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El poder de los Bancos Centrales

Con un año tan complejo en el contexto económico-financiero y marcado principalmente por la inflación y el punto de inflexión en los tipos de interés, con alzas continuadas y agresivas por parte de los Bancos Centrales, conviene sacar algunas conclusiones y lecciones aprendidas

Por Munesh Melwani, socio-director General de Cross Capital. | Con un año tan complejo en el contexto económico-financiero y marcado principalmente por la inflación y el punto de inflexión en los tipos de interés, con alzas continuadas y agresivas por parte de los Bancos Centrales, conviene sacar algunas conclusiones y lecciones aprendidas. Prácticamente no ha habido refugio válido entre las distintas clases de activos financieros en que poder estar invertido y beneficiarse de ello, más allá de las materias primas (energéticas, metales y agrícolas) y la divisa estadounidense, habiendo incluso experimentado sendas correcciones de valor en los últimos meses.

La realidad es que el objetivo de estas instituciones monetarias es principalmente el de controlar la inflación, cuyo nivel objetivo es del 2% a nivel general establecido en los países desarrollados. No obstante, también velan en paralelo por el crecimiento económico, así como por la estabilidad del sistema financiero de las distintas regiones bajo supervisión, vigilando el funcionamiento de las distintas entidades financieras. Tienen por tanto la potestad de crear dinero, inyectarlo en el sistema, drenarlo del mismo y utilizan los tipos de interés como principal instrumento de política monetaria, si bien han tenido que inventar distintas herramientas a lo largo de las últimas décadas (Quantitative Easing, LTRO, TLTRO, MRO, APP, PEPP, Quantitative Tightening, etc.) para hacer frente a shocks de tal magnitud como la Gran Crisis Financiera desatada en 2008, o la más reciente, propiciada por la Covid-19 en 2020.

La inflación actual no se recuerda en los últimos 40 años y es que llevamos este período con tipos decrecientes y baja inflación en las últimas décadas, dos factores muy positivos para los activos financieros de riesgo, principalmente la renta fija y la renta variable. Pues bien, ya a finales del pasado año se inició el punto de inflexión y este año 2022 que termina, se recordará como en el que los Bancos Centrales implementaron las subidas de tipos más agresivas de la historia con el objeto de controlar la inflación, dado que reaccionaron tarde, calificándola de “transitoria”, ya que pensaron que venía principalmente derivada de la reapertura económica tras la pandemia y los cuellos de botella en las cadenas de suministro desde China, elementos que también tienen su contribución, pero sin asumir públicamente su culpa al haber inyectado un “exceso de liquidez” en los respectivos sistemas financieros durante décadas.

Este exceso también ha propiciado una “inflación de activos”, en sus valoraciones, por la demanda inversora y porque con tipos cero o incluso negativos, el valor actual de los flujos de caja futuros, es mayor; de ahí que surgieran también fenómenos inéditos en los mercados, tales como las SPACS, los Meme stocks, los “Stay At Home” stocks, y compañías “zombies”, esto es, con elevados niveles de deuda y sin generar rentabilidad, alcanzando múltiplos estratosféricos, …, en definitiva, una burbuja más, que ya ha estallado, devolviendo cierta racionalidad al mercado, haciendo limpieza, y en el que lo siguen haciendo bien las empresas de calidad, esto es, aquellas que son líderes en algún producto o servicio, con ventajas competitivas claras, barreras de entrada fuertes, con buenos y contrastados equipos gestores, que saben alocar bien el capital, reinvertir en el propio negocio a tasas elevadas, con poca deuda, con clara generación de flujos de caja en cualquier contexto, con márgenes operativos elevados y con una clara alineación de intereses con accionistas, empleados y clientes.

Incluso estas empresas de calidad han sufrido el varapalo bursátil en este ejercicio, encontrándose muchas de ellas a valoraciones muy razonables, con elevado atractivo para los inversores de largo plazo, aquellos que creen en la capitalización compuesta, en la creación de valor y no en el cortoplacismo, no en el trading y en buscar el momento. Se trata de estar mucho tiempo invertidos, resultando un factor clave en la acumulación de patrimonio.

Si uno piensa que la economía es libre y el mercado se autoregula, esto no es del todo cierto, dado que el poder de los Bancos Centrales con el arsenal del que disponen es inmenso, y, por tanto, como decía el afamado inversor y economista, Marty Zweig, quien acuñó la frase “Don’t fight de Fed” en 1970, como inversor no conviene enfrentarse al banco central, dado que puede determinar con sus actuaciones la dirección que adopta el mercado bursátil, pero también condiciona claramente a la renta fija, que este año lleva una corrección del -16% a nivel global, si bien ahora, las rentabilidades han regresado a niveles más coherentes con el riesgo crediticio asumido y se presentan muchas oportunidades de inversión.

El año entrante 2023 se presenta como el de la normalización financiera, en el que conviviremos con una inflación en principio elevada, que irá convergiendo progresivamente hacia el nivel objetivo de los Bancos Centrales, pero los tipos seguirán al alza hasta cierto nivel, luego se estabilizarán, hasta que lo primero se consiga. Estos tipos elevados afectarán al coste de capital de las empresas, por tanto, a sus márgenes y también a sus valoraciones, si bien gran parte de esto está ya recogido en los niveles actuales de los mercados, tendremos por tanto que prestar atención a los resultados empresariales. En cualquier caso, desde el momento la comunidad inversora vislumbre el final de las subidas de tipos y siempre que no se entre en un contexto recesivo más allá del concepto técnico, como se suele decir, “otro gallo cantará”. Recuerden asesorarse bien.

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