tribuna

Dos años después de los ‘ceros’ energéticos en Tenerife

El pasado 27 de julio de 2020 tuve la oportunidad de publicar en todos y cada uno de los medios escritos de nuestra comunidad un largo artículo que titulé “Cero energético, suspenso institucional.” El artículo, que también se publicó como anexo en una monografía y en una gran cantidad de medios digitales, desarrollaba unas consideraciones libres de alguien que ha tenido el privilegio de ser el portavoz del grupo parlamentario socialista en la Comisión de Industria y Energía del Congreso de los Diputados en la X legislatura (2011-2015).

Fueron los años en los que la mayoría absoluta del Partido Popular impuso un conjunto de normas a las que los socialistas nos opusimos con rotundidad. Se trataba pues, de un artículo de un ex diputado en el Congreso, un ciudadano sin vinculación alguna ni a empresas ni instituciones, solo achacables al afecto inmenso que me generan los intereses de los ciudadanos de este Archipiélago. Hoy escribo también con esta misma condición, la de ex diputado y ciudadano preocupado por estos temas.

La conclusión de mi artículo sostenía que si pretendíamos que no se siguiera deteriorando el sistema eléctrico, garantizando el suministro y reduciendo la probabilidad de ocurrencia de nuevos ceros energéticos resultaba imprescindible la modificación urgente de ciertos contenidos de la Ley 17/2013, así como la de otros de la Ley 24/2013 del Sector Eléctrico, además del Real Decreto 738/2015, cosa que posteriormente el actual gobierno hizo parcialmente en la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2017, con lo que se posibilitó el llevar a cabo actuaciones medioambientales que debían implementarse antes del 1 de enero de 2018 y que de lo contrario no se hubiesen podido realizar.

Pues bien, dos años después de aquellas fechas, posteriores al apagón y a mis consideraciones, creo que es relevante traer de nuevo el asunto a capítulo, sin otra intención que la de incentivar en las instituciones y empresas responsables a que se expliquen y comuniquen debidamente los pasos que se han dado para mejorar el sistema eléctrico del Archipiélago, con la intención de reducir la probabilidad de ocurrencia en un futuro de acontecimientos de esa índole, dado el enorme impacto que tienen tanto para la ciudadanía como para el desarrollo económico de nuestras Islas.

Creo que precisamente este es el mejor momento para llamar la atención sobre el tema, cuando parece que en boca de todos esté exclusivamente la crisis económica que se le avecina a Europa y todas estas advertencias ante el duro invierno que nos espera a raíz de la crisis energética que ha conllevado la invasión rusa de Ucrania. ¿Y qué pasa en Canarias? Tengo la sensación de que no se está priorizando lo que debe ser lo más importante, que es reforzar la seguridad de nuestro suministro eléctrico para evitar, en primer lugar, que vuelva a producirse un cero energético y garantizar así la estabilidad del suministro. Es decir, que lo que más debe ocuparnos y preocuparnos en este momento es la garantía del suministro eléctrico. Canarias, y a veces hace falta recordarlo, es un territorio singular, y muy especialmente en el ámbito energético. Recordemos que, a diferencia de las Islas Baleares, que sí están conectadas con la península (gas y electricidad), en Canarias no tenemos esta ventaja.

Porque ahí la sensación que tengo es que poco o nada ha cambiado en esta tierra en estos dos últimos años para tomar medidas que eviten nuevos ceros energéticos. La isla de Gran Canaria tiene en estos momentos un déficit de potencia eléctrica de 120 megavatios, y Tenerife tiene otro de 80 megavatios (datos hechos públicos por Red Eléctrica en un informe de mediados de 2021), que nos tienen en una situación de no deseada emergencia por falta de potencia para cubrir la demanda. Y tanto en Fuerteventura como en La Palma, las islas no capitalinas que más consumen, existe una enorme preocupación entre los conocedores de sus sistemas eléctricos por su alta debilidad.

