La Catedral de La Laguna se convirtió ayer jueves en un escenario más que apropiado -otro lo fue también, el pasado miércoles, el templo catedralicio de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria- para la gran cita con la música sacra que figura en la programación del 39º Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC). La Orquesta y el Coro Barroco de Ámsterdam, con su fundador al frente, el director, clavecinista y organista holandés Ton Koopman, interpretaron uno de los grandes hitos de este repertorio, del barroco en particular y de la música en general: la Misa en Si menor, BWV 232, de Johann Sebastian Bach (Eisenach, 1685-Leipzig, 1750).
Horas antes, Koopman mantuvo un encuentro con estudiantes y profesorado del Conservatorio Superior de Música de Canarias y el Conservatorio Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife, al que también estaba previsto que acudiesen profesores y alumnado de Gran Canaria. El maestro neerlandés, toda una referencia en el denominado movimiento historicista, que, a grandes rasgos, persigue la mayor fidelidad posible en la interpretación de la música con respecto a la época en la esta que fue concebida, brindó a los participantes su experiencia en la interpretación históricamente informada, en cómo afrontarla y, casi no podía ser de otra manera, también se adentró en su particular relación con la música de Bach.

Todo ello, una vez más, luego lo puso en práctica en la Catedral de La Laguna, con una partitura extraordinaria, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2015, que en esta ocasión ha contado como solistas con las voces de Ilse Eerens, soprano; Maarten Engeltjes, contratenor; Tilman Lichdi, tenor, y el bajo Klaus Mertens. En la música de Johann Sebastian Bach, ha afirmado Koopman en alguna ocasión, “razón y sentimiento se hallan fantásticamente equilibrados”.
Ton Koopman es una de las figuras más relevantes del movimiento historicista, como lo son los ya fallecidos Gustav Leonhardt, Frans Brüggen -ambos también holandeses-, el austriaco Nikolaus Harnoncourt y el británico Christopher Hogwood, o los todavía en activo John Eliot Gardiner, Trevor Pinnock, Philippe Herreweghe, Sigiswald Kuijken y William Christie.

Esta corriente de interpretación musical supuso en sus comienzos, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, una auténtica revolución artística; una propuesta alternativa, disruptiva y casi clandestina, apoyada especialmente por un grupo de artistas jóvenes e innovadores que se sentían excluidos de las salas de concierto oficiales y se replegaron en pequeñas iglesias, interpretando música antigua y barroca, despojándose de prejuicios y etiquetas, vistiendo vaqueros, luciendo tupidas barbas y largas melenas.

En 1979, con solo 25 años, Koopman creó la Amsterdam Baroque Orchestra, resuelto a recuperar algunas de las obras vertebrales del patrimonio universal de la música barroca, convirtiendo al conjunto de los Países Bajos en uno de los ensembles más reconocidos del circuito internacional junto con su coro asociado, surgido en 1992. Con un repertorio que abarca desde el Barroco temprano hasta el Clásico tardío, este proyecto ha sonado en las más prestigiosas salas de conciertos de todo el mundo.