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El atraco (con trampa) en Playa de Las Américas

El 20 de marzo de 1990 un hombre denunció el robo de 5 millones de pesetas en Playa de Las Américas solo unos días después del recordado asalto a un furgón blindado en el Puerto de la Cruz
El atraco (con trampa) en Playa de Las Américas

El 20 de marzo de 1990 fue un día caluroso en Tenerife. La molesta calima había hecho acto de presencia y en Playa de Las Américas los turistas trataban de refrescarse en la playa o en las piscinas de sus hoteles. A las 13.00 horas, un joven de 26 años, de nombre José Antonio, irrumpe en la comisaría de la Policía Nacional. Desencajado, les dice una frase: “Acaban de robarme cinco millones de pesetas”.

Los agentes piden al joven que se calme. Lo invitan a narrar, con el mayor detalle posible, lo que ha ocurrido. Según José Antonio, dos horas antes, sobre las 11.00 horas, dos hombres a bordo de una moto de gran cilindrada lo han encañonado con una pistola, exigiéndole la recaudación lograda trabajando en la explotación de fincas y apartamentos en régimen de time-sharing.

Asustado, les ha dado, según reconoce, cinco millones de pesetas. Le ha resultado imposible ver a los ladrones ya que llevaban cascos. Tampoco se ha quedado con ningún detalle de la ropa que llevaban. La moto, cree, era de la marca Yamaha, pero tampoco está seguro.

¿Atracos vinculados?

Los agentes de la Policía Nacional, en un primer momento, piensan en lo que ha sucedido solo unos días antes en la Isla: en el Puerto de la Cruz, en un atraco a un furgón blindado, un vigilante jurado fue asesinado por los delincuentes. También en ese delito se usó un arma de fuego (algo poco habitual en esa época en la Isla), huyendo en una moto de gran cilindrada, como la Yamaha que describe José Antonio.

Las autoridades reaccionan rápido. Montan varios controles de carretera, preguntan a posibles testigos y están dispuestos a que Tenerife deje de relacionarse con atracos y robos de este tipo.

El de Playa de Las Américas, inspirado en la prensa

Mientras unos agentes buscaban a los ocupantes de la moto, otros se quedaron interrogando a José Antonio. Había algo que no cuadraba en lo que contaba la presunta víctima, por lo que decidieron alargar aquella conversación hasta la madrugada. Hasta que comenzara a sentirse cansado.

Los policías nacionales se habían dado cuenta de algo muy llamativo: muchos de los detalles que el hombre, natural de Huelva, daba eran muy similares a los que habían trascendido del furgón del Puerto de la Cruz.

No había testigos, nadie había visto nada pese a haber sido a plena luz del día. Los atracadores no mediaron palabra con él, por lo que, en teoría, tenían que saber que llevaba esa cantidad de dinero encima (algo que solo conocía José Antonio, que trabajaba para varias empresas) y solo él sabía que la recaudación era tan alta, pues debido al puente de San José acumuló el dinero de varias recaudaciones.

El hombre se dirigió esa jornada a un apartamento ubicado en la avenida de Suecia, en Los Cristianos, para esconder todo el dinero. Había hecho un hueco debajo de la bañera y, poco a poco, fue acumulando el dinero.

A las 12.45 horas se dirigió a la comisaría de la Policía Nacional de Playa de Las Américas donde comenzó a narrar, con contradicciones, su atraco imaginario, inspirado en todo aquello que había leído en la prensa días antes. José Antonio acabó derrumbándose porque uno de los agentes comenzó a sospechar de él, conocedor de los detalles del atraco en el Puerto de la Cruz. Su insistencia hizo que acabara confesando.

Entregó los cinco millones de pesetas, aquellos que decía que le habían robado, que seguían escondidos debajo de una bañera en Los Cristianos.

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