En el tiempo en que estamos de fuertes contrastes, de regreso de las ideologías cerradas, la vuela a la moderación, al centro político es, no ya una opción, sino una necesidad, pues los destrozos que se están produciendo en las bases del sistema democrático hasta podrían ser irreversibles. Y este giro al centro hoy más que nunca reclama, ante la amoralidad reinante que todo lo justifica por permanecer en el poder, un giro ético. Un cambio, que por lo que se refiere al plano moral, trae consigo poner en marcha una nueva forma de estar y de hacer política.
En primer lugar, es necesaria una mentalidad abierta a la realidad y a la experiencia, que nos haga adoptar aquella actitud socrática de reconocer la propia ignorancia, la limitación de nuestro conocimiento como la sabiduría propia humana, lejos de todo dogmatismo, y al mismo tiempo de todo escepticismo paralizador y esterilizador. Que nos impulsa necesariamente a una búsqueda permanente y sin tregua, ya que la mejora moral del hombre alcanza la vida entera.
En segundo término, es menester una actitud dialogante, consecuencia inmediata de lo anterior, con un permanente ejercicio del pensamiento dinámico y compatible, que nos permite captar la realidad no en díadas, tríadas, opuestas o excluyentes, sino percatándonos, de acuerdo con aquel dicho del filósofo antiguo de que, en el ámbito humano y natural, todo está en todo. Percatándonos de que en la búsqueda de la pobre porción de certezas que por nuestra cuenta podamos alcanzar, necesitamos el concurso de quienes nos rodean, de aquellos con los que convivimos.
Y, en tercer lugar, precisamos una disposición de comprensión, apertura y respeto absoluto a la persona, consecuencia de nuestra convicción profunda de que sobre los derechos humanos debe asentarse toda acción política y toda acción democrática.
Hoy, en tantas latitudes, ante la colosal operación de manipulación y control social en marcha, la lucha por la libertad solidaria y la dignidad del ser humano pasa por un compromiso real y constante por la mentalidad abierta, la capacidad de entendimiento y la sensibilidad social desde la real realidad, la primacía de la dignidad humana y, sobre todo, desde la razón. No desde las ideologías cerradas y la irracionalidad dominante. No desde el emotivismo al servicio de la ingeniería social del que manda. Esperemos que sea posible.