En las ciudades turísticas, sobre todo aquellas pegadas al mar, han proliferado en los últimos años muchos negocios de restauración que son franquicias y da igual que estés en la Costa Brava o en Bilbao que la ensaladilla y el pulpo saben igual y destacan por sus escasa vinculación al territorio que le rodea. Esa situación cada día es más frecuente en esas ciudades pero, por otro lado, cada día van aflorando locales cuya marca e insignia es recuperar la cocina casera, aquella que hemos ingerido de manos de nuestras abuelas y madres.
Esta ha sido la inspiración del matrimonio formado por María Candelaria García González y Orlando Gleixner Beckmann, propietarios del hotel Monopol, en la calle Quintana, 15, en el entorno de la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, en Puerto de la Cruz, que han dado un vuelco a la Tasca Don Carlos, situada en la entrada del hotel -siempre adornado con flores de hibiscos- y con una terraza en la que se disfruta de un entorno de tranquilidad.
La carta, que hace honor a la categoría de tasca o taberna, tiene pocos platos, sencillos pero sabrosos que evocan la cocina popular de las familias canarias y siempre incluye lo que se denomina plato del día.
De entrada se puede degustar una tabla variada de embutidos con quesos canarios, manchegos, salchichón o chorizo Joselito, pincho de tortilla española y que no falten las papas canarias con dos mojos, un plato que no dejan de reclamar los que nos visitan.
La terraza es ideal para compartir platos. Durante una visita esta semana pude degustar, entre otros platos, ropa vieja, carne con papas y huevos rotos con chorizo Joselito; todos los platos sabrosos, caseros, sin artificios y acompañados de unas buenas papas fritas, como debe ser, y no de esas congeladas que cada día proliferan más y arruinan una elaboración casera.
Ese día coincidió que el plato del día fue un bacalao encebollado, justo en su cocción, y que se acompaña de batata y papas. Los vinos que armonizaron los platos fueron blancos de El Sitio malvasía y Zanata selección.
De postre una ‘mousse’ de gofio, para repetir, y un bizcochón casero que pusieron punto final a este almuerzo en una tasca que se tiene bien ganado el nombre. Destacar el servicio, correcto y amable, y precios razonables, de tasca, que se decía antes.