después del paréntesis

Padre e hijo

No siempre la corresponsabilidad padre-hijo se cumple. Aunque las intenciones de los padres con sus hijos encierren los más rigurosos y buenos fundamentos. Eso ocurrió entre un padre y un hijo: Jorge Guillermo Borges y Jorge Luis Borges. Un ser de convicciones anarquistas condiciona el aprendizaje del hijo. Fuera del marco oficial. Además, el padre tuvo alma de poeta, de ensayista y de novelista, aunque no lo logró. Pero supo cómo operar en el mundo: lo que conduce a un ser humano a ser un buen escritor es la lectura atenta y satisfactoria de la gran literatura que se ha apostado en la faz del planeta en forma de libro. Decidió. Ya que él no había concluido ser un gran escritor, acaso su hijo sí llegaría a serlo si se cumpliera la instancia absoluta del rigor. Ocurrió. Jorge Guillermo Borges se dotó de una amplísima biblioteca de libros ingleses, porque él (como inglés que era por vía de su madre, Fanny Haslam) era inglés. Y ostentaba para sí (cosa que le transmitió a su hijo) que el idioma de la literatura era el inglés. Dotó a esa biblioteca de las más proverbiales traducciones al inglés de la literatura de los hombres: Homero, Cervantes, Dante… Y ahí encerró a su hijo. Su hijo que por el trato con los libros se convirtió en uno de los más excelsos eruditos del mundo, a fuer de grandísimo lector, y en el más grande escritor del español que ha existido. Un escritor soberbio. Pero esta instancia no es el solo veredicto que dio la biblioteca del padre, padre que forzó a ser a Borges lo que por sí no decidió ser. Lo proclamó alguna vez, no haber salido nunca de la biblioteca de su padre. Mas fuera de ese recinto se movían otros héroes. Uno en especial: el coronel Francisco Isidro Borges Lafinur, el padre de su padre, su abuelo. ¿En qué atención? La renuncia del padre a la carrera militar. Ello en atención a lo que sucedió con el abuelo: el suicidio en honor luego de perder una batalla. Y con ello, con la sabiduría de la biblioteca del padre, el hijo convoca: su abuelo era un romántico que murió como un romántico. Y el romanticismo es la cumbre. De donde, la instancia de lo épico (lo militar) suspendido por el padre frente/contra los libros. Y esa es la estampa: contra la imposición del padre, la vida. Y ahí un signo de Borges que lo acompañó toda su vida: el cuchillo criollo, ese que (en valentía, en coraje, como su abuelo) utilizaron los compadritos, los peleadores de Buenos Aires que él conoció. Cuchillo, frente a libro, que insólitamente guardó para sí.

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