Esta semana se cumplen 219 entrevistas de mis Conversaciones en Los Limoneros. 219 personajes (muy pocos han repetido) que han pasado por este ordenador, en una serie que, de momento, continúa y que lleva unos cuatro años en cartel; o más, que no me molesto en hacer el cálculo de las semanas. No es fácil, y menos en una isla, mantener el nivel de las entrevistas, acertar siempre. Y más cuando yo utilizo el viejo sistema, es decir, no grabo, sino que tomo notas y otras veces mantengo una charla con el invitado y le envío luego un cuestionario para complementar la conversación. Existen varios sistemas en la profesión para mantener interviús con los personajes elegidos, no sólo se utiliza el bolígrafo y el magnetofón. 219 entrevistas son muchas y no valen para hacer un libro. ¿Saben por qué? Porque en este género las preguntas y las respuestas pasan de moda muy rápidamente, son superadas por los acontecimientos. Y posiblemente cuando salga el libro no tengan el mismo interés que cuando se mantuvo fresca la conversación. O sea, que el habitáculo de las interviús deben ser las hemerotecas, que pueden ser consultadas, o los archivos que se contienen en la red, que vienen a ser lo mismo. Es curioso, yo no leo casi nunca lo que escribo, pasado el tiempo, pero cuando accedo por necesidad a alguna de esas entrevistas, me gustan; aunque he de reconocer que también, a mi edad provecta, me cansa la actividad ejercida durante 53 años de profesión, sin contar mis juveniles escarceos en el periodismo deportivo. Todas esas crónicas están guardadas y cuando me asomo a lo que escribía a los 16 años lo que me inspira es ternura. Porque ahí empezó todo. Me río yo cuando el Gobierno reparte a go-go algunos premios Canarias de Comunicación y ciertas medallas de oro. Han convertido esos premios en miseria.