En La Palma, por ejemplo, el volcán complicó aún más un panorama que ya era incierto antes de que éste estallase, ya que forzó a habilitar grupos de emergencia (13 megawatios de apoyo en dos centrales al norte y este de las coladas), pero sigue sucediendo que no hay un sistema circular (anillo) y más de la mitad de la isla (y la mitad este, que es la que más consume, además) podría quedarse sin luz en caso de fallo de la línea de transporte, que es la principal alimentación de esa zona. En La Palma, además, se da el caso de que hay grupos en activo que tienen 50 años de antigüedad.

Mi sensación es que no solo se ha hecho poco, sino que estamos peor, por el propio envejecimiento tecnológico de un sistema ya de por si desfasado. Lo que significa que el riesgo de que se repitan ceros energéticos es mayor que hace dos años.

Y la solución no es solo responsabilidad de las empresas operadoras (que tienen, y mucha), tanto en la generación como en el transporte, sino de la voluntad política de las administraciones, a las que les corresponde modernizar la legislación actual para que todos los avances tecnológicos que hoy hacen más viable disponer de sistemas eléctricos seguros y sostenibles medioambientalmente puedan aplicarse en nuestro Archipiélago.

Dicho esto, me gustaría que mi mensaje no se lea de forma catastrofista. Hay trabajo en marcha que no puedo más que aplaudir, como la intención de cara al año 2040 de convertir al Archipiélago canario en un territorio neutro de emisiones, es decir, convertirnos en un gran sumidero de carbono. Resulta evidente que, en esta línea, nuestro Archipiélago puede alcanzar sus objetivos combinando actuaciones de generación renovables que se complementen con modernos sistemas de almacenamiento.

Y todo ello, enmarcado en los contenidos recogidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) de reducción de las tasas de emisión de CO2 por generación convencional alimentada con energía fósil en un 50% para 2030 en relación a Canarias.

Sobre el papel, se trata de un esperanzador futuro inmediato, en el que crecerán los parques eólicos, se instalarán más y más paneles solares en las casas y en los edificios, en los colegios, en las construcciones públicas y privadas, en los parques industriales… Las centrales térmicas funcionarán con hidrógeno verde, los coches serán eléctricos, y quizás por fin podremos tener generación de energía geotérmica… Un panorama verdaderamente ilusionante, que dibuja por fin, y para 2040, el escenario energético que siempre he defendido, de lo que queda constancia en los diarios de sesiones de las Cortes. Ese año, deseablemente, la Comunidad Canaria podrá convertirse en la primera comunidad española en lograr la descarbonización de su territorio.

La estrategia canaria de acción climática constituye un ambicioso proyecto con el que me identifico plenamente y por el que cabe felicitar a la Consejería de Transición Ecológica y Lucha contra el Cambio Climático del Gobierno de Canarias, siempre vinculando a nuestras universidades en esta importante misión.

Estoy convencidos de que un teórico “plan energético canario” ha de pasar por configurar y compatibilizar la generación convencional mediante el empleo de combustibles renovables (hidrógeno verde) que vayan desplazando a los que hasta ahora se han venido utilizando y la consolidación del autoconsumo, al que se le debe posibilitar liberalizar sus excedentes, compitiendo libremente con la generación de energías renovables.

Todo ello, y de manera prioritaria, mediante la implementación de modernos sistemas de almacenamiento en tecnología de baterías. Estas líneas de trabajo requieren de una razonable modificación normativa (lo que es más lento) que se hace imperiosamente necesaria, precisamente en Canarias.

Pero todo este sueño, que firmaría cualquier ciudadano puesto que nos ubicará a los canarios en la vanguardia de la sostenibilidad energética en el mundo, no debe hacernos olvidar que la primera tarea que tenemos es la llamada ‘garantía del suministro’. Modernizar lo que tenemos y diseñarlo para que, si falla una parte, siempre haya vías de solución alternativa para no dejarnos sin energía (sin luz en casa, en el ascensor, en las empresas…). Porque seguimos viviendo, y es algo a lo que no deberíamos permitir que nos acostumbremos, con un sistema eléctrico al filo de nuevos ‘ceros’ energéticos.

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