explica. Acude con el tablero e incluso después de terminar la sesión, si puede, acaba jugando una partidita. “Lo más importante que le puedes dedicar a una persona es tiempo. Y para llegar a ello te tienes que abrir tú, tu corazón y así lo ayudas”.

Estrella García no cree que la labor social que realiza sea algo extraordinario o para destacar. Prefiere pensar que es buena persona y dormir en paz todas las noches.

“De nada sirve crear un buen jugador si después no es buena persona”

El objetivo más importante para Estrella con sus alumnos es implementar un ajedrez social. Por eso, como monitora, además de enseñarles a mover piezas y realizar jugadas, habla con ellos de otros asuntos relacionados con el juego, como la historia de los campeones del mundo, el papel de la mujer en este deporte (se puede ver un afiche con sus rostros y nombres colgado en la pared principal del local municipal en el que se ubica la escuela) o de jugadores relevantes, como Vera Menchik, la primera mujer que se enfrentó a un hombre y que murió en 1944 durante un bombardeo alemán en Londres. Les pone relojes y solo de ver la forma en la que le dan o cogen las piezas, se da cuenta del carácter que tiene el niño o la niña. “Eso se intenta modelar, porque como todos los deportes, también hay agresividad y perder una partida no siempre sienta bien. Hay que saber perder y ganar y todo eso se consigue trabajando. De nada sirve crear un buen jugador si después no es buena persona”, sostiene

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