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La última partida en el Bar Paradero de Los Realejos

El Bar Paradero, un referente para jugar al dominó, cierra hoy sus puertas porque tras 26 años al frente, Esperanza, su propietaria, se jubila
La última partida en el Bar Paradero de Los Realejos

Cada vez son menos las personas que se siguen reuniendo para jugar al dominó, un juego de mesa asociado a los mayores o, por el contrario, a los más pequeños por su sencillez. Sin embargo, en el Bar Paradero, en la entrada a Los Realejos por Los Barros siempre hay partida obligada por la tarde. “Si te gusta el dominó, en el Paradero se juega el mejor”, dicen algunos de los que frecuentan el lugar, un clásico de este juego.


Allí parece que el tiempo se ha detenido porque los parroquianos siguen las reglas marcadas desde siempre antes de iniciarla. Llegan temprano por la tarde, cogen la mesa, piden la consumición, colocan boca abajo las 28 fichas, las mezclan cuidadosamente para que queden bien repartidas, las eligen y empiezan la partida.


Esperanza está pendiente de todo. Es ella quien les alcanza el juego y disfruta verlos jugar al tiempo que les lleva a la mesa café, cañas o un vaso de vino, intercambia algunas palabras y risas pese a que la concentración les impide a veces hasta levantar la cabeza.


También participa del debate, “porque después de la partida viene todo el análisis del juego” pese a que las reglas son muy sencillas, sostiene.

Esperanza, en la puerta del Bar paradero, que regenta desde hace 26 años DA


Ella fue también quien años atrás tuvo la idea de comprar varias unidades para entretenimiento de sus clientes que no dejaron de jugar ni siquiera durante la pandemia, con mascarilla incluida, y que hoy disputarán, inevitablemente, su última partida en el local.


Y será así porque después de 26 años al frente del mismo “y con 66 cumplidos” a Esperanza Hernández Luis le ha llegado la hora de jubilarse y descansar.


Fue en el año 1996 cuando decidió hacerse cargo de la explotación y la persona que más ha durado aunque el bar lleva 60 años abierto. Empezó con su esposo, Agustín, que es cocinero y siempre le ha echado una mano, y luego ella sola, preparando comidas caseras y carne de cabra que se interrumpieron por la crisis, pero el dominó ha superado todos los obstáculos y ha sido siempre su principal atractivo.


Para ella el Bar Paradero es más que un bar y una parada obligatoria a la entrada del municipio porque era de los pocos que había cuando ni siquiera existía la carretera. “Es mi familia”, subraya. Y prueba de ello es que tenía una carreta con su nombre para participar en la romería de Tigaiga, barrio del que procede, cuya estructura descansaba en un pequeño cuarto, donde estuvo hasta el martes que se la llevaron.


También los cargadores de La Carrera guardaban allí una imagen de la Virgen del Carmen que ella cuidaba.
La semana pasada le comunicó a sus clientes que se despedía “y todos los días están contando los días. Me dicen, quedan dos días, queda uno. Me ponen nerviosa”, bromea.


No se imagina cómo va a ser ese momento, porque sus sentimientos son confusos y lo que siente, dice, es “una mezcla de emociones”. Por un lado quiere cerrar una etapa pero por otro, no quiere que llegue el día.


Cuenta con el apoyo de su familia que siempre la animó a trabajar y ahora también apoya su decisión de dejarlo y “disfrutar de la vida”.

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