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El infierno de Víctor, el joven que sufrió agresiones sexuales a manos de su abuelo durante una década

El grancanario, de 24 años, decidió denunciar lo sucedido el año pasado; pide a quienes sufren que "no" busquen la vía del suicidio porque sí "hay salida"
El infierno de Víctor, el joven que sufrió agresiones sexuales a manos de su abuelo durante una década

Víctor es un joven de 24 años, natural de Las Palmas de Gran Canaria, que durante una década sufrió en silencio agresiones sexuales a manos de su abuelo materno. Una situación que arrancó a los 11 años y hasta casi su mayoría de edad, convirtiendo su adolescencia y juventud en una etapa de “dolor y odio”, con varios intentos de suicidio, del que solo ha conseguido empezar a ver “la luz” al denunciar lo ocurrido ante la Policía Nacional.

“El dolor y el odio siempre los llevaba conmigo. Es con lo que siempre he estado familiarizado, a recibir dolor y a tener odio”, relata durante una conversación con Europa Press al ser preguntado por los dos tatuajes que dibujan los nudillos de sus manos con ambas palabras en inglés: ‘hate’ y ‘pain’.

En diciembre de 2022 es cuando se decide a denunciar ante la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) y, pese a que sabe que lo vivido “va a estar ahí” siempre, se ha dado cuenta de que contarlo y denunciarlo se han convertido para él en una “salida, una luz” y “una esperanza”. Además, confía en que dar a conocer públicamente su historia sirva para ayudar a otras personas que estén viviendo situaciones de agresión sexual, violencia o depresión.

La historia de Víctor es la de una familia en la que él es el menor de tres hermanos que compartían su vida principalmente con su madre, ya que el padre solía estar temporadas fuera de la isla por trabajo, afirmando que “escaseaba de afecto paterno”, y aunque en su casa “todo era normal”, su infancia fue un “poco complicada” porque sufrió “bullying”.

A ello se sumará que a la edad de 11 años sufre su primera agresión sexual cuando, recuerda, un día en el que estaba solo con sus dos hermanos en casa, llega su abuelo y en un momento en el que Víctor acude al baño, que está al lado de la habitación de sus padres, tras salir se encuentra con su abuelo en la puerta, quien lo lleva al dormitorio de sus padres donde lo tiende y comienza a besarlo por diferentes partes de la cara al tiempo que se “restriega”.

“No sabía a que venía todo eso” porque su abuelo “nunca” les mostraba afecto: “Era rudo”. Tras lo ocurrido el abuelo se “rió, se levantó y se fue”, dejando a Víctor con una “sensación rara”. Esta será la primera vez de muchas que se repetirán ante la inocencia de Víctor, que no sabía cómo reaccionar ante algo que le era absolutamente desconocido y que le hacía sentirse “extraño”.

Será alrededor de los 12 ó 13 años cuando su abuelo le propone una tarde ir a casa de unos primos, si bien le dice que antes pasarán por la vivienda de sus bisabuelos, ya fallecidos, para ventilar la casa.

“RECUERDO LA ROPA QUE LLEVABA”

“Recuerdo la ropa que llevaba, el volumen 12 del cómic que leía y como fue a la habitación de sus padres: me tiró en la cama, se levantó, se desvistió y se sentó en un sillón de la habitación de sus padres y me dijo que le hiciera una felación”, explica para agregar que la justificación que su abuelo le daba a lo que le hacía era para que a Víctor “no” le gustasen los hombres.

“Cada trauma se queda bien nítido y eso jamás lo olvidaré. Fue la primera vez”, afirma, aunque la casa de sus bisabuelos volvería a ser testigo de un segundo episodio a pesar de la negativa de Víctor. Será a partir de este momento cuando su abuelo comienza a obligarle a hacerle felaciones e intenta penetrar pero al “no” poder “se enfurecía, se masturbaba o intentaba” masturbarle.

