25n-día internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres

Kika Fumero: “Tenemos una deuda con las mujeres mayores, las grandes invisibilizadas”

Las mujeres mayores víctimas de violencia protagonizan este año la campaña del Gobierno de Canarias, los cabildos y ayuntamientos con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres

Las mujeres mayores víctimas de violencia protagonizan este año la campaña institucional del Gobierno de Canarias, los cabildos y ayuntamientos con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que se celebra hoy. Con el lema Es tiempo de vivir, dejemos atrás las sombras se posiciona al lado de la generación de canarias mayores que viven, o han vivido gran parte de su vida, anuladas, humilladas, y maltratadas por un hombre.

Para la directora del Instituto Canario de Igualdad, Kika Fumero, “se quiere reparar una deuda histórica” y facilitar los recursos suficientes para que sus últimos años los “puedan vivir con dignidad, bienestar y salgan de las sombras”, y que puedan vivir “con alegría, que es un acto revolucionario”. Algunas llevan 40 años o más sufriendo maltrato en silencio, cuando la media en Canarias para denunciar es de 11 años y 9 meses. La violencia machista sigue siendo un problema grave y estructural de la sociedad. Hasta octubre se han registrado 12.501 llamadas al servicio de violencia del 1-1-2; de ellas, 284 se referían a mujeres mayores de 65 años. Del total de alertas, el 60% fueron de emergencia, lo que significa peligro inminente para la víctima y sus hijos, 19% de urgencia y 21% de información.

Los dispositivos de emergencia de los cabildos (DEMA) se activaron en 1.583 ocasiones y tuvieron que dar acogida a 263 mujeres y 136 niñas y niños, que no podían regresar a su hogar con el maltratador. Desde 2003, año en el que entró en vigor la Ley canaria 16/2003, de prevención y protección integral de las mujeres contra la violencia de género, han sido asesinadas por este motivo 101 mujeres y 8 menores. Además, 22 menores quedaron en orfandad desde 2013.

-Tras unos años que parecía contenerse, en los últimos años ha empeorado…

“Tenemos un punto de inflexión que ha sido la pandemia y la erupción volcánica en La Palma, que hizo estragos, y en su primera semana tuvimos un aumento considerable de violencia de género en la Isla. Para ver si hemos avanzado o no debemos hacer un diagnóstico con perspectiva más histórica y con más distancia. Tenemos indicadores, como son las llamadas y las denuncias, y sus aumentos sí suelen relacionarse casi siempre con periodos donde ha aumentado la violencia. Sin embargo, un descenso de llamadas o denuncias tampoco es un indicador de que haya disminuido la violencia de género. En Canarias tardamos una media de 11 años y nueve meses para denunciar; por lo tanto, el éxito de cualquier Gobierno es que aumenten las llamadas en un 70 u 80% y ahí estaremos llegando al conjunto de la población de mujeres que están sufriendo violencia de género. Apenas se denuncian el 30% de los casos de violencia de género y si nos referimos a violencia sexual, esos casos disminuyen al 20%; por tanto, hay un 70 u 80% de mujeres a las que no estamos llegando”.

-Hay correlación entre la violencia de género y las crisis económicas. ¿Estos años han complicado las relaciones de pareja?

“Han sido unos años complicados por encima de todo, con situaciones complejas e inéditas, porque nuestras generaciones no habían vivido una pandemia o una erupción volcánica en nuestras islas. Son situaciones que han traído incertidumbre, frustración, desesperación, rabia y todas esas emociones vinieron de la mano de una situación económica complicada, pérdida de trabajo, perdida de propiedades y hogares…, por lo tanto, si unimos las emociones con las situaciones dramáticas, y si ya había violencia o un germen de la misma en las familias ésta se disparó”.

-El enfoque de este año de la campaña institucional incide en las mujeres de mayor edad que han aguantado décadas la convivencia con el maltratador, que no han denunciado o buscado la manera de separarse…

“Las mujeres mayores de 65 años siempre son las grandes invisibilizadas, olvidadas y silenciadas. Tenemos que tener en cuenta la educación y la cultura que recibió una buena parte de ellas; eran tiempos del franquismo, con la dificultad que supone para ellas detectar violencia de género. Hablamos de las violencias económicas y psicológicas, que son los dos tipos que más sufren estas mujeres. Muchas veces se ven en unas relaciones y vínculos de violencia y van aguantando. Según el estudio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, en mujeres mayores de 65 años atendidas por violencia de género, el 40% llevaban 40 años o más sufriendo violencia, y el 27%, entre 20 y 30 años. Si Canarias ya está entre las comunidades en las que las mujeres tardan más en dar la alarma, si hablamos de mujeres mayores, esas cifras se disparan. Y si incidimos en mujeres mayores con discapacidad, aún más, pues cuanto más crece la vulnerabilidad, mayor es la espera. Entendimos que, como son las grandes invisibilizadas, como sociedad debíamos actuar, y tenemos una deuda de reparación y de cuidados como Gobierno para intentar visibilizar estas víctimas. Y también para dignificarlas y que en este último tramo de sus vidas puedan vivirlos con alegría, porque han sido mujeres sumisas, calladas, siempre cuidando a los demás, que no dedicaron tiempo a sí mismas. Ahora deben tener tiempo para vivir y que lo utilicen para disfrutar, reír, bailar, salir con las amigas o para no hacer nada, eso en sí mismo es revolucionario para ellas. Es lo mínimo que les debemos por la educación que han recibido, con unas vidas de entrega absoluta hacia los demás, que parece tan romántico o bonito, pero que ha sido una violencia de género y explotación por parte del sistema porque ha sido el que las ha empujado a vivir en una entrega absoluta. Siempre han sido las cuidadoras y nuestras abuelas y mayores han continuado cuidando incluso en la época de la pandemia, donde la situación fue crítica para muchas familias y en la que han tenido que ayudar con sus pensiones. Creo que todas las sombras y violencia graves que han vivido, más o menos evidentes, deben ahora dejarlas atrás y reivindicar ese espacio a la vida y al disfrute”.

