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Cantinflas

El otro día, un amigo y compañero, consciente de mi estado de ánimo, me pidió que buscara en el ordenador una película de Cantinflas. Y lo hice. Y Mario Moreno, que ya había hecho por mí algo importante, como fue costear las obras del colegio en el que pasé lo mejor de mi infancia, en el Puerto de la Cruz, me alegró la noche. Autor de frases memorables, de discursos cargados de ternura y de películas hilarantes y con moraleja, al estilo de los años cincuenta, Cantinflas dijo una vez: “Tengo una duda; ¿está todo muy caro o es que yo soy pobre?”. Personaje caritativo, actor inconmensurable, cómico dotado de una mímica prodigiosa y de un ingenio enorme, Cantinflas fue mucho más popular en Canarias que en la España continental. Los godos no le entendían; nosotros sí. Quizá por eso, el padre Flores, un sacerdote y aristócrata mexicano que fue párroco de San Francisco, en el Puerto, le pidió dinero para su proyecto de la Casa de los Muchachos Pío XII -luego colegio de los agustinos- y Cantinflas se lo dio. El padre Flores, hijo de militar mexicano y madre austriaca, algo lógico porque no se puede ignorar la historia del emperador Maximiliano en México, pidió ayuda a Cantinflas y éste fue sensible a la petición que le hizo el prelado doméstico de Su Santidad, monseñor Flores Göbber, a quien, no sé por qué, mi padre no soportaba. Los agustinos acabaron peleados con él y el obispo Pérez Cáceres le dio la razón a los agustinos, que sustituyeron el proyecto del padre Flores –un colegio para pobres-por otro: uno de pago, como se decía antes. Pero el dinero de Cantinflas sirvió para que nosotros estudiáramos en una institución tan querida. Quizá en el fragor del litigio entre las partes, alguien debió preguntar: “¿Nos portamos como caballeros o como lo que somos?”.

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