Que los últimos años han estado marcados por las palabras “drama” o “catástrofe” es una obviedad. Ya hemos vivido una pandemia como la COVID-19, nos esperanzamos con el desarrollo en tiempo récord de sus remedios, y, sin poder coger casi resuello, nos topamos a finales de 2021 con el volcán de Cumbre Vieja, que nos dejó una estela de horror y destrucción. Y a todo eso se unen, desde febrero, la guerra en Ucrania y sus consecuencias en el plano económico y social.
Canarias no tiene un buen punto de partida. Según los informes publicados por entidades especializadas, cada vez son más personas las que requieren atención, bien sea para cubrir sus necesidades alimenticias o para disponer de un techo bajo el que cobijarse. De hecho, tal es la situación actual a nivel europeo, que tener un puesto de trabajo no es garantía de llegar a final de mes, especialmente en grandes ciudades como Madrid, donde buscar piso se ha convertido en tarea casi imposible.
No obstante, decir que todo está perdido sería de agoreros. Contamos con una Ley de Renta Ciudadana regional, que aspira a ofrecer unos ingresos mínimos a los isleños. También otra iniciativa legislativa, la de Cambio Climático, nos marca los pasos de cara a lo que está por venir; a las secuelas de un consumo desmedido de los recursos limitados con los que cuenta el planeta. Incluso para el problema de los alquileres el Estado ha establecido límites a las subidas, que solo basta saber hasta cuándo se prolongarán, al igual que otras medidas como la bonificación al combustible.
Dicho esto, no podemos pasar por alto que, a la misma hora en que nos sentaremos en la mesa junto a nuestros allegados para celebrar la Navidad, como cada 24 de diciembre, habrá otros paisanos a los que invada la soledad. Algunos, por falta de recursos o problemas con sus familias; otros, por vivir en la lejanía. Ellos, a buen seguro, estarán en el pensamiento de los habitantes del Archipiélago, que si algo demostramos a lo largo de las distintas catástrofes que nos ha tocado experimentar, es que ante la adversidad aunamos fuerzas.
Por último, no es menos reseñable el caso de los canarios sin alas. Aquellos que, presos aún de la falta de regulación en los precios del sector aéreo -que está por venir, según han manifestado las autoridades-, se topan con barreras para regresar a casa con motivo de una fecha tan señalada, al residir fuera de las Islas y verse superados por las tarifas de vuelos desde la Península. Es más, a muchos, al no estar empadronados en la Comunidad Autónoma, se les niega el 75% de descuento.