avisos políticos

Las guerras eslavas

Es muy probable que los historiadores futuros denominen así a las guerras -civiles y convencionales- que han enfrentado a los pueblos eslavos en los últimos años del pasado siglo y en el actual, como consecuencia de la caída del muro de Berlín y del hundimiento de los regímenes comunistas, el fracaso histórico de sus salvajes dictaduras. Los eslavos se asientan en los Balcanes y Europa central y oriental, y engloban a un conjunto de pueblos y culturas con la característica mayoritaria de descender del mundo griego y bizantino, es decir, del Imperio Romano de Oriente. Y decimos mayoritaria porque los eslavos del Imperio Austrohúngaro -polacos, checos, eslovacos, eslovenos y croatas- adoptaron el catolicismo romano y el alfabeto latino, mientras los eslavos de los Balcanes, emancipados de los turcos, y los sometidos al Imperio Ruso -serbios, búlgaros, montenegrinos, macedonios, rusos, ucranianos y bielorrusos-, se inclinaron por la ortodoxia oriental cristiana y el alfabeto cirílico, descendiente del griego clásico. Y fueron estos últimos, los sometidos a turcos y rusos, los que quedaron atrás en el desarrollo de la historia, los que llegaron tarde a la revolución industrial y a las consecuencias de las revoluciones liberales: solo en la segunda mitad del siglo XIX, por ejemplo, se abolió en Rusia el régimen de la servidumbre agraria y se liberó a los campesinos.

El gran problema de los eslavos orientales ha sido que pasaron súbitamente de la servidumbre medieval a la servidumbre comunista, de la opresión zarista a la opresión estalinista, sin la menor referencia democrática. Tito intentó aunar los dos mundos eslavos en el experimento fallido de Yugoslavia, la Eslavia del sur, que a su muerte estalló en las guerras balcánicas; y la Unión Soviética se rompió en sus quince Estados componentes de manera aparentemente pacífica. Sin embargo, su componente principal, Rusia, no aceptó la nueva situación. El régimen comunista había fomentado la rusificación de toda la Unión, el predominio político ruso y la imposición de la lengua y la cultura rusas, y Rusia no estaba dispuesta a renunciar a todo eso. Mijaíl Gorbachov, el dirigente de la liquidación comunista, lo intentó sinceramente con su política de Glasnost -apertura, transparencia-, pero Boris Yeltsin abortó ese proceso y dio paso a Putin.

No es la primera vez que Putin agrede a un Estado que fue componente de la Unión Soviética. Hace años, ante la pasividad occidental, agredió a Georgia, y en el reciente 2014, ante la misma pasividad y la complicidad de su aliado Bielorrusia, se anexionó la península de Crimea, territorio ucraniano desde mediados del pasado siglo. Esta vez, por fin, los occidentales han reaccionado y han puesto de relieve la inesperada debilidad del ejército ruso. Putin confiaba en una campaña de unas pocas semanas que conquistara Ucrania e impusiera un presidente pro ruso, y se ha encontrado con la situación actual.

Salvo los ataques aéreos, la guerra está localizada en los cuatro territorios orientales que Rusia reclama. Y la debilidad ucraniana reside en que en ellos abunda la población de origen, lengua y cultura rusas. No sería mala idea promover un alto el fuego provisional garantizado por Turquía y su ejército, simultáneamente miembro de la OTAN y amigo de Putin, que parece querer negociar.

TE PUEDE INTERESAR