superconfidencial

Fuímonos

Cantinflas, el grandísimo cómico, en la película Su Excelencia (1967) utiliza esta expresión para despedir a un camarero que le servía en una mesa de embajadores: “Fuímonos”, le dice, para despacharlo. Cantinflas es un tipo genial. En una atinada sátira sobre Latinoamérica, se ejecutan tres golpes de Estado durante ese almuerzo, que encumbran en la presidencia del ágape a un general, a un almirante y al propio Cantinflas, que le ordena al camarero: “No me traiga más telegramas”, para evitar que lo destituyan a él también. Yo cuento esto para alegrar un poco la semana santa, que es generalmente un pozo de tristeza, porque se recuerda permanentemente una pasión y una muerte. Antañazo, uno era joven, las beatas se mostraban aterradas cuando poníamos música en un tocadiscos el viernes santo: “¿Cómo se te ocurre esa música con el Señor muerto?”, decían, y te obligaban a apagar el pick-up. Yo tenía un Lenco suizo que me regaló mi padre en unos Reyes, magnífico, que perdí no sé dónde; y me quedó mucha pena porque era la manifestación más genuina de lo camp. El tocadiscos me duró años y ahí escuchaba yo a Víctor Ponti y a su guitarra eléctrica versionando en rock La Barcarola, de Offenbach. Más tarde conocí a Víctor Ponti en el Puerto de la Cruz. En realidad se llamaba, porque murió en 2011, Víctor Barcenilla Serrano. Fue un pionero del rock en España, uno de tantos incomprendidos que dejaron su impronta en los escenarios para que otros nacieran con más fuerza. Y no sé por qué les cuento todo esto si de quien quería hablar era de Cantinflas. Gracias a Cantinflas fui yo alumno del mejor colegio de mi infancia, el de los Agustinos, que él ayudó con su dinero a crear en la portuense Casa Ventoso, gracias a su amistad con el mexicano padre Flores. Los detalles, otro día.

TE PUEDE INTERESAR