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Tito del Pino

El Puerto de la Cruz le debe una calle a Tito del Pino. Y la cortinilla de esa placa la tiene que retirar su viuda, que todavía, pasados los ochenta, toma sus baños de mar en el muelle pesquero portuense. Tito del Pino ha sido el jugador más grande -con Juan Padrón- que ha dado el fútbol tinerfeño. Murió hace años, su ídolo era Di Stéfano y con la Saeta Rubia jugó en su homenaje, el día de su despedida como futbolista. Vinieron a la isla los veteranos del Real Madrid, con don Alfredo al frente, y no dejó que Tito se retirara a mitad de partido para recibir el aplauso de su público y de sus compañeros de equipo, el Puerto Cruz, sino que ambos terminaron el partido, abrazados en el viejo campo del Peñón. El Puerto Cruz, al que llamaban “el pequeño Real Madrid”, vestía de blanco y fue presidido por mi padre durante varios años. Pero el verdadero artífice del equipo era Roberto Hernández Illada, Roberto el Macafle, un lujo como persona, que también nos dejó. De todo aquello no queda nada. El otro día me encontré, en una gasolinera, con un nieto de Tito Del Pino, que se lamentaba de que su abuelo no hubiera recibido la calle que se merece. Nunca quiso salir del Puerto. Una vez lo fichó el Cádiz y para allí se fue, pero le entró la morriña, pidió dinero prestado y regresó a Tenerife en el mismo barco que se fue. Yo creo que no firmó ni siquiera el contrato con el equipo gaditano. Verlo jugar era un espectáculo. Yo lo equiparo con Romario, porque era un zorro del área, nunca subía a defender, pero hacía maravillas con el balón. ¿Por qué el Puerto olvida a tanta gente y recuerda a otra que no merece ni estatuas ni calles ni nada?

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