-Tras los mecanismos de alerta 112, 016 o el Mascarilla-19, llegan los dispositivos DEMA de acogida para las víctimas solas o con sus hijos. ¿Qué queda por mejorar en cuanto a su atención? ¿Hay que hacer una protección y seguimiento mayor en el tiempo?¿Se les está buscando salidas en su acceso laboral?

“Creo que hay que mejorar y seguir incidiendo en primer lugar en el aumento de los servicios, y debe haber una correlación entre el aumento de la violencia y un aumento de los servicios. Luego hay que seguir incidiendo y desarrollar todavía más programas para la reinserción laboral, hablo de las víctimas de violencia de género en el sentido más amplio del concepto, el que define el Convenio de Estambul, hablo de mujeres en redes de trata, en explotación sexual, mujeres en situación de prostitución y violencia sexual, mujeres víctimas de violencia de género por su pareja o expareja. Hay que establecer más programas y convenios de inserción laboral con distintos sectores y empresas. En el ICI tenemos un convenio con Radio ECCA que da formación a estas víctimas y luego acuden a empresas que les dan las prácticas y un compromiso de contrato para un porcentaje de las mismas. Además, un aumento de violencia debe conllevar un aumento de recursos, eso tiene que ir también de la mano. Nos referimos a recursos humanos de personal de asesoramiento, asistencia psicológica, trabajo social, asesoramiento jurídico, educadoras sociales para esas mujeres que tienen hijos, y también alojativos”.

-Se ha levantado una polémica sobre la Ley de Garantías de la Libertad Sexual, más conocida como la ley del ‘solo sí es sí’, y la alarma ante la posible rebaja de penas a los condenados por delitos sexuales. Esto no es bueno para las víctimas.

“Esta ley ni nos ha quitado derechos ni ha bajado las condenas de nada, sino todo lo contrario, ha venido a darnos derechos a todas las mujeres, que es importante. Es una ley muy potente y cargada de derechos y de reparación histórica para muchas víctimas de violencia sexual; por lo tanto, no hay que alarmar y sí ver todas las bondades en derechos que tiene esta ley para las mujeres y que es una norma que dignifica nuestras vidas y hace que estén mucho más tuteladas y más protegidas por el sistema. Con la otra ley, hace dos años, tuvimos el caso de un policía en Estepona que violó a una chica, y le cayeron solo dos años, esto no va de leyes, va de interpretación de las leyes. La justicia, la medicina, la educación o la cultura son patriarcales, todo eso es por descontado. Por eso, estamos haciendo tantos esfuerzos por parte del Gobierno en formar con perspectiva de género a todos los operarios de la judicatura, magistratura, abogacía y también a sanitarios o profesores, porque el sistema es el que es. Hemos asistido a muchas penas que han dejado mucho que desear para la ciudadanía en determinados casos, sobre todo de agresión sexual. Las penas no se han rebajado. El artículo regula el delito de agresión sexual y tiene que ampliar la horquilla y acoger en su seno el abuso, un delito menor. Ahora todo es agresión sexual porque llevamos mucho tiempo reivindicándolo y la ley lo acoge así. Los jueces dirán si esa persona ha cometido una agresión sexual y recibirá su pena correspondiente, o si considerarán que fue abuso, otra pena. Debemos ver qué pasa porque se han solicitado algunas revisiones de condena, pero deben ser los jueces los que se pronuncien, y tendrá que llegar a la alta instancia del Tribunal Supremo y veremos qué jurisprudencia marca”.

-Estamos en una jornada de visibilización y reivindicativa…

“Es una carrera de fondo que no se soluciona en cuatro años; si fuera así, mis antecesoras ya lo hubieran hecho. Cada sector de la sociedad y aquellos agentes socializadores, entre los cuales los medios de comunicación son fundamentales, tienen que ser conscientes del ejercicio de responsabilidad y de cambio que tenemos en las manos. No es un asunto solo del ICI, es un problema y una enfermedad social, que debemos resolver cada uno desde el lugar que ocupemos. Hay que seguir sin pausa, con programas más transversales, donde cada área tiene que hacer acciones propias y programas conjuntos. También hay que incidir en la implicación de la sociedad en la alerta de casos de violencia, sensibilizar y despertar ese deber ciudadano de prestar socorro a quien tenemos al lado. Esto nos afecta a todos”.

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