el charco hondo

Viernismo

Los coordinadores de las campañas deben ponerse al día, tirar a la papelera los análisis, desechar cualquier estudio o dar por inservibles los sondeos que no hablen de quienes, sin duda, serán absolutamente decisivos en las inminentes convocatorias electorales. Despilfarran energías, financiación y neuronas quienes sigan creyendo que a pie de calle el mapa ideológico se perpetúa o, peor aún, continúen trabajando con esquemas sociológicos, anímicos o emocionales anteriores a las sucesivas pandemias (epidemiológica, inflacionista y nuclear) que hemos sufrido de años a esta parte. No somos los mismos. Este tiempo nos ha roto los esquemas. Hemos cambiado. Comunismo, socialismo, centrismo, conservadurismo o fascismo duermen en la carpeta de los pasados imperfectos; de las pandemias a este viernes otra ideología, emergente, novelera, está subiendo como la espuma de la cerveza, qué mejor imagen para ilustrar la tendencia que está moviéndose en terrazas, restaurantes, barras, oficinas, bodas, despedidas de solteros o divorciados, conciertos, verbenas, romerías, cenas de antiguos alumnos de lo que sea o almuerzos de los directivos de cualquier cosa. Vivir al día. Barajar que no haya un mañana. Quererlo ya. Vivirlo ya. Gastarlo ya. Salir ya. Quedar ya. El viernismo está arrasando con lo que encuentra a su paso. Es la ideología reinante. Adelanta a las demás por la derecha y por la izquierda. Come de cualquier nicho de votantes. Crece sin límite conocido sobre los antiguos caladeros de votantes. Invade espacios propios o ajenos con sus hábitos de consumo, actitud, comportamiento y razonamiento. Al viernismo le quedan obsoletos los discursos anteriores a esta coyuntura económica y anímica. El viernista actúa en coherencia con el fin del mundo que le ha tocado vivir. Los partidos deben ser conscientes de que la mayoría absoluta que se ha echado a la calle a gastar lo que muchas veces no tiene en sus bolsillos son viernistas que decidirán las próximas elecciones, gente que ha concluido que los siete días de la semana son viernes, punto final, y lo han hecho con la naturalidad con la que puede instaurarse que la semana son siete martes. ¿Cómo no ser viernista en un mundo de submarinos y misiles nucleares?, ¿cómo no militar en el viernismo cuando de años a esta parte empatamos la pandemia epidemiológica con la inflacionista o la nuclear? Yo nunca he sido de salir los viernes, soy más de quedarme en casa; pero sé, porque me lo cuentan, que viernismo y viernistas son la nueva mayoría absoluta de este país.

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