Fue a finales de abril, en Madrid. Antes, durante y después de la cumbre la Organización del Atlántico Norte proclamó con orquestada insistencia que, siendo conscientes de que la amenaza latente se sitúa al este (qué decir estos días, con un submarino nuclear animándonos a hacernos algunas preguntas), la alianza lanzaba un nuevo concepto estratégico dándole mayor peso al flanco sur. Los aliados de este lado del tablero mencionaron explícitamente al continente africano, con especial atención a los desafíos de seguridad -así consta en la declaración final- que deben afrontarse en el Sahel, espacio donde las inestabilidades políticas y la proliferación de grupos armados requiere reforzar las herramientas de información. Los conflictos, la fragilidad y las turbulencias en esa zona afectan directamente a nuestra seguridad -se proclamó-. Fue a finales de abril, en Madrid, cuando se dijo, antes, durante y después de la cumbre, que la inclusión del flanco sur como área estratégica para la Alianza daba salida a una de las prioridades del Gobierno de España dadas las dificultades (y desgracias, cabría añadir) que plantea la gestión de los flujos migratorios -seguridad cooperativa, la llaman-. Fue a finales de abril, en Canarias, cuando algunos advertimos de los riesgos que, a oídos de la opinión pública, implica aludir en un mismo discurso o línea argumental a los grupos terroristas y a los inmigrantes, sembrando la idea de que la línea entre unos y otros es frágil. Fue este fin de semana, en las Islas, donde treinta y tres inmigrantes se han ido al fondo del océano intentando llegar a este Archipiélago camino del continente. Nueve días. Doscientas dieciséis horas. Una eternidad cayendo uno a uno al mar. Más de ochocientos han muerto este año antes de alcanzar la orilla de sus expectativas. Miles de hijos, madres, hermanos o padres ni siquiera constan en las estadísticas de las muertes que se suceden en las autopistas de agua, vecinos, amigos y conocidos de los que jamás llega a saberse a menos que meses más tarde sus cuerpos reaparezcan en algún lugar del Caribe. Fue a finales de abril, en Madrid, donde los gobiernos que han incrementado sus gastos militares mezclaron seguridad con inmigración para, acto seguido, solemnizar que se darían los pasos para mejorar la información de cualquier movimiento en el norte de África. Desgraciadamente, no se puede llegar siempre un minuto antes de que el océano se trague a hijos, madres, hermanos, padres, vecinos, amigos o conocidos. Ahora bien, qué menos que preguntarnos cómo es posible que con tantísima tecnología militar por los alrededores sigan ahogándose miles de inmigrantes, miles de sueños arrastrados al fondo del mar por un océano de olas y desinformación.
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