“TENÍA MIEDO A MIRAR A OTROS HOMBRES”

Todas estas situaciones llevaban a Víctor a preguntarse: “¿qué me están haciendo?. Me repugnaba un poco todo, me removía las tripas”. Sin embargo, admite que se comenzó a normalizar lo que estaba viviendo a pesar de que “tenía miedo” y sufría “muchísimas pesadillas” en las que soñaba que su padre o su hermano le obligaban a hacerle lo mismo que su abuelo. “Tenía miedo a mirar a otros hombres, miedo a todo en general”, apostilla.

Con el paso de los años, Víctor tiene varias relaciones con chicas y su abuelo le preguntaba intimidades de ellas, le pedía fotos de las jóvenes en bikini e incluso le llegó a encontrar en el móvil capturas de pantalla de fotos de perfil que él tenía en el WhatsApp con ellas.

Todo lo vivido le llevó a visitar a su primer psicólogo a los 15 años, si bien asegura que al tener que acudir a la consulta con su madre no contó las agresiones porque “no” sabía cómo decirlo, por lo que esperó a los 18 años para hablar por primera vez con una psicóloga del tema. “Fueron las peores experiencia” de su vida, asegura, porque “no” se sentía escuchado y ya tomaba citalopram y alprazolam (sedantes).

El tener que sufrir en silencio todo lo que le había ocurrido, a pesar de visitar hasta seis psicólogos –“ninguno” de ellos le indujo a denunciar su situación–, le llevará a tener tres intentos de suicidio. El primero, a los 20 años, será el detonante para llamar a su madre por teléfono y contarle lo que su abuelo hizo con él.

UNA FAMILIA DE “DEGENERADOS”

En ese momento, añade, su madre le revela que de pequeña también lo intentó con ella pero al poner resistencia “nunca más le puso la mano encima” aunque le confesó que quien sí habría abusado de ella fue su bisabuelo paterno.

“Vivíamos en una familia, esa familia de degenerados, al menos, los machos de esa familia eran unos degenerados”, apostilló tras la confesión que le hizo su madre, quien en su momento le pidió que “por favor no dijera nada” si la quería, lo que lleva a Víctor a estar en silencio desde los 21 hasta sus 24 años.

El llevar el sufrimiento del trauma que había vivido en silencio es lo que le hace caer en los tres intentos de suicidio porque es la “única salida que ves, te sientes solo en el mundo”. Define la sensación que vive como un “desgarre” en su cuerpo “tanto físico como psicológico, que te perdura en el tiempo”.

Sin embargo, a quienes están o han estado en una situación como la de él, les asegura que “hay una salida, una luz, una esperanza”, que hay personas a las que les importa “de verdad”, “no están solo, no son una carga para nadie”. Por ello, pide “paciencia y un poco más de fuerza, que aguanten y no busquen la vía fácil” porque admite que al final el suicidio “es la vía fácil pero la vida lo vale aunque no lo parezca”.

Tras años de silencio y sufrimiento habrá un episodio que será el desencadenante de la denuncia que Víctor pondrá por agresión sexual. Su padre, que vivía ajeno a todo lo que a él le había ocurrido, un día observa en un bar cercano a su casa un episodio donde el abuelo de Víctor está con la hija de la propietaria del local, de unos 22 años, a la que ve cómo le da besos por diferentes zonas de su cuerpo.

Su padre narrará este episodio a su madre y un día, mientras Víctor y su progenitor se encuentran en Lanzarote trabajando y van de camino a casa, sale la conversación. Es entonces cuando al joven le da “un ataque” ante el desconocimiento de su padre y le cuenta todo lo que él ha vivido.

Seguidamente llama a su madre para decirle que se lo confesó a su padre, respondiéndole ella que le “parece bien”, algo que Víctor le echó en cara, pues llevaba nueve años en silencio. Sin embargo, esto y la confesión a un policía vecino será lo que lleve a su madre y a Víctor a denunciar en diciembre de 2022 ante la UFAM, destacando el trato recibido desde el cuerpo policial, al que está “súper agradecido”.

Ahora lo “único” que quiere es que se celebre el juicio contra su abuelo por las agresiones sexuales presuntamente cometidas y “no tenerlo cerca”, ya que su familia sigue viviendo puerta con puerta